Aunque sentia temor, Chico Chico estaba dispuesto a pasar por cobarde delante de su amigo. Bajó del coche y con paso cauteloso avanzó hacia la casa. En cierto momento se dio vuelta para ver si Filoso lo seguía, pero a quién vio fue a un hombre de pelo blanco que lo observaba con una rara mirada.
__¿De dónde salió? __fue la pregunta que se le ocurrió a Chico Chico.
__¿Que busca? __le dijo a su vez, el señor Evans.
__El auto... el motor __titubeo el muchacho__. Esta fallando el motor. ¿Tiene un teléfono?
__No. Váyase __le respondió secamente Evans. Chico Chico midió en un instante al hombre, lo vio endeble y eso lo reanimó.
__Voy a tomar agua de la bomba __dijo con una sonrisa burlona. Paso ante Evans casi empujándolo y entró en el patio de la casa. Filoso llego corriendo apurado y camino junto a él.
Patio había un tractor en marcha y se escucha un grito:
__¡La nena está lista!
__Buenas tardes, señora __dijo Chico Chico.
Por detrás de la señora sal y una nena que se escurrió hacia el patio, mientras gritaba:
__¡Señor, ayúdame!
La señora Evans alcanzó a retenerla de un brazo y la empujó hacia el interior de la casa.
__¿No será... la hija del gordo? __le pregunto Chico Chico a Filoso. Filoso camino resuelto hacia la casa, juguetonamente. Se detuvo en la puerta y pidió autorización a Chico Chico:
__¿La traigo? ¿Traigo a la nena?
Pero Chico Chico pensaba en otra cosa. Estaba recordando. Conocía la cara de ese hombre. Recordaba haber visto una foto... Cuando él tenía 5 o 6 años se hablaba mucho del señor Evans, y cierta vez su padre le había señalado una vieja foto sacada con motivo de un aniversario del pueblo. El Jamás había olvidado esa cara porque la historia de los Evans lo había asustado.
__Pero usted... esta muerto __alcanzo a balbucear Chico Chico.
Filoso vio algo extraño en la mirada de Chico Chico: un terror sin límites.
__Chico... __lo llamo Filoso con cierto tono infantil.
Chico lo miro y luego cambio de expresión: como si quisiera avisarle algo. ¿Que podía querer avisarle Chico Chico a el en esa situación? Pero todo esto no duró casi nada. Antes de que Vhico Chico gritara o hiciera cualquier gesto para avisarle que el tractor se movía hacia él sin que nadie lo manejará, la máquina avanzó sobre Filoso tirandolo al piso.
Su cuerpo quedó aprisionado un segundo bajo la rueda delantera y enseguida lo pasó por encima una rueda trasera mucho más grande y pesada. Chico Chico se dio vuelta y lo que vio al girar fue la cara de Evans. No la cara en verdad, porque ahora parecía haberse transformado en una calavera con ojos, algo como un muerto, una cadáver con ojos, ojos vivos que pudieran sostener esa mirada terrible.
Chico Chico corrió con todas sus fuerzas hacia la calle.
Sin detonar ninguna expresión Evans fijo su mirada en un gigantesco eucalipto bajo al que hacía muchos años solía sentarse con amalita a contarle cuentos de hadas y de duendes.
Chico Chico subió a su auto y colocó las llaves con manos temblorosas. Experimento cierto alivio sentir el ruido del motor. Apretó el embrague, había recorrido ni un metro el enorme arbol cayó sobre él.
La señora Evans estaba en la puerta y se quedó mirando a su marido hasta que se volvió hacia ella.
__Vamos __le dijo. Amalita está lista. La encerré en el cuarto.
ESTÁS LEYENDO
La noche de los muertos
HororUn hombre conduce despreocupadamente por una ruta desolada. En el asiento trasero va Azul, su hija de nueve años. De pronto el auto se queda sin combustible. Es de noche pero no tienen más remedio que caminar en busca de ayuda. Finalmente encuentran...