Miel

221 38 3
                                    


9—Miel

Una semana mas tarde la joven guardaespaldas miraba como la niñera le hacía una trenza a Yue y esta a su vez movía los delicados cabellos de su muñeca intentando lograr algo parecido. Una dulce sonrisa se extendió por el rostro de Seiren al recordar la muñeca que un día tuvo.

Una vez Mika terminó la niña dijo a las dos con su habitual energía--¡Vamos al jardín!—y salió corriendo.

Seiren habituada a hacer mucho ejercicio agradeció su condición física ya que la niña demandaba mucho esfuerzo.

Llegaron a la parte posterior del patio, eran pasadas las 10 pero era domingo así que la hora realmente no importaba. Mika estaba ahí al igual que la cocinera porque el señor Wheeler tenía un almuerzo de negocios con un inversionista extranjero que quería invertir en el nuevo hotel cinco estrellas. Al rubio le dolía dejar a su hija en domingo y de eso todos se daban cuenta pero ere era el trabajo y si quería superar el revés económico en que la última crisis les dejara debía hacer ciertos sacrificios.

El joven Moto como socio de Joey estaba ahí pero se cuidó mucho de sus actitudes frente al castaño. Ya todos sabían lo que había hecho al abogado de Pegasus y se cuidaban muy bien de él. De hecho era un secreto a voces que el tipo no tenía ningún reparo en dispararle a una persona desarmada. Joseph Wheeler estaba un poco más seguro ahora.

Yue cantaba ahora una canción aprendida en el jardín que hablaba de cómo los pajaritos extienden sus alas y aprenden a volar.

¡Algo es seguro! ¡Con una niña así el sobrepeso no es problema!—dijo agitada Mika a Seiren mientras intentaba recuperar el aliento. Le había gritado todo el camino que no corriera pero ella ni caso.

La pelinegra le sonrió a la castaña y luego volvió su atención a la niña y es cuando vio que la atención de esta había sido atrapada por un árbol. Ambas mujeres se acercaron y de inmediato Yue apuntó a lo alto y les dijo--¡Miren!—

Los ojos violetas de la custodio se dirigieron a lo alto del ramaje para encontrarse con dos puntos azules y redondos que la observaban al parecer muy asustados y fue entonces cuando el pequeño animalito exclamó--¡Miiiiiauuuuu!—su pelaje no se veía bien por lo tupido del follaje.

¡Tiene miedo! ¡Sálvenlo porfis!—dijo la niña apretando fuerte contra si a Marian, su muñeca.

¡Se ve asustado!—confirmó Mika algo temerosa de que el pequeño gatito se cayera.

¡Yo lo bajaré!—dijo la ojivioleta y se sacó el saco para trepar.

¿Estás segura?—preguntó la ojimiel.

¡No te preocupes! ¡Esto es pan comido para mí! Subía árboles más altos cuando era niña—dijo Seiren y subió--¡Hola hermosura! ¡Ven conmigo!—le dijo al gatito cuando llegó a su lado pero este solo retrocedió encrespado hasta lo más delgado de la rama. La custodio pensó "Si intento atraparlo probablemente retrocederá y se caerá o me arañará el rostro" Fue entonces que recordó su cinturón e intentó probar.

Desde abajo cuatro ojos la miraban atenta.

La pelinegra se sacó el cinturón con una mano y con la otra se sostuvo luego tiró la parte contraria a la hebilla hacia el pequeño minino para después deslizarla lentamente hacia ella. Como pensó el felino actuó instintivamente, tratando de atrapar la presa que huía de él y entones dejando el cinturón la ojivioleta atrapó al animalito por la nuca y así lo bajó.

AMOR EN CUSTODIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora