Tenía cinco años la primera vez que dibujó una sirena.
Acababa de ver La Sirenita, la película de Disney que se convirtió en su favorita al instante. Desde que la protagonista pelirroja apareció en escena, Aitana se enamoró de ella.
A sus jóvenes ojos, las sirenas eran personas que tenían la suerte de nadar tan bien como peces, y por eso compartían el fondo marino con ellos. Deseaba ser una, pero al ver que no podía, se dispuso a dibujarse a sí misma como tal.
Cuando terminó su dibujo, corrió ilusionada a enseñárselo a su madre.
-¡Mamá, mira, yo también soy una sirenita! -exclamó antes de ponerle el papel entre las manos.
-Qué bonito, cariño. -Su madre le sonrió y le devolvió el dibujo. Aquel simple comentario bastó para animar a Aitana.
Después de aquel dibujo, vino otro. Después de ese otro, muchos más. Aitana se aficionó al dibujo y se obsesionó con aquellas criaturas fantásticas, siendo casi lo único que dibujaba y perfeccionando su técnica a través de ellas.
Creció implicándose cada vez más en el arte gráfico. Estudió el bachillerato artístico y se graduó en Bellas Artes, superando sus estudios con éxito pero siempre dibujando en sus ratos libres a aquellos seres que la habían fascinado desde pequeña.
Hasta que reunió el dinero suficiente para tomar las riendas de su vida y se mudó a Biarritz. No muy lejos de su localidad natal, pero sí en el país vecino, y siempre cerca de la costa.
Y su casa se convirtió en una galería de todas las sirenas que había dibujado a lo largo de su vida, y de las que quedaban por dibujar.
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Where the ocean meets the sky | iFridge
FanfictionA la corta edad de seis años, Aitana Ocaña tuvo claro qué era lo que le gustaba hacer: dibujar. Concretamente, dibujar sirenas. Hasta que conoció a Nerea y empezó a dibujarla a ella, creyendo que había dejado de dibujarlas.