diecisiete;

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Roi y Aitana se quedaron en la puerta, viendo cómo Nerea se llevaba a aquella chica rubia. El primero la miraba con el arrepentimiento plasmado en la cara; la segunda no expresaba emoción alguna, ni siquiera era capaz de articular palabra.

-Supuse que la chica tenía algo que ver con ella -explicó Roi, casi como si se estuviera disculpando, aunque Aitana no fue capaz de decir con quién.

-Rocío es... es... su hermana. -Aitana miró al chico, todavía con el semblante inexpresivo-. Roi, eso... era una sirena, ¿verdad?

Las orejas del chico se pusieron coloradas.

-Sí.

-Y es su hermana. -La culpabilidad tiñó el rostro de Roi, y esa vez, Aitana sí tuvo claro a quién iba dirigida la disculpa-. No.

-Aitana...

-¿Tú lo sabías?

-Desde el principio.

Volvió a mirar a la calle, pero sin ver nada. Nerea... Nerea...

-Me estoy mareando.

Aquello pareció alarmar a Roi. Reaccionó y cogió a la chica por los brazos.

-A ver, tranquila.

-¿Nerea... es...?

-Sí, Aitana.

-¿Es una sirena?

Roi tardó unos segundos en contestar.

-Sí.

-Pero si eso no existe.

-Eso pensaba yo también...

-Esto es surrealista.

-Para mí también lo es.

-¿Por qué no me lo dijo nunca?

Roi suspiró.

-No quería que nadie se enterara...

-Pero tú lo sabías.

-No le quedó otra que decírmelo... Necesitaba un cómplice.

-Ya. -Aitana rio, sarcástica-. Un cómplice y una víctima.

-Aitana, no. No eres eso para ella.

-Ah, ¿no? -Lo enfrentó con la mirada-. Qué casualidad que viniera a una infantil de mierda obsesionada con las sirenas y, sabiéndolo, se quedara conmigo todos estos meses sin decirme nada.

Roi trató de decirle algo, pero Aitana lo paró. Ella tenía más que decir.

»¿Te puedes creer -siguió-, que pensé que había dejado de dibujar sirenas de una vez? Que a veces, antes de conocerla a ella, me preocupaba porque se me iba de las manos, parecía que no sabía hacer otra cosa... Y cuando empecé a dibujarla a ella me sentí orgullosa, como si hubiera madurado. Cuando en ningún momento dejé de dibujar sirenas. -Bufó en un amago de risa-. Me siento ridícula.

-No lo eres.

-Sí lo soy. -Se mordió el labio-. Por eso nunca me contaba nada de ella...

-Aitana...

-¿Qué? -lo miró, y Roi suspiró.

-Me gustaría decirte que dejaras de darle vueltas al tema, pero no va a funcionar. ¿Quieres que te acompañe a casa?

Acabó accediendo, pero no lo dejó subir cuando llegaron. Necesitaba estar sola, y necesitaba pensar.

En su cabeza, todo empezaba a encajar.

Where the ocean meets the sky | iFridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora