Jorge se detuvo al llegar junto a su auto y tuvo que pensar mucho para rehacer mentalmente cuales habían sido sus últimos pasos. Recordaba que en cierto momento venía por la ruta y advirtió que se estaba quedando sin nafta. Después tomo ese camino de tierra y avanzó hasta que se acabó la nafta. Entonces creyó ver una casa, pero al acercarse vio que solo eran ruinas. Al parecer mientras el recorría ese lugar medio siniestro, Azul se había dormido al lado de un tractor quemado. ¿Por qué tenía la sensación de estar olvidando algo importante?
Lo único que quedaba ahora era cargar los bolsos y caminar hacia la ruta con la esperanza de que alguien los llevara. Pero estaba sacando una linterna del baúl cuando azul dijo:
__Ahi vienen dos hombres, pa.
Jorge se asustó. Saco del baúl la llave de las ruedas y salto junto a su hija, dispuesto a defenderla. Cuando los tipos estuvieron al lado, Jorge los alumbró con la linterna. Uno era bajito, rubio, y el otro muy alto y de barba. Jorge pensó que debían de ser cirujas pero por las dudas hizo un gesto como para demostrarles que estaba preparado para contestar a cualquier ataque. Ante la actitud de Jorge el más alto retrocedió unos metros.
__¿Que pasa? __pregunto el bajito.
__Nos quedamos sin nafta __dijo Azul.
Los dos tipos permanecieron en silencio un larguísimo intervalo hasta que el más alto dijo:
__Hay una estación de servicio como a una hora de aquí.
Jorge sintió algo muy extraño. Como si ya supiera que existía esa estación de servicio.
__Pero con la nena no va a poder ir hasta allá __agrego el bajito.
__No estarás pensando que nosotros... __dijo el alto, desconfiado de su compañero.
__Si, tenemos que ir nosotros __observo el bajito __. A cambio ellos después nos llevan en el auto, vayan adónde vayan.
El alto pateo un cascote y lo lanzó como a veinte metros.
__Deme diez pesos __le dijo el bajito a Jorge. Jorge dudo. Estaba absolutamente seguro de que pretendían sacarle plata, pero le pareció mejor que lo estafaran de esa manera y no que lo atacaran para robarle. Resignado, les alcanzó diez pesos.
Cuando los dos hombres estuvieron lejos, Jorge volvió a levantar los bolsos y le dijo a Azul:
__Vamos.
__No, ellos van a traernos la nafta.
__No, hijita, con esos diez pesos se van a emborrachar y nunca más lo volveremos a ver.
__¡No, yo sé que van a volver con la nafta!
__¡No, Azul, son dos pordioseros! Vamos que este lugar me da miedo.
__¡No, yo me quedo!
La discusión se prolongó bastante. Cada tanto Jorge fingía que se iba hacia la ruta pero después de hacer cien metros y ver que su hija no lo seguía, no le quedaba más remedio que regresar. Decididamente, no tenía autoridad sobre Azul.
En eso estaban cuando Jorge vio que se acercaba un auto.
El Falcon se detuvo junto a ellos y de el bajaron los dos pordioseros y un muchacho de gran físico al que los otros dos presentaron como Chico Chico, el hijo del dueño de la estación de servicio. El muchacho saludo amablemente, saco dos grandes bidones que llevaban en el baúl y lleno el tanque del coche de Jorge.
__Son cien pesos de nafta y cien por el auxilio __dijo sonriente cuando terminó su trabajo.
__Es una estafa __se quejo Jorge. El muchacho sonrió y Jorge creyó ver en su mirada, iluminada, de delincuente.
__Mejor paga, papá __dijo Azul. Jorge extrajo dos billetes de cien en la billetera y se los dio, abriéndola lo suficientemente como para que el muchacho viera que solo le quedaban cincuenta pesos. El muchacho se marchó, sastifecho.
__Bueno, vamos, no quiero quedarme ni un segundo más en este lugar __dijo Jorge.
El bajito hizo una pirueta que hizo reír a Azul y se metió en el asiento trasero. Azul también se sentó atrás y el alto prefirió estirar sus largas piernas adelante.
__¿Para donde van? __les pregunto Jorge __. ¿Cómo se llaman?
__Me dicen Espiga __dijo Espiga__. Vamos a cualquier lado. Solo queremos ir la de acá.
__¿Por?
__No sabemos por qué. Pero empezamos a sentir que acá pasaban cosas raras.
El auto salió a la ruta y Jorge puso un casete de Feos, sucios y malos.
__Que música alegre __dijo Espiga.
__Que tortura __dijo Ocho.Fin
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La noche de los muertos
HorrorUn hombre conduce despreocupadamente por una ruta desolada. En el asiento trasero va Azul, su hija de nueve años. De pronto el auto se queda sin combustible. Es de noche pero no tienen más remedio que caminar en busca de ayuda. Finalmente encuentran...