Cenicienta: La estafadora

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Érase una vez, en un reino lejano, una joven dama de noble linaje llamada Cenicienta que, tras la revolución del pueblo contra sus soberanos, perdió toda posesión y bienes. Vivian en aquel momento en una humilde caseta de cazador en un pequeño bosque. Ella y su madre tenían que mantenerse como podían, cultivando y cosiendo, cosas que Cenicienta nunca había hecho ni quería hacer. Pero como su padre había fallecido, no tenían otra forma de conseguir dinero. Ella odiaba hacer los quehaceres de la casa, en especial limpiar.

Un día encontró, en un viejo baúl, dos libros: uno trataba sobre una chica que, maltratada por sus hermanastras, iba a un baile, perdía un zapato y el príncipe la encontraba y se casaban, mientras que el otro trataba sobre una dama que era rehén de una temible bestia que al final resulta ser un rico príncipe. Tras leerlas se le ocurrió una brillante idea. Rebuscó en sus pertenencias en busca de sus mejores galas y tras explicarle su plan a su madre, la hizo vestir de doncella. Con el poco dinero que habían ahorrado compraron una vieja carroza y un corcel. Tras unos días de arreglos y adornos parecía nueva. Acicalaron al caballo y partieron hacia la capital del reino.

Aquel reino era famoso por tener un príncipe muy mentecato y bastante cobarde. Aquella noche había un famoso baile por las festividades del reino, allí fue Cenicienta. Durante el baile acaparó al príncipe y, con su mejor virtud de belleza y actitud, encandiló al joven. Cuando llegó la hora de la clausura de la fiesta, ella le embaucó diciendo que era prisionera de una malvada bestia y que solo podía salir una vez al año durante una noche, y que tenía que volver enseguida antes de que amaneciera. También le explicó que la forma de liberarla era pagando su rescate. El príncipe estuvo dispuesto a pagar lo que fuera por ella. Cenicienta satisfecha con lo que trajera, le dijo dónde encontrar su prisión y después escapó rauda como pudo del castillo.

Esa misma mañana llegó el príncipe acompañado por dos amigos. Cenicienta les esperaba en la puerta vestida con harapos. Los hizo entrar y les ofreció bebida mientras esperaban a que llegara la bestia que había salido a cazar. Las tres víctimas se desplomaron en el suelo tras el primer sorbo a la bebida. Las setas alucinógenas hicieron buen efecto, después, cuando al verse rodeado de animales disecados empezaron a luchar con ellos como si de dragones y demonios se trataran. Mientras ellos estaban delirando, madre e hija recogieron todas las pertenencias de los muchachos y el oro que traían. También recogieron su equipaje y dejaron atrás aquella choza y el reino para siempre. Aunque durante el camino repitieron el engaño con otros nobles manipulables.

Llegaron a un nuevo territorio donde se instalaron en un pequeño palacete aún muy humilde en comparación al que tenían cuando su padre estaba vivo. Allí empezaron a coger renombre y cierta fama. Alardeaban de su noble linaje extranjero. Pero Cenicienta no se conformó con eso, ella quería más riquezas. Por eso ideó un nuevo plan, desposarse con un burgués, los cuales tenían riquezas pero no privilegios por lo que podría utilizar su linaje para poder enlazarse con alguno. Tuvo paciencia y esperó a que la burguesía hiciera una de sus fiestas del comercio. Eran eventos donde se reunía la gente más poderosa y rica del reino y comerciaban con sus mercancías. Lo que Cenicienta no se esperaba es que, durante su búsqueda de burgueses ricos, acabaría enamorándose a primera vista de un hermoso joven que resultó ser el príncipe del reino y él también parecía interesado en ella. A los oídos del príncipe habían llegado los rumores de que no hacía mucho se había instalado una joven de linaje extranjero. Una joven hermosa y de buenos modales que estaría en la fiesta de la burguesía por lo que asistió a ella para conocerla.

Ambos jóvenes empezaron a cortejarse y aquello desembocó en boda. La madre de Cenicienta, que siempre había sido una mujer con una buena capacidad de presagiar las cosas malas, avisó a su hija de que tenía un mal presentimiento con aquel hombre. Pero ella la ignoró y la criticó de haberse enamorado de un famoso caballero errante. Tras aquello, ambas discutieron y tras finalizar el día de la boda de su hija, la madre se marchó con su amante. A Cenicienta le importar bien poco, ya que por fin había alcanzado el pico más alto de la jerarquía. El palacio era enorme y dedicó su tiempo a explorar cada rincón. Al final, se percató que desde que había entrado no se había encontrado a nadie. Extrañada por la falta de sirvientes, se dirigió a la cocina, donde encontró a una mujer cocinando. Feliz de poder ejercer su autoridad empezó a mandarle hacer cosas. Hasta que la mujer se giró y con voz autoritaria dijo que ya podía ponerse a limpiar ella y le pasó el cucharón y el mandilón que llevaba. Cenicienta se encontraba desconcertada con lo que acababa de ocurrir y muy enfadada por la ofensa. Agarró a la mujer del brazo y la arrastró hasta los aposentos de su marido, el príncipe. Este se encontraba hablando con el Rey. Cenicienta entró indignada y les contó lo sucedido y que debían castigar a la sirvienta. A lo que ellos empezaron a reír. "No hay sirvientes en esta palacio. La mujer que estas sosteniendo es mi esposa, la Reina" Dijo el Rey. Cenicienta no cabía en su asombro. "Ahora el legado de limpiar y cocinar pasa a ser tuyo, Cenicienta. Parece que mi hijo no te explicó las reglas de esta familia" Continuó su majestad. La Reina prosiguió "La mujer más joven y de menor rango se encarga de los quehaceres del lugar hasta que llegue otra y la sustituya. Ya ansiaba de todo corazón de que mi hijo encontrar esposa y por fin poder ser Reina. Ahora empieza a limpiar"

Y así, Cenicienta que había sido noble de cuna, cayó en pobreza y a partir de engañar a otros consiguió riqueza, acabó viviendo como una sirvienta en el palacio de aquel reino hasta que otra mujer la sustituya. Y cuento contado, cuento acabado.

Caperucita roja y otros cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora