Capítulo 17

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Miro absorta como las motas de polvo brillan cuando atraviesan los rayos de luz sobre mi cabeza. Desde que he comido, me he tumbado en la cama y no estoy haciendo nada más, solo pensar, bueno... en realidad ni siquiera eso. Estoy tumbada en mi cama boca arriba con la mente totalmente en blanco mientras Fergus duerme a mis pies.

Esta mañana ha tocado zafarrancho y por fin mi habitación tiene el aspecto deseable. Me giro y miro la vela de mora que he encendido al terminar y que he puesto sobre la cómoda que está junto al balcón, su aroma se ha expandido por toda la estancia y es tremendamente relajante. Kol ha seguido toda la mañana trabajando en el porche y después de comer aún seguía ahí, pero hace un rato he dejado de escuchar ruidos y he alcanzado a ver como empezaba a recoger todo el material y a guardarlo en el cobertizo.

Me incorporo y me acerco de nuevo al balcón, levanto la mano y acaricio con las yemas de los dedos el cristal, entonces veo que un coche oscuro se detiene frente a la casa de los Hansson. No alcanzo a ver la cara de su conductor, pero reconozco esa melena rubia, rizada y enredada de la chica que encontró a Fergus.

Me pregunto qué estará haciendo, pues aprieta el acelerador cuando Kol sale del cobertizo y se aleja en dirección contraria a la ciudad. Nuestras casas son las últimas de la calle antes de adentrarse en el bosque, pero hay alguna finca más adelante, siguiendo la carretera. Veo alejarse el coche y miro a Kol quien se ha quedado inmóvil, tenso y de pie en medio de su jardín viendo cómo se aleja la persona que parecía estar espiándole. Entonces recuerdo de qué conozco a la chica, es la que golpeaba a Kol en el entierro de Raner. Su novia.

El sonido del timbre me devuelve a la realidad, oigo que es mi madre quien abre la puerta y saluda a alguien.

—Buenas tardes señores Erikson —Perece que mi padre también se ha acercado a ver quién es, no solemos recibir muchas visitas—. ¿Está Janne en casa?

—Creo... creo que está en su cuarto, descansando. —Oigo decir a mi madre.

—¿Puedo subir? Créame señor Erikson, puede ahorrarse su cara de inquisidor, tengo menos peligro para su hija que para usted.

Puedo imaginarme la reacción de mi padre ante el comentario de Lars y decido bajar, justo a tiempo de interrumpir a mi padre.

—¿Qué haces tú aquí? —Termino de bajar las escaleras y me giro hacia mis padres haciéndoles la señal de que pueden marcharse—. Está bien, os esperan los babuhinos en el salón.

—Pe-, pero.

—Vamos cielo. —Mi madre arrastra a mi padre mientras él intenta articular palabra sin demasiado éxito—. Dejemos a los jóvenes que hablen de sus cosas. —Y cierra las puertas correderas del salón a su espalda.

—¿Babuhinos?

—Somos muy fans de los documentales de sobremesa. —Sonrío—. ¿Qué haces aquí?

—Bueno, mi hermana me dijo que había tenido unas palabritas contigo y me consta que fue bastante desagradable.

—Tranquilo, no me sorprendió sabiendo que era tu hermana. —Lars sonríe—. ¿Quieres pasar?

Lars hace intención de entrar pero entonces se detiene en el umbral y me sonríe.

—Mejor no, tu padre está bastante bueno y no quiero asustarlo.

—Eso... es extraño. ¿Sabes?

—¿El qué?

—Que alguien de mi edad me diga que mi padre está bueno. —Frunzo el ceño y enarco una ceja mientras sonrío.

—Bueno, parece joven. ¿Qué edad tiene?

—Treinta y nueve.

—Pues sí, es joven y está bueno.

—Vale. —Suspiro y cargo mi peso sobre la pierna derecha—. ¿Y has venido para decirme eso?

—He venido a invitarte a un concierto que doy esta noche. —Lars me extiende una tarjeta—. Puedes venir acompañada, si quieres. Podrías decírselo a tu padre.

Aprieto los labios y enarco la ceja, Lars sonríe y me guiña un ojo a la vez que me entrega una bolsa.

—Es broma cielo, no seas tan... —Me mira de arriba abajo—. No seas tan tú.

Pongo los ojos en blanco y él se aleja, abro la bolsa y encuentro un vestido negro con falda de tul y una chupa de cuero roja, parece caro, aunque me consta que el dinero no es un problema para él. Entonces, antes de que se haya ido del todo le grito.

—¿Por qué? —Lars se encoje de hombros y me sonríe.

—Es mi manera de darte las gracias, póntelo esta noche, ¿vale?

Cuando Lars se ha alejado, subo de nuevo a mi cuarto y tiro el contenido de la bolsa sobre la cama.

—¿Vas a ir? —El ventanal está abierto y Alexsy permanece de pie al otro lado. Las cortinas se agitan con el viento y veo como el cielo se oscurece amenazando con descargar una tormenta más típica del verano, pero hoy ha hecho calor.

—No lo sé, estaría bien... salir un sábado por la noche, como cualquier chica en lugar de quedarme en casa viendo pelis y comiendo palomitas en las noches de cine de los Erikson.

—No puedes ir sola.

—Pues ven conmigo.

—Sabes que eso es casi como ir sola a efectos del resto.

—Pero tú y yo sabemos que voy con la mejor compañía. —Le sonrío y luego me giro probándome por encima el vestido ante el espejo. —Es bonito, ¿verdad?

A través del espejo veo cómo me mira Alexsy, tiene la mirada triste y abre ligeramente la boca para hablar.

—Sí, lo es —habla con una ligera sonrisa, pero es una sonrisa triste. Luego veo cómo levanta la mano como si fuera a tocarme, pero acto seguido la cierra en un puño y aprieta la boca antes de darme la espalda.

La expresión de su cara me parte en dos, cada una de mis mitades lucha por hacer algo totalmente opuesto a la otra. Una parte de mí quiere abrazarlo, quiere besarlo y quiere llorar, la otra es la lógica, la que sabe que debe mantenerse firme, la que sabe que la próxima vez el castigo para Alexsy puede ser su propia destrucción.

《No lo hagas Janne》.

Pero la parte de los impulsos, la que siente, la que es caprichosa y vive intensamente es más fuerte y me veo a mí misma abrazándolo por detrás.

En una fracción de segundo Alexsy se ha girado y me sostiene la cabeza con las manos, apretando los dedos entre mi pelo y mirándome de frente. Sus ojos palpitan tras los mechones rubios de su pelo y brillan en un tono ámbar verdoso mientras me muestran su dolor. Pienso que va a besarme y siento que ya no lo deseo, que es un error, pero entonces cierra los ojos con fuerza y aprieta los dientes. Su expresión empuja a mis lágrimas a inhundarme los ojos y en un gesto brusco pega sus labios contra mi frente mientras respira con fuerza y las lágrimas empiezan a bajar sin control por mis mejillas.

Estamos un rato así, abrazados mientras nuestras respiraciones se atenúan y el latir de nuestros corazones recupera un ritmo normal.

—No me lo pongas tan difícil Janne.

TRAS EL SILENCIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora