La princesa secuestrada

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Érase una vez, en un reino muy lejano, una princesa raptada por un poderoso dragón. Los reyes devastados por la pérdida de su hija, reunieron a todos los valerosos caballeros que encontraron y les prometieron la mano de su hija y el trono del Rey a cambio de rescatarla de las temibles fauces de aquel reptil.

Muchos fueron los hombres y jóvenes que se lanzaron al rescate de la noble princesa, en vano. Nadie podía rivalizar con el poder de aquel dragón. Cuando ya todos habían perdido la esperanza de poder recuperar a la joven, un príncipe de otras tierras, conocido por ser un asesino de dragones, llegó al reino con intención de desposarse con la princesa y librar al reino de tal peligroso dragón.

"No temáis buena gente. Yo, el príncipe Graham VII. Mataré al dragón y traeré de vuelta a la princesa."

El joven emprendió el camino hacia el bosque, cruzó el río, subió la montaña y supero pruebas que otros pretendientes habían fallado. Por fin, el príncipe llegó hasta el lugar indicado, pero allí no había nada, únicamente una pequeña y humilde casa en la cual una joven muchacha estaba tendiendo la ropa. Se acercó para preguntar sobre la princesa. La chica le explicó al príncipe que muchos hombres habían llegado allí pero que todos, al ver que no había nada, daban la vuelta, en algunas ocasiones eran atacados por lobos al regresar de noche por el bosque. Ella supuso que por no quedar en evidencia dijeron que no habían ganado al dragón, pero allí no había visto ninguno. El príncipe no se creyó aquello y la tachó de bruja amenazándola con quemar su casa, si no le decía el paradero de la princesa y el dragón. La joven suspiró resignada y le dijo que únicamente le diría algo, si la ganaba a un duelo de espadas. El joven no se lo pensó dos veces y desenvainó. El duelo no duró demasiado, aunque ambos eran muy hábiles, la muchacha ganó.

"Sí, muchos otros chicos me retaron para sonsacarme información y todos perdieron. Se marchan después de eso."

La chica le indicó el camino de regreso mientras se disponía a volver a su casa y retomar su rutina. El hombre henchido de rabia por la humillación de haber perdido a manos de una mujer se lanzó a atacarla por la espalda, momento en que descendió desde el cielo una enorme sombra. El chico estibó al dragón por un pelo, pero su espada había sido atrapada entre las garras de la bestia, que gruñía con fuerza. El príncipe seguía con el culo en el suelo incapaz de levantarse mientras a pocos centímetros de su cara estaba el dragón soltando su aliento sobre él.

"Es que llegáis a ser pesados. ¡No quiero volver con los maltratadores de mis padre!"

Lo cierto es que aquella princesa no fue raptada, sino que huyó de sus padres, los cuales abusaban de ella, pero hacia el reino aparentaban ser una familia feliz. Conoció a la dragona de la cual se hizo amiga en el bosque poco después de huir. El rey y la reina para evitar que supieran de la situación de palacio, dieron la falsa noticia del secuestro. Es la dragona quien protege a la princesa de pretendientes que solo les interesa el puesto de Rey y los que quieren arrastrarla de nuevo a palacio.

La dragona soltó una pequeña llama que le quemó la mitad del pelo al chico, espabilándolo. Este se levantó raudo y así como pudo, salió corriendo. Tras de él quedaban la enorme bestia sentada junto a la muchacha mientras esperaban perderle de vista.

Lo cierto es que en ese momento, la joven estaba haciendo las maletas para marcharse de una vez por todas de aquel reino y viajar a tierras lejanas. No habían podido irse antes porque cuando decidió huir, la dragona estaba incubando huevos y hasta que estés eclosionaran y aprendieran a volar, no podían marchase. Decidieron pues, construir una casa y esperar a que fuera el momento indicado para partir. Sabiendo de la invención de los reyes, pusieron pruebas por el camino y un lugar sin salida. Cuando por fin se marcharon, ambas pudieron disfrutar de nuevo de lo que era la libertad bajo aquel claro e infinito cielo azul. 

Caperucita roja y otros cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora