Cap. 1: Piloto.

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Me subí al auto de mi madre, y ni ella ni mi padre se habían sentado todavía, que yo ya intentaba desenredar mis auriculares, en un intento desesperado por evitar tener que conversar con ellos. Últimamente, no me gustaba mucho hablar.

            Era tan patético, en tres meses cumplo veinte años, y sigo como a los quince, escuchando música en la parte de atrás del auto  de mis viejos, deseando estar en otra parte. Era como si todo empezara de nuevo, y yo no era capaz de asumirlo, de tragar toda esa mierda. Extrañaba muchísimo tener mi propia casa, mis horas sola, pasar noches en ropa interior, fumando y haciendo zapping en el televisor de diecisiete pulgadas que yo misma había comprado por Ebay. Y como si fuese poco, al volver con mis padres, vendieron todos aquellos logros, el televisor, los vasitos de Coca-Cola que tantas tapitas me habían costado, mi Nintendo 3DS, todo. Cuando fui capaz de volver a mi casa, ya preparada para ver el espacio que solía compartir con mi novio, estaba vacío, ya no quedaba nada. Sólo muebles, los cuales aún mantenían su fragancia de siempre, destructiva, que mis padres insistían en conservar por su valor económico. Pero ese tipo de valor había dejado de significar algo para mí hace casi un año, cuando la falta de felicidad me hizo darme cuenta de que ésta es lo único que importa, no unos simples muebles que sólo lograban producirme una nostalgia asquerosa, un recuerdo constante de mis mejores meses, que ya se habían ido, dejándome desnuda, tirada. Aún así, el simple recuerdo de esos meses me daban una felicidad que jamás había sentido antes, y si me preguntaban, prefería haberlos pasado, y dejarlos destruirme, que no haberlos vivido en absoluto. Era mucho más feliz el recuerdo, que triste el lidiar con la despedida. Mis padres no pensaban así, es más, habían decidido que estaba deprimida, por lo que me llevaron a vivir con ellos. 

            Lo más difícil, era que nadie me entendía. Mis padres sólo pensaban en conseguirme un trabajo, porque el último que tuve fue hace casi dos años, mientras cursaba el último año de secundaria, pero lo dejé para concentrarme en los estudios y salir del colegio de una vez por todas, pero nunca seguí estudiando, ni retomé el trabajo, simplemente sabía que no podría hacerlo. Mis amigas intentaban ayudarme, me invitaron millones de veces a cenas, salidas, almuerzos, y demás, acepté ir siempre, pero sólo tomábamos, “para olvidar”, me decían, sin entender que yo no quería olvidarme de nada, y las escuchaba insultar a Ashton, mi exnovio, pensando que yo lo odiaba. Siempre asentí, y me reí más de la cuenta con las cosas que decían, pero yo jamás lo odié. Pero claro, nadie más que yo, y los amigos de él, sabían el motivo real del rompimiento. Era lo suficientemente privado como para no andar comentándolo por ahí, así que me lo guardé, como casi todo lo demás.

            Mi amigo más íntimo ahora, lo había ganado cuando la relación terminó, gracias a Luke, el novio de mi mejor amiga,  que nos presentó cuando me invitó a tomar algo al bar de siempre, para verlo tocar. Se llamaba Michael, y nos habíamos entendido porque aquel día, mientras el típico montón de groupies se acercaba al escenario para escuchar al rubio cantar, todos los demás de la mesa en la que él y yo nos encontrábamos se movieron con ellas, pero Mike y yo estábamos demasiado tristes como para gritar de emoción y cantar a coro las letras de cualquiera que fuese la canción que Luke haya cantado esa noche. Hablamos sobre nuestros recientes rompimientos, su chica, una tal Geordie Gray, lo había estado engañando durante  el último mes de su relación. Cortaron después de que él se enteró, pero podías ver cuan trágico fue eso desde lejos, porque a la semana, Gray estaba saliendo con el otro chico, haciéndolo público en todas las redes sociales, mientras Mike lloraba en mi hombro, comiendo McNuggets  y balbuceando que aún la amaba. Pasar tiempo consolándolo, abrazados viendo películas, y comiendo lo primero que encontráramos en la heladera, me ayudó a lidiar con mi propio corazón roto.

            Linkin Park sonaba fuerte en los auriculares que ya había logrado desenredar, tapando las conversaciones absurdas que mis padres acostumbraban a tener, cuando Mike me llamó. Estuve segura de que no tendría que responderle, así que no me molesté en sacar los cables de mis oídos, sólo antendí.

Destinados. (Ashton Irwin).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora