Por décima vez la señora Evans le dijo azul que debía cambiarse la ropa y una vez más la nena le contestó que no quería hacer eso.
__Tienes que estar linda para cuando regrese tu papá __le dijo la señora Evans.
__¿Donde esta mí papa? No está en el baño...
__Fue a buscar nafta para el coche. Enseguida regresa. Por eso quiero que te cambies y te pongas esa ropa que te regale.
__No la quiero, es fea.
__¡Te dije que te la pusieras! __grito la señora Evans, fuera de sí.
__¡Esa ropa es de Amalia! __dijo Azul.
La señora Evans la tomo del brazo y la arrojó sobre la cama.
__¡Vas a ponerte esa ropa si o si!
Azul salto de la cama, tomó un candelabro que había sobre la cómoda e intentó arrojarselo. Pero lo único que logró fue hacer trizas el retrato de Amalia que estaba junto al candelabro.
__Ahhh __el aullido que salió de las entrañas de la señora Evans habría bastado para aterrorizar a azul pero, además, la mujer se transformó: su cara se descompuso, como si se derritiera. La piel le quedó pegada a los huesos y unos pocos mechones de pelo gris quedaron adheridos a su cráneo. Sus ojos desorbitados miraron a Azul con indecible odio. La nena sintió que sus piernas temblaban y luego se desvaneció.
Segundo después la señora Evans se recompuso. Acostó a la nena en la cama, le sacó la ropa cuidadosamente y le puso un vestido con encajes, soquetes blancos y zapatitos del mismo color. Hizo cada movimiento con parsimonia y mantuvo una sonrisa a la vez angelical y demente, si fuera posible algo así. Cuando terminó, salió apurada a buscar a su marido.
__¡La nena está lista! __grito.
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La noche de los muertos
KorkuUn hombre conduce despreocupadamente por una ruta desolada. En el asiento trasero va Azul, su hija de nueve años. De pronto el auto se queda sin combustible. Es de noche pero no tienen más remedio que caminar en busca de ayuda. Finalmente encuentran...