veinticuatro;

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-Aquí no pueden molestarnos -sentenció Nerea tras cerrar la puerta de su casa detrás de sí.

Aitana se giró entonces para preguntarle dónde pensaba ir, pero Nerea no se lo permitió, pues la agarró de la cintura y dejó en su boca el beso que se les había quedado pendiente dentro. Aitana se sonrojó y sonrió tímidamente contra los labios de su novia, pero subió los brazos para ponérselos por detrás del cuello. Nerea se separó y la miró de cerca alzando una ceja, con una sonrisa divertida.

-Te veo vergonzosa.

Aitana rio entre dientes y bajó la mirada.

-Me siento un poco intrusa -confesó.

-Entonces yo allá arriba... Que estuve meses allanándote la casa, ¿sabes? -La morena soltó una risita y la otra le cogió la barbilla para levantarle la cabeza.

-Al menos yo nunca te dejé sola en mi casa con mi familia.

Nerea chasqueó la lengua.

-Ya te he dicho que lo siento.

-Que es broma, idiota -rio Aitana antes de abrazarla. Mientras Nerea rodeaba su cintura con los brazos, la sonrisa se le borró lentamente-. Me da pena pensar que ya no vayas a volver a allanarme la casa.

Nerea no respondió inmediatamente, y Aitana supo que el pensamiento de que su rutina en la tierra pudiera haber acabado para siempre la había golpeado tan fuerte como a ella.

-¿Podemos no pensar en eso ahora, por favor? -pidió con un hilo de voz. Aitana asintió sin dudarlo y dejó un beso en su hombro antes de separarse y cogerle la mano.

-Venga, vamos arriba. O a donde quieras.

La rubia le dedicó una suave sonrisa y empezó a nadar, tirando de su mano.

-Tenemos que salir de la aldea primero -le explicó mientras nadaban-. Luego ya subimos.

A decir verdad, Aitana entendía poco, así que decidió confiar ciegamente en ella. Supuso que habían salido de la aldea cuando dejaron de encontrarse a otras sirenas y a viviendas extrañas para ella, construidas en piedras y rocas. Fuera de la aldea, todo era arena, arrecifes, peces y algas. Tal y como había visto en tantos documentales. Todo naturaleza. O quizás...

-Mierda... -murmuró Nerea antes de soltarse de su mano. Nadó con rapidez hacia una piedra y Aitana la siguió con cautela. Había algo que se movía sobre sí mismo. Algo que parecía plástico blanco.

Entonces, Nerea lo cogió, y Aitana comprendió. No parecía plástico. Era una bolsa de plástico enredada en un pez.

Sintió que los ojos le escocían y se llevó las manos a la boca mientras su novia liberaba al nervioso pez. Finalmente, el animal consiguió escapar y Nerea suspiró sin mirarla.

-Nere...

La rubia la miró entonces y le sonrió, probablemente para tranquilizarla al verla tan afectada.

-Tranquila, estoy acostumbrada.

Metió entonces la mano por debajo de la piedra, de tamaño considerable, y la levantó con esfuerzo para meter la bolsa debajo. El agua arrastró otros residuos de plástico acumulados bajo la misma piedra, y Nerea se aseguró de que volvieran a quedar ocultos antes de volver a dejar caer la piedra contra la arena.

-Es lo único que podemos hacer -explicó mientras se levantaba de nuevo-. A veces hemos intentado enterrarlos, pero... es difícil enterrar cosas debajo del agua.

-Pero... ¿los animales no mueven las piedras?

-No si son muy pesadas. -Se encogió de hombros-. No podemos mandarlos a ningún sitio donde no sean peligrosos para ellos.

Where the ocean meets the sky | iFridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora