El interior de la casa era espacioso y elegante. Los muebles de madera maciza, las altas vitrinas con copas de cristal tallado, los enormes cuadros de marcos dorados, todo lo que había denotaba cierto cuidado en la elección.
Jorge se sintió algo incómodo por el contraste entre su figura y la elegancia de los dueños de casa, y la nena recién mostró alguna simpatía cuando la mujer le dijo que en la cocina tenía frascos con dulces caseros y que le permitiría probarlos. Cómo el hombre, también la mujer hablaba con cierta sonoridad inglesa y se mostró muy amable y cariñosa con Azul, guiandola hasta la cocina.
El dueño de casa dijo que ellos no podían ofrecer más ayuda que un bidón para que Jorge fuera a buscar nafta hasta la estación de servicio que estaba a una hora de camino.
__Por supuesto, nosotros podemos cuidar a la niña y darle de cenar mientras usted va hasta allá __aclaro el hombre. Jorge le agradeció esa ayuda porque no tenía ningún interés en caminar de noche con Azul por aquellos parajes.
Además, sentía cierta urgencia por volver a la ruta. Su ex esposa lo esperaba a trescientos kilómetros de allí y se alarmaria mucho si él no llegaba con la nena, no ya en el horario anunciado, sino en el mismo día, aunque más no fuera. De modo se optó por dejar un rato a Azul e ir a pie hasta la estación de servicio.
Cómo descontaba que Azul, que permanecía en la cocina, no aceptaría quedarse sola con esa gente, decidió no avisarle. Era una opción cruel pero era imposible hacer todo ese camino acompañado de la nena. Salió a la calle y comenzó a caminar con tranco apurado.
Eran las ocho de la noche y, si se apuraba, podría regresar a las diez, cargar el bidón de nafta en el auto, ir a la estación a completar el tanque y retomar luego la ruta.
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La noche de los muertos
HorrorUn hombre conduce despreocupadamente por una ruta desolada. En el asiento trasero va Azul, su hija de nueve años. De pronto el auto se queda sin combustible. Es de noche pero no tienen más remedio que caminar en busca de ayuda. Finalmente encuentran...