Se lo pensó una, dos y tres veces, aun cuando ya estaba delante de la puerta. Alzó el puño tembloroso varias veces después de volver a bajarlo, pensando que en algún momento alguien le abriría la puerta antes de que se decidiera. Finalmente, como eso no pasó, se armó de valor y golpeó aquella pared rocosa.
Pensó que la maga estaba tardando en contestar. Cuando oyó estruendo y un quejido agudo en el interior, comprendió que tal vez no fuera la maga quien estaba al mando en ese momento.
Lo comprobó cuando una sirena de ojos azules, melena y cola del mismo color le abrió la puerta unos segundos más tarde.
-Hola. -Sonia, si no recordaba mal su nombre, le sonrió un poco tensa-. ¿Qué querías? Ahora mismo la maga no está, pero si quieres le puedo decir...
-No, no -la frenó la rubia-, en realidad, venía a hablar contigo.
-Con... -La chica se rascó la cabeza, un poco ida-. Dime.
-Escúchame, tú... -suspiró, sabiendo que no contaba con mucho apoyo para lo que pretendía hacer-, ¿tú crees que sería posible...?, en plan...
Nerea se sintió ridícula. Ni siquiera era para tanto lo que quería decirle, pero en cierto modo estaba luchando por adentrarse en una nueva vida. La sirena de los ojos azules la miró con el ceño fruncido, aparentemente ya más espabilada.
-¿Va todo bien? -preguntó con cautela.
-Sí, sí. A ver, es que... Necesito trabajo -soltó de una-. Y me preguntaba si... Ya sabes, si por aquí... habría alguna plaza disponible.
-Oh... -Sonia pareció evitar su mirada-. Y... ¿por qué aquí?
-A ver, que si no se puede, no pasa nada, ¿eh? -aclaró Nerea, alzando las manos en un gesto apaciguador-. Pero he pensado que me vendría bien que fuera aquí. Necesito un trabajo que no me ocupe el tiempo completo porque también tengo que buscar trabajo ahí arriba, en tierra. Por eso he pensado que, al estar tú también, podríamos repartirnos el tiempo de trabajo. Y también me gustaría aprender cosas sobre ese mundo y este sitio es uno de los pocos que no me lo censura.
Sonia suspiró, levantando las cejas.
-A ver... La decisión es de la maga, no mía. Ella lleva mucho tiempo arreglándoselas con una sola ayudante, pero yo le puedo comunicar tu propuesta y que ella la vea. Y ya entonces, te avisaré de lo que diga.
-Me harías un gran favor. -Sonrió-. Muchas gracias... Sonia, ¿verdad?
-Sí, Sonia. ¿Y tú?
-Nerea.
Se despidieron con dos besos cordiales y la pequeña se marchó, con la ligera impresión de que su posible futura compañera de trabajo no contemplaba la posibilidad con mucho optimismo.
Esa misma tarde, después de comer, le daba vueltas a otra idea en su cabeza mientras su hermana se cepillaba el largo cabello.
-Ro -la llamó, sin mirarla-. ¿Qué crees que se me da bien?
-Desobedecerme.
La menor puso los ojos en blanco.
-¿Y de eso puedo vivir?
-Eso me pregunto yo también.
-Ro... Hablo en serio.
La mayor de las sirenas se giró y clavó sus ojos verdes en ella durante breves segundos.
-¿Para qué lo necesitas? -Una vez hubo terminado con su melena, se dedicó a arrancar los pelos que se habían quedado en el cepillo.
-Para buscarme un trabajo en tierra.
Rocío bufó.
-Encima.
Nerea puso los ojos en blanco. Se viene.
-A ver, yo no te pido que trabajes por mí.
-No, si ya es lo que me faltaba, vamos. Te llevo manteniendo desde que eras un microbio, ¿sabes? -alzó la voz, y Nerea trató de disimular cómo se encogía sobre sí misma-. Pero hasta ahí podemos llegar.
-Pero si es que solo te estoy pidiendo ideas. ¡Ideas! Y ya obviamente el trabajo me lo busco yo, joder.
-¡Nerea, no pienso darte ideas porque no voy a ayudarte a que hagas algo con lo que no estoy de acuerdo!
-¡Pero que no te estoy pidiendo ayuda!
-Hasta ahí mi intervención.
Sabía que iba en serio. Nerea resopló. Su hermana tiró los pelos que había recogido del cepillo a la basura y fue al tocador a maquillarse un poco.
-Bueno, entonces, ¿qué se me da bien? -preguntó en voz alta. Ya que Rocío no le iba a responder, aprovecharía para hablar sola y que ella la oyese. Sabía que era una manera de provocarla, pero estaba enfadada con ella y no le importaba-. Es que, claro, ¿qué voy a hacer yo que esa gente no sepa hacer, si soy yo la intrusa? De por mí no tengo ningún talento, así que la única diferencia que tengo respecto a ellos es que soy una sirena. ¿Qué hago mejor que ellos, entonces? ¿Nadar? Seguramente, pero no puedo dedicarme a eso, si en cuanto toco el agua me vuelvo a transformar. ¿Entonces...? -De repente, dio un respingo-. ¡Ya sé!
-Me voy a trabajar, Nerea -la interrumpió la mayor-. En algo que sí nos va a dar de comer a las dos.
¿Hacía falta remarcar su superioridad siempre? A Nerea le ardió la sangre.
-En algo que te tiene viviendo amargada, dirás.
-¡Cállate, que con la boquita cerrada estás más guapa! -le advirtió apuntándola con un dedo amenazador, ya en la puerta. Acto seguido, se fue con un portazo.
Nerea golpeó su almohada, rabiosa, y pronto empezó a llorar de la impotencia. No le gustaba sentirse así, ridícula y sumisa a la voluntad de su hermana. Por eso y porque no aprendía que las decisiones no se pueden tomar en caliente, aquella tarde decidió cuál era el trabajo al que se quería dedicar, y que unos días después le comunicaría a Aitana.
Para cuando Rocío volvió, ya se había hecho de noche. Nerea, puesto que no tenía nada mejor que hacer, ya estaba metida en la cama, aunque sin conciliar el sueño. La mayor de las hermanas entró en la vivienda y se acercó a su cama.
-Hola, peque... ¿Estás despierta? -Nerea no contestó. Sin embargo, se quedó mirándola fijamente, y Rocío pudo ver que sí lo estaba. Nadó hacia ella y se sentó en su cama-. Estás enfadada, ¿verdad? -Siguió sin obtener respuesta, al menos no verbal-. Ya... Yo también lo estaba, esta tarde. Ya sabes cómo soy, y también sabes lo que hay... -Suspiró-. En el momento, me enfado y te hablo mal, pero después me arrepiento. Te quiero mucho, Nere. Más que a nada.
Nerea guardó silencio por unos segundos. En efecto, sabía que a su hermana le enfadaba mucho que ella siguiera subiendo a tierra, y también sabía el motivo. En el fondo, sabía incluso que ella, en su lugar, también se enfadaría consigo misma. Y teniendo en cuenta cómo era el carácter de Rocío, que fuera la primera en pedir perdón era algo que valoraba mucho.
-¿Sigues enfadada? -preguntó entonces la pequeña.
-No. Hasta que me vuelvas a sacar el tema, claro.
Nerea tiró entonces de su brazo hasta que su hermana cayó en su cama y la abrazó. Tenía el corazón dividido. Sabía que no podía vivir sin su hermana, y no le gustaba que se enfadara con ella. Pero, ahora que había descubierto ese nuevo mundo, tampoco podía continuar viviendo sin volver allá arriba. Así que, interiormente, lo lamentó por Rocío.
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Where the ocean meets the sky | iFridge
FanfictionA la corta edad de seis años, Aitana Ocaña tuvo claro qué era lo que le gustaba hacer: dibujar. Concretamente, dibujar sirenas. Hasta que conoció a Nerea y empezó a dibujarla a ella, creyendo que había dejado de dibujarlas.