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...—Señorita Aitana esto no pude ser. Yo soy su guardaespaldas.

—Deja de tratarme de usted, Luis. Soy solo Aitana y si puede ser.—susurró ésta aún mareada por el increíble beso que se habían dado.

El guardaespaldas se moría por seguir besándola e incluso hacerla suya allí mismo pero tenía un cometido que cumplir, una responsabilidad y no podía dejarse llevar solo por un instinto.

—No, esto no está bien—dijo finalmente echando para atrás a la chica y levantándose rápidamente del sofá.

Aitana lo miró asombrada y también algo triste.

—Cepeda ¿por qué me tratas así?, yo quiero besarte, me gustas mucho. Jamás me había sentido tan atraída por alguien.

El moreno resopló.

—Mira, en otras circunstancias no dudaría en que esto siguiese adelante pero yo debo protegerte. Además eres muy joven y tienes mucho por vivir. Mi vida es muy complicada y esto la complicaria más.

—¿Acaso no te gusto?, ¿es eso?, ¿Crees que soy poca cosa para ti?—preguntó la joven con los ojos húmedos.

El guardaespaldas estaba a punto de coger algo y romperlo, sentía una enorme frustración al verla llorar y ser él mismo, el causante de sus lágrimas.

—Respondeme Luis, ¿acaso es eso?, ¿crees que por tener yo dieciocho y tu veintiocho, no soy mujer para ti?.

Cepeda sonrió irónicamente y luego volvió a acercarse a la chica, la cual secaba sus lágrimas con su mano mientras abrazaba un cojín.

—Créeme, tú eres una mujer preciosa y muy dulce como no pensé que serías. Estaría loco si dijese que no me gustas, al contrario me encantas. No debes infravalorarte porque tengas solo dieciocho años. Aitana yo soy tu guardaespaldas y estoy aquí para protegerte y eso haré, aunque sea de mí mismo.

La chica lo miraba fijamente mientras hacía un puchero con su boca y sus ojos volvían a humedecerse.

—Pero yo quiero estar contigo, nadie lo sabrá si no quieres.

Luis acarició su cabeza y le dio un tierno beso en la frente.

—Oh Dios, eres tan adorablemente hermosa mi niña pero no puede ser, lo siento.

Después de eso Aitana se levantó del sofá y rápidamente subió las escaleras hasta su habitación donde entró y se tiró en la cama, abrazó su almohada y se echó a llorar.

Cepeda resopló resignado, rechazar a Aitana había sido lo más duro que había hecho en su vida.

—Maldita sea...espero que sepas lo que estás haciendo—se dijo a sí mismo y luego subió las escaleras para ver si Aitana necesitaba algo.

Al día siguiente, tras desayunar con sus padres y luego despedirlos, la benjamina de la familia subió a arreglarse para ir a clase.

Al bajar buscó a Cepeda y la doncella le dijo que ya estaba esperándola fuera y entonces ésta se despidió y salió de la cocina para irse.

Cuando casi llegaba al aparcamiento, Aitana vio a su guardaespaldas junto al coche que sus padres le habían regalado meses atrás.

Cepeda la estaba mirando y luego tras decir algo que ella no alcanzó a escuchar, empezó a reírse.

Cepeda la estaba mirando y luego tras decir algo que ella no alcanzó a escuchar, empezó a reírse

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—¿Acaso vas a un desfile o a la Universidad?.

Aitana quería mantenerse seria pero no pudo y entonces tiró la mochila em la hierva y comenzó a posar.

Aitana quería mantenerse seria pero no pudo y entonces tiró la mochila em la hierva y comenzó a posar

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—¿Qué tal me veo?, ¿Y así?.

Tras unos minutos cogió de nuevo la mochila y caminó hacia el coche.

—¿No va a coger frío con un vestido tan corto señorita Ocaña?.—habló Cepeda subiéndose al vehículo.

—Tranquilo ya estás tú para protegerme, ¿no?, además siempre puedes darle una paliza al termómetro—dijo con sarcasmo Aitana.

Cepeda la miró de reojo y soltó un bufido, luego arrancó el coche y condujo hasta el campus universitario de su protegida.

La chica se bajó del coche y con su mochila al hombro caminó hacia la puerta para adentrarse, no sin antes colocarse bien un par de veces el corto vestido, bajo la atenta mirada del guardaespaldas y algún que otro chico más.

—Tranquilo, no hace falta que me acompañes. Me sé el camino de memoria—dijo Aitana intentando sonar seria, aunque por dentro estaba disfrutando de la confusión de su guardaespaldas, el cual la miraba fijamente.

Cuando su protegida salió de su campo de visión, Cepeda resopló golpeando el volante con frustración, ya que desde que había visto a Aitana descender las escaleras del jardín de la casa, con ese minúsculo vestido, no había parado de desear habérselo arrancado a mordiscos, estaba visto que la pequeña ángel endemoniada lo estaba torturando.

—Joder... esto va ha ser realmente muy duro y no me pagan lo suficiente.

1. Mi nuevo guardaespaldas (Aiteda)-TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora