Capítulo 35: Final

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Ciertamente cuando confiamos en Dios, podemos ver su mano moverse a nuestro favor, en cada aspecto de nuestra vida. Debo decir que, si, he vivido demasiadas cosas a las cuales no puedo llamar "agradables" pero, esas cosas nos enseñan, nos hacen crecer, como personas y también espiritualmente. Quizás todo eso era parte de un plan, o quizás no. Lo que si sé es que, de alguna manera, tenía que llegar a Dios. Tenía que dejarme encontrar por Él, y a la vez, yo encontrarle. Tenía que pasar.

Fernanda ha estado bien, su recuperación fue absoluta.

Debo decir que, no pensaba que esto pasaría. Que Dios me sorprendería de esta forma. El siempre ha estado, y estará. Solo debemos de confiar en Él, y Él nos dara la victoria. Seguramente me lo quiso demostrar antes y de muchas formas pero estaba ciega, no lo podía escuchar. El adormecimiento de mi alma y la dependencia en mi propia persona no me permitían avanzar de ninguna manera posible. Ahí es cuando entró Dios en la escena, porque se lo permití. Le dejé tomar el control y no me decepcionó. Creo fervientemente que es lo mismo para cada persona que decide confiar en la supremancia de su nombre. No, no puedo decir que todo fue bueno y perfecto, y que si, nunca estare exenta a nada, porque estamos en un mundo que no es perfecto. De lo que si estoy segura es que con Dios, todo es mejor y pase lo que pase, el siempre estara ahí, sosteniendome hasta el final.

*Un tiempo mas tarde*

—Y así niños, es como Dios salvó el mundo.—contaba Fernanda a un grupo de niños en la escuela bíblica de la iglesia. Todos los niños habían estado pendientes a cada detalle de la historia, no se perdieron ni tan siquiera un pequeño detalle. Yo estaba a un lado de la  puerta, había estado escuchando la historia desde hace par de minutos atrás.

De pronto todos se voltearon al escucharme entrar al salón mientras aplaudía con una gran sonrisa en mi rostro.

—Me encanta esa historia. —dije mientras me sentaba junto a los niños.

Fernanda sonrió y suspiró profundamente.

—Bien niños, ya se pueden ir. No olviden llevarse los dibujos que hicieron. ¡Los quiero!—exclamó con mucha emoción, y con un gran porte de maestra. Todos los niños corrieron a darle un fuerte abrazo.

—¡Adiós mrs. Fer!—exclamaron con mucha energía mientras recogían todos sus dibujos y se marchaban.

—Ay, estos niños.—rió un poco—son muy especiales para mi.

—Nunca había conocido a alguien que le gustaran tanto los niños, en serio.—exclamé mientras la ayudaba a recoger par de cosas.

—Me encanta como son. La esencia de su inocencia simplemente me cautiva.

—Espero que me compartas un poco de tu paciencia si algun día Kevin y yo decidimos tener los propios.—dije entre risas.

—¡Por supuesto!—exclamó al unísono.

Ambas sonreímos y nos dimos un cálido abrazo.

—Me alegra que estes aquí.

—No, creo que yo me alegro más.—exclamó sonriendo y con sus manos en mis hombros—Y no sabes cuanto. Estoy tan agradecida con Dios.

—El siempre nos sorprende.

—¡Y no cabe duda de ello!—dijo mientras levantaba su dedo pulgar, con una sonrisa. Ambas sonreímos, y salimos del pequeño salón, no sin antes recoger algunos dibujos y objetos de los niños. Cerramos la puerta con llave, y nos dirigimos al estacionamiento. Allí estaba Kevin esperándome en nuestro auto. Tan pronto vió que íbamos en camino al auto, se bajó para recibirnos con una gran sonrisa.

Al final de rodillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora