Cuando llegó a casa, ya era de noche. Encontró a su hermana metida en la cama y a Alba sentada sobre la manta hablándole, pero en cuanto se hizo notar, las dos se callaron y la miraron.
Alba se levantó y nadó hacia Nerea apresuradamente.
-¿Me odia? -susurró la menor, para que Rocío no la oyese.
-A mí más. -Sin embargo, le sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de marcharse y dejar a las dos hermanas a solas.
Nerea suspiró y nadó hasta su cama, cansada.
-Supongo que no me quieres hablar, pero al final lo hice. Subí, conocí el mundo de arriba y me parece precioso. Estoy cansada pero muy feliz.
Silencio. Y, entonces, su respuesta:
-Buenas noches, Nerea.
La menor resopló y se dejó caer de espaldas sobre el colchón, mirando al techo fijamente. Su hermana podía ser muy pesada, pero no le gustaba estar enfadada con ella. Así que soltó lo primero que se le vino a la cabeza:
-¿Sabes que cuando salí del agua estaba desnuda?
Eso logró que su hermana girara la cabeza por fin y fijara sus ojos verdes en ella.
-No me jodas.
-Es que no pensé que tuviera que llevar ropa... Solo tenía esto -se tiró brevemente de la tira del bikini-. Y me vi con lo que sea que tuviera entre las piernas al aire y...
-Pero ¿cómo puedes ser tan pringada?
Rocío soltó una carcajada y Nerea se vio contagiada de su alegría, esbozando una amplia sonrisa.
-Y encima me vio un hombre...
-Qué atrevida.
-Cállate, qué vergüenza, por Dios.
-Es que eres pringadísima.
-¿Te quieres callar? -Nerea se incorporó, fingiendo molestia, y le arrojó su almohada a la cara.
-¡Cuidado con lo que haces, mocosa! -contestó la mayor, devolviéndole el lanzamiento y nadando rápidamente hasta la cama de su hermana.
Rocío la aprisionó rápidamente bajo su cuerpo y empezó a hacerle cosquillas. Nerea se retorcía, muerta de risa e intentando apartar las manos de su hermana. Quería que parara por instinto, no por otra cosa. Le encantaban esos momentos con ella.
Finalmente, consiguió agarrar las finas muñecas de su hermana mayor y, al desequilibrarse, esta cayó a su lado en su cama. Nerea se acomodó frente a ella y se quedó mirándola mientras Rocío le ponía la mano en la parte trasera de la cabeza para acariciar su cabello.
-Estaba muy preocupada -confesó Rocío tras unos minutos de silencio, haciendo que Nerea sintiera una punzada de culpa.
-Ya -musitó.
-A veces te piensas que te digo las cosas para joderte y, en realidad, lo que hago es preocuparme por ti. Todas mis broncas son porque me preocupas, y...
-Ro -la cortó Nerea suavemente-, ya no soy una niña.
Rocío suspiró.
-Ya, lo mismo me dijo Alba.
Nerea podía imaginarse la escena perfectamente.
-No te enfades con ella -aprovechó para decirle-. Te quiere mucho.
-Y yo a ella -aseguró Rocío-. Y a ti. Joder... Qué sería yo sin...
-Bueno, a ver, no te vayas a poner sensible otra vez, ¿eh? -Y aprovechó la distracción de su hermana para ser ella la que se pusiera encima de ella y empezar a hacerle cosquillas.
La noche se alargó entre más cosquillas, muchas risas y felicidad al sentir esa conexión que siempre habían tenido.
No muy lejos de allí, en un modesto piso de Biarritz, Aitana estaba pasando la noche de otra manera. Ella estaba sola, pero no era así como se sentía.
No sabía describir lo que había sentido al ver a esa chica rubia. Muchas personas le parecían guapas a primera vista, pero lo de aquella chica se le había ido de las manos. Nunca antes había dibujado a alguien que no conocía de nada, solo porque sí.
Sin embargo, allí estaba. Sin ser consciente del cansancio de su cuerpo por todas las horas que llevaba despierta, negándose a acostarse hasta que no terminara el retrato de la chica de la avenida.
Le estaba quedando tan bien que se ponía nerviosa cada vez que paraba para mirarlo. Parecía que la chica le estuviera devolviendo la mirada, y, ¿para qué mentir? En ese momento no había nada que deseara más.
El sentimiento de aquella tarde la acompañaba todavía. No lograba comprender el porqué de su estado de fascinación al verla. Es decir, había apartado la mirada del mar por perderse en ella, y por si no fuera suficiente, había dejado a medias la sirena que estaba terminando por dibujarla.
Se preguntó si volvería a verla. ¿Era posible que volviera a aparecer por ahí? No costaba tanto volver a visitar esa cafetería al día siguiente, ¿no? Aunque fuera solo una vez. O tal vez dos.
Lo que tuvo claro era que no podía tirar la toalla. Tal vez, la chica de la avenida volviera a pisar ese mismo lugar. Tal vez, si Aitana la había encontrado, era por algo.
Y se dijo que, si volvía a verla, no podía desaprovechar la oportunidad de acercarse a ella.
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Where the ocean meets the sky | iFridge
FanfictionA la corta edad de seis años, Aitana Ocaña tuvo claro qué era lo que le gustaba hacer: dibujar. Concretamente, dibujar sirenas. Hasta que conoció a Nerea y empezó a dibujarla a ella, creyendo que había dejado de dibujarlas.