Capítulo diecisiete.

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Me quedé estática en mi lugar, me asustaba esa forma tan preocupante en el rostro de Joel y no saber bien por qué. En sí, su pregunta es algo incoherente.

—Pues yo...

—No importa, vámonos.

Joel tomo mi brazo, jalándome entre la multitud del lugar hasta salir. Deshice el agarre por el dolor, sobe un poco mi brazo pero parece que le una miniatura a Joel, quien no para de moverse de un lado al otro.

—¡¿Por qué estabas ahí?! ¡¿Estas loca?! — grito de repente, asustándome.

—Tu me invitaste.

Entonces se quedó callado, con la boca abierta. Luego se golpeó en la frente, negó con la cabeza y volvió a jalarme del brazo.

—Te llevaré a casa—dijo sin más.

—No.—me solté, ganando un gesto de ofensa por parte de Joel.

—Nada de que no, te llevaré a casa ahora.

—Si no me explicas que te pasa, no iré a ningún lado.

—¿Qué quieres saber?—dijo rendido, posando sus manos en su cadera.

—¿Por qué te preocupa que esté ahí si tú me invitaste?

—Ya vámonos ¿si?

Intento tomarme del brazo pero lo evadí.

—No.

—¡Deja de ser tan terca! — grito frustrado.

—¡Y tú deja de ser una cajita llena de sorpresas!

Nos quedamos callados unos minutos, observe al suelo intentando calmarme y al parecer Joel también hacia lo mismo. No podía comprender a este chico, dicen que nosotras somos las complicadas y miren, estoy aquí parada, frente a un antro, con una persona que  parece que olvida todo en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué me gustas tanto Joel? ¿qué hay en ti que me pone en este modo? Odio sentir esto pero a la vez, es la mejor sensación de mi vida.  ¡No lo puedo creer!

Joel soltó un suspiro y eso provocó que lo imitara.

—¿ya quieres que te lleve?— pregunto, llevándome al tope de mis emociones.

Solté un grito frustrado. Me tape la cara con mis manos, mi presión subía, comencé a temblar un poco, estaba molesta, mi mandíbula estaba dura por tan apretada que la puse. Baje mis manos, apuntándolo descaradamente con mi dedo índice.

—Eres... Eres un....

—¿Un qué?

—No lo sé. —baje mi mano rendida, cansada. Las lágrimas por fin se hicieron presentes.— Eres un lindo luego un cretino, un día te gusta la pizza y al otro los tacos, te dicen Joel y luego Dylan. Un día te importo y al otro... Sólo soy una más.

Joel se acercó, envolviéndome rápidamente con sus brazos para abrazarme, sentir su calor y nunca querer huir de él. No lo soporto, jamás me comporto así con un chico, ¿por qué él es la excepción?

—No, no es así —me dijo, alzando mi rostro para verlo y quitar una lágrima. —No eres una más.

—¿Entonces que soy?

—Pensé que ya habíamos arreglado todo.

—No si tu eres raro.

—Te quiero, ___. En verdad te quiero. Pero hay cosas que...

—¿Qué?— pregunté, insinuando a que siga.

Soltó otro suspiro y me vio.

—Vámonos de aquí. Te dejaré en casa.

Ahora yo solté un suspiro, resignada a obedecer. Mire el suelo, triste por la clase de 'confianza' que tenemos Joel y yo en día, nada buena. Joel con su pulgar levantó mi cabeza para verlo y me beso. Esta vez, su beso era tierno, dulce y único, me sentía completa con él, no desearía mejores labios que los de Joel.
Mi Joel.

Caminamos directo al parqueo de este lugar, pero me dirigió a su Porshe Cabriolet, no a su gran auto lujoso Nissan deportivo. Quise protestar pero ya bastante tuve con él en ese lugar - el cual fue su idea ir y ahora estaba molesto como si yo lo hubiera elegido- me dolía la cabeza de sólo pensarlo, fueron demasiadas emociones en un mismo momento. Aunque, pensándolo bien, creo que se molestó porque estaba con Liam pero sería absurdo que lo estuviera, es decir, lo último que me dijo antes de largarse a la puesta fue: 'diviértete'. No tiene derecho a estar molesto con Liam, o conmigo. Da igual, no lo volveré a ver.

Joel estaciono enfrente de mi casa, no baje, espere a que se diera su humilde vuelta para abrirme. Ya conozco su rutina.
Caminamos a mi puerta, y cuando la abrí, tuve al frente algo peor que una fiesta de mi hermano. Bastantes latas de cerveza ya hacían tiradas en el suelo, regadas por todo el lugar.
Primero pensé que podría haber sido una fiesta de mi hermano, pero estas se acaban hasta el siguiente día y si es que la gente quiere que se acabe, pero hoy sólo eran latas y latas, sin ningún habitante o señal de vida de una fiesta.

Corrí escaleras arriba, para ver a Christopher en su cuarto durmiendo con latas a su alrededor se había emborrachado de coraje. De nuevo las lágrimas salieron a flote, cerré su puerta de un portazo y caminé a mi cuarto, ya hasta había olvidado que Joel seguía aquí. Cuando entre a mi cuarto, me di cuenta que en efectivo, Joel seguía aquí. Ahora  estaba de nuevo en sus brazos, intentado consolarme  y calmar este estúpido estado de mi.

—Tranquila—susurro Joel, calmándome —solo se emborracho no paso nada.

—No, si pasa algo y todo por mi culpa.—dije levantándome bruscamente de la cama.

—No es tu culpa, ____.

—A este paso pasarán cosas peores.

—No, no, no. ¿Por qué dices que es tu culpa?

—Porque lo es, tuvimos una pequeña pelea.

—¿Sobre qué?

—Sobre ti, de él y mi madre.

—Todo estará bien, ___.

—Al final todos morirán por mi estúpida culpa.

Joel se alarmó, levantándose también de mi cama, tomándome de los hombros y hacerme verlo.

—No digas eso. Jamás  te atrevas a volverlo a decir, y aún que así lo fuera, no lo vuelvas a decir. Estas muy mal, muy mal, nada de esto tiene que ver con esto.

—Claro que sí.

—¡Qué no, ___! ¿Por qué dices esas cosas?

—¡Porque yo maté a mi madre!

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Cada vez se pone más buena...

¿Quién eres?-Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora