La bella y la bestia (GL)

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Había una vez, en un reino muy lejano, una princesa muy avariciosa e inútil en los quehaceres rutinarios. Un día de tormenta, llegó a su mansión un viejo mendigo pidiendo refugio. La princesa se negó a darle cobijo, por lo que el hombre maldijo a la chica volviéndola un horrendo monstruo y a sus sirvientes en estatuas. A partir de ese día, la mansión de la princesa pasó a llamarse la guarida de la bestia. Bestia vivía en la inmundicia y el desasosiego.

Una noche, Bestia escuchó como alguien se colaba en su jardín. Un señor había entrado en sus rosales para llevarse una de sus rosas azules. El hombre fue capturado y encerrado en la mansión. El señor rogó por su vida y libertad, y tras explicarle que era un viudo, y que su única familia era su hija, quien esperaba por él, la Bestia aceptó un intercambio entre padre e hija. El hombre se negó, pero en pasar unos días más accedió.

Una carta fue enviada a la hija del viudo, y rauda como pudo, fue a rescatar a su padre. La Bestia dijo que a cambio de su padre y de las rosas que estuvo por robar, la chica habría de pasar un año con ella. Así los tres aceptaron el contrato. Bestia lo único que quería era compañía.

Bella, que así se llamaba la hija del viudo, era un chica encantadora y una maniática del orden y la limpieza. En entrar a la mansión y ver lo abandonada que estaba no tardó en ponerse a limpiar. Bestia también lo intentaba, pero daba más trabajo de lo que ayudaba. Aun así Bella con mucha paciencia le ayudó a aprender como limpiar. Poco a poco, se fueron abriendo una a la otra. Bella empezó a ver que Bestia no era una mala persona, solo una incomprendida y bastante mal criada, y no daba tanto miedo como decían en el pueblo. Bestia por su parte decidió contarle sobre su infancia, donde sus padres la ignoraban y los sirvientes no la dejaban hacer nada, aburrida solo podía llamar la atención de todos cuando pedía cosas, volviéndose avariciosas y pidiendo, de cada vez, cosas más imposibles de conseguir. Bella quiso remendar eso enseñándole a hacer todo lo que quisiera aprender.

Y así, pasó más de medio año. Empezaron a tener sentimientos la una por la otra, no querían separase. Pero una tarde, a la hora del té, les llegó una carta del padre de Bella diciéndole que este había caído gravemente enfermo. Bestia permitió a Bella marcharse a cuidar a su padre que vivía solo, pero antes de que se marchara le regaló el anillo más preciado que tenía, representaba la nobleza de la familia, el escudo de armas: las rosas azules.

Bella llegó hasta la casa de su padre. Dentro la esperaban algunos ciudadanos y el alcalde. La chica se olía una trampa e intentó huir, pero enseguida la capturaron. Los ciudadanos habían contratado a unos cazadores para librarse de la Bestia argumentando que esta había devorado a la noble y adinerada familia, y dieron como pruebas el anillo que le quitaron a Bella. Con eso emprendieron camino hacia la mansión. El padre de Bella le decía a su hija que eso era lo mejor, pero ella le explicó la verdad, de cómo había vivido con La Bestia. Dándose cuenta de su error, ambos emprendieron el camino para llegar antes que los cazadores y alertar a la princesa.

La Bestia intuía algo, que algo malo pasaba y en ver llegar a Bella y su padre, sintió que se había confirmado. Aun sabiendo del peligro, Bestia no huyó. Salió de la mansión, atravesó el jardín y esperó en la entrada a la muchedumbre de gente. No pensaba dejar atrás a todas las personas que se habían convertido en piedra por su ingratitud y avaricia.

Nunca había luchado, y menos en aquella monstruosa forma. De alguna forma la lucha contra los cazadores fue feroz y acabaron entrando dentro de los jardines, destrozando los rosales en la lucha. Bestia era la más herida de todos los presentes y aunque solo se intentaba defender, nunca llegó a herir a nadie. No quería hacerlo, porque reconocía a algunas de las personas que allí estaban mirando el espectáculo desde la valla. Fue entonces cuando Bella decidió actuar y cargando la escopeta de su padre acabó consiguiendo que retrocedieran los cazadores. El padre de Bella intentó disuadir a los presentes como pudo pero solo consiguió que uno de los cazadores le disparara. Por suerte, Bestia interceptó la bala evitando que le diera al padre pero recibiendo el golpe ella. El enorme monstruo se desplomó a los pies del hombre mientras Bella corría a socorrerla. Ya no había nada que hacer, y aun así Bella se negaba a soltarla. Y entre lloros y lágrimas dijo aquellas palabras que, escondidas en su corazón, no conseguían salir: "Te amo", tras aquel susurro entre llantos el cuerpo de Bestia empezó a sentir espasmos y bajo la atenta mirada de los ciudadanos y cazadores, La Bestia volvió a la forma de la joven princesa. La oscura niebla alrededor de la mansión empezó a disiparse y, poco a poco, todos los habitantes de la casa empezaron a librarse de aquel estado de petrificación. Todos parecían ponerse alegres, pero la princesa seguía sin moverse. Bella se acercó la cara de la joven a la suya para comprobar si respiraba, entonces la princesa aprovechó para robarle un beso de los labios. Bella no le hizo gracia por un momento aquello, pero enseguida empezaron ambas a reírse.

Cuando todo volvió a la normalidad, Bella y su padre se mudaron a la mansión de la princesa, persona que había cambiado radicalmente de personalidad y que ahora era más humilde. Y cuento contado cuento acabado. ¡Oh! Todavía no, porque una noche de tormenta, una vieja bruja buscaba refugio de la lluvia, tocó a la puerta y dos preciosas mujeres abrieron, y encantadas le ofrecieron cobijo y alimentos mientas pasaba el temporal. Al día siguiente, la bruja agradecida, les dijo que bendecía su emparejamiento con un final feliz hasta el fin de sus días. Y ahora sí, vivieron felices y comieron perdices.

Caperucita roja y otros cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora