Nerea terminó su turno a mediodía y se dirigió al estante del almacén donde se encontraba el frasco con las piedras terrestres. La maga se asomó y la rubia, al notar su presencia, se cohibió un poco, pero la morena le hizo un gesto de asentimiento.
-Sírvete tú misma.
-Gracias -contestó Nerea, sin saber muy bien qué decir.
Entre el día que había ido a recibir a Aitana y el viaje a París, ya había gastado algunas de las piedras más grandes. Calculó mentalmente: entraba a trabajar a las cuatro y media, y se quedaría a dormir en casa de Aitana. No quería alargarse hasta la hora de comer, pero tampoco hacerla madrugar, así que estimó que estaría de vuelta en el mar sobre las diez de la mañana. Eso serían aproximadamente diecinueve horas fuera.
Cogió una piedra que encontró grande, pero no tanto como las que había usado el pasado fin de semana. Esperaba que fuera suficiente. Se cogió también dos más pequeñas para el resto de la semana. Cerró el frasco y se dirigió a la maga, le mostró las piedras en una mano y las conchitas de las que disponía en la otra.
-¿Me alcanza?
-De sobra. -La sirena de cola morada sonrió con amabilidad y tomó el dinero de la mano de Nerea.
-Gracias, maga.
-Llevas el suficiente tiempo trabajando conmigo para llamarme Tamara, Nerea.
Tamara, pero no Tamy, pensó la rubia recordando la conversación con Alba sobre su jefa y su compañera de trabajo. Asintió para la morena y se despidió de ella.
Cuando llegó a su casa, su hermana ya había puesto la mesa. Guardó las dos piedras pequeñas en el cajón de su mesilla de noche y se llevó la grande a la mesa.
Mientras comían, le anunció a su hermana:
-Hoy no duermo aquí. -Los ojos verdes de Rocío la miraron, interrogantes.
-¿Y eso?
-Aitana me ha invitado a dormir a su casa.
Nerea pudo ver que intentaba ponerle alguna pega, pero se frenó a sí misma antes.
-Pues... qué te voy a decir, disfruta.
La menor sonrió con disimulo, pero muy feliz.
-Gracias, Ro. -Comió de su plato, sin borrar su sonrisa, porque recordó la tarde anterior-. ¿Sabes que ayer me besó?
-Ah, ¿sí? -replicó Rocío con asombro, y Nerea asintió-. ¿Pero no lo había hecho antes?
-¿Qué? ¡No! -Se sonrojó pensando en cual debía haber sido su actitud durante ese tiempo atrás para que su hermana pensara que ya estaban liadas-. Habíamos estado a punto un par de veces la semana pasada... Pero ayer pasó. Y yo también la besé a ella. Y... -La miró, sin saber bien cómo sentirse-. Ro, creo que estoy enamorada.
-¿Enamorada? -Rocío se atragantó con la comida y se permitió toser un par de veces antes de contestar-: Nerea, eso son palabras muy grandes.
-Lo sé, por eso no estoy segura... Pero es lo que siento. Me gusta mucho, eso sí lo tengo claro... Y la quiero, eso también.
Rocío se mantuvo en silencio durante unos instantes. Cuando se dispuso a hablar, dijo algo que Nerea no se esperaba:
-Mamá se alegraría de verte así.
La cara de la menor cambió de inmediato.
-Ya... -dijo, dudosa, y removió la comida en su plato. De repente, ya no tenía mucha hambre-. ¿Tú crees?
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Where the ocean meets the sky | iFridge
FanficA la corta edad de seis años, Aitana Ocaña tuvo claro qué era lo que le gustaba hacer: dibujar. Concretamente, dibujar sirenas. Hasta que conoció a Nerea y empezó a dibujarla a ella, creyendo que había dejado de dibujarlas.