Parte 5

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__¡El gordo se lleva la camioneta! __grito el hijo del dueño de la estación, quién cargaba con el sobrenombre de Chico Chico porque su padre se apellidaba Chico. Sin embargo, era un grandulon de dos metros, mientras que su padre, Chico Grande, apenas pasaba el metro cincuenta.
   Chico Chico era un verdadero problema para la familia. Había sido expulsado de la escuela, varias veces había robado dinero a su padre y, por un asalto a un camion, había ido a parar a un instituto de menores. Allí había conocido a su compañero inseparable, Filoso, con quién se había fugado media docena de veces. En cada nuevo regreso a la libertad se los veía más violentos.
__¡Vamos! __le grito Filoso, metiéndose en el viejo Falcon de su padre. El auto salió derrapando a toda velocidad mientras los dos gritaban eufóricos. Desde la puerta del bar, Chico Grande se cubrió la cara con sus manitos, adivinando la inminencia de otro desastre que protagonizaría su hijo.
   La vieja camioneta Dodge que manejaba Jorge Zaca avanzaba lentamente, acompañando cada pozo con quejas de su destartalada carrocería. Pese a la lentitud lo tranquilizaba un poco saber que al fin iba al encuentro de su hija. Cuando vio por el espejo que el Falcon se acercaba a toda velocidad, supo que eran los de la estación de servicio, pero pensó que esta vez no tendría inconvenientes para hacerse entender. Igual, si se llevaban la camioneta, al menos ya había hecho la mitad del camino.
   Aminoró la marcha para que no pensaran que pretendía escapar, pero el Falcon se coló adelante y freno de golpe. Se bajaron los dos muchachos, uno de ellos con una gran llave francesa en la mano, pero aún así Jorge no sé alarmó. Pensaba que lograría tranquilizarlos y hasta podía hacerse el simpático mostrándoles una foto de una revista donde el aparecía sonriente entre dos chicas en bikini bajo el título "Ni tan feos, ni tan sucios, ni tan malos". Estaba seguro de que terminarían ayudándolo.
   Jorge se bajó de la camioneta con el bidón en la mano.
   Lo dejo a un costado del camino y enfrentó a los muchachos con una amplia sonrisa.
   Chico Chico sabía pegar rápido y Jorge casi no llego a ver el puño que estaba por estallar contra su cara.
__¡Momento, momento! __se quejo Jorge cuando ya estaba en el piso, seguro de que todo lo que necesitaba era un minuto para dar explicaciones. Pero no. Una patada que le dio Filoso en la espalda le sirvió para saber que no tendría esa oportunidad.

La noche de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora