Érase una vez, a las afueras de un pueblo, vivía un feroz y hambriento lobo, o eso decían los pueblerinos siempre, ya que el lobo nunca atacó a nadie. Más bien, todo lo contrario, los cazadores siempre le robaban todas las presas y, por tanto, el lobo constantemente pasaba hambre.
Una noche, como era habitual, el lobo no podía dormir por el hambre que tenía y decidió pasear por su zona de caza, deseando tener la suerte de poder llevarse algo carnoso a la boca. Pronto escuchó un llanto y fue raudo pensando hallar una presa fácil. Mas lo que encontró no fue otra cosa que un niño humano, que con ojos llorosos gimoteaba tirado en el suelo. El pequeño al ver al lobo empezó a gatear hacia él. El animal incapaz de comérselo empezó a recular, pero el pequeño lo tomó como un juego e intentó ponerse de pie para alcanzar al lobo feroz. Pero el pequeño que aún no sabía caminar correctamente, tropezó y rompió a llorar. El lobo no supo cómo reaccionar y se acercó a él. Con el morro, suavemente, lo ayudó a incorporarse y lamió sus lágrimas. "Saladas" pensó el lobo. El niño se agarró al pelaje del animal e intentó subirse. El lobo retrocedió, pero con miedo a que volviera a llorar, acabó agachándose para dejarle subir. Antes de alejarse de allí, con el niño, pudo ver que había otro humano adulto tirado sin vida no muy lejos de allí. El olor a pólvora le impidió acercarse al cadáver.
El tiempo fue pasando y el lobo cuidó al niño en su guarida. Lo poco que conseguía cazar se lo ofrecía al pequeño. Por desgracia nunca fue carne, siempre frutas, queso robado de algún poblado cercano o alimentos que veía comer a los cazadores. El lobo feroz se fue debilitando por la falta de buenos alimentos y de compartir lo poco que encontrara con el niño.
Un día, el lobo ya casi incapaz de poder siquiera mantenerse él mismo y con el pequeño capaz de caminar sin problemas por su cuenta. Decidió guiarle hasta el pueblo más cercano, para que estuviera con los suyos y tuviera más posibilidades de sobrevivir que con él. Escondido entra las sombras de los arbustos le indicó al pequeño que siguiera recto. Una persona estaba agachada a la orilla del rio cuando vio al pequeño y rápidamente fue a su ayuda. El lobo satisfecho volvió a su hogar.
Lo que no se esperaba es que los cazadores habían localizado su guarida. Entonces empezó la persecución. El lobo feroz podría no haber hecho nada en su vida, pero cargaba con todos crímenes que ocurrían en el bosque: Desde asesinatos a desaparición del ganado. Sin fuerzas, sabía que no veía otro día, pero si debía de morir quería ver una última vez a aquel niño.
Los cazadores le dieron alcance cuando había atravesado el camino hacia el pueblo. Jadeaba, era más pellejo que lobo, las costillas se le marcaban en los costados y en su columna se podían contar hasta las vértebras. Aquello produjo que los habitantes del pueblo, en vez de sentir miedo, sintieran lástima por el animal. El lobo olfateó entre jadeos moribundos el camino hasta el pequeño. Por el ruido, se abrió una puerta y apareció el niño que rápidamente reconoció al lobo y fue a abrazarlo esquivando a los adultos que intentaban pararle. Cuando se alcanzaron, el animal sintió el cálido abrazo de afecto del pequeño, el olor del calor del hogar y tras dar un agradable suspiro, se desplomó en sus brazos.
Así murió el último lobo de aquel territorio, señalado por crímenes que nunca cometió, siendo el malo de la historia hasta el final.
![](https://img.wattpad.com/cover/27003231-288-k580558.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Caperucita roja y otros cuentos
Cerita PendekUna forma distinta de escribir el cuento de "La caperucita roja" con un final inesperado. ¡No os perdáis otros interesantes cuentos!