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Se sentó con suma calma en uno de los mullidos sillones que ocupaban la estancia, mientras analizaba cada uno de los mensajes recibidos aquel día por los demás funcionarios.

Los problemas con los Clanes estaban aumentando. Podía imaginar por qué. Cerró el portátil con fuerza y condujo su vista al muchacho de cabello colorido que parecía estar muy entretenido leyendo uno de los libros que había encontrado en la estantería.

—Necesito que me mantengas informado de todo lo referente a los Clanes. No quiero que las cosas sigan saliéndose de control como hace poco.

—¿Y no es suficiente con que tengas a Minho como sirviente? ¿También tienes que enviarme a mí a hacer lo que te plazca?— expresó el menor con una voz colmada de ironía. —Creo que las palabras de: "no puedes hacer lo que quieras conmigo", te entran por un oído y salen por el otro.— murmuró exasperado, volviendo su atención al libro que sostenía grácilmente. El mayor ignoró las palabras del chico, para incorporarse del escritorio y tomar una copa de vino.

Llevar una vida como gobernador era sumamente ocupada. Principalmente cuando tenías que dedicarte a trabajar para la nación. Él, al igual que muchos en aquella sociedad, vivía solo para proteger, para tratar de crear una mejor vida. Pero sobre todo, para darle un buen futuro a la nación que por tantos años había querido, fuese mejor de lo que muchos pensaban.

La mayoría pensaría que sus ideas al respecto de un país sin guerra y solo con unos buenos asesinos que ocuparán la posición para derrocar a todos los que realizarán actos criminales, sería un acto despiadado y maquiavélico, pero él pensaba todo lo contrario.

Estaba orgulloso de tener a los mejores asesinos y esperaba hacer a Corea Del Sur una potencia mundial con respecto a ello. Podría crear innumerables personajes y subastarlos, venderlos a otras naciones que tuviesen su misma mentalidad, pero por ahora necesitaba ir despacio.

La próxima meta, sería llegar a la presidencia. Cuando el presidente haya dado el visto bueno, entonces iría al resto del mundo.

***

Se incorporó de la cama con los ojos enrojecidos. Ya era la quinta vez en toda la semana que no pegaba un ojo y deducía que era por el exceso de pastillas que estaba tomando. Seok Jin siempre le advertía de lo malas que podían ser para la salud, pero a él le estaba importando un comino en esos momentos el hecho de su sola existencia.

Sabía que estaba muy mal. Que no podía echarse al olvido y creer que otras personas no sufrían por él, pero la culpa y la ansiedad eran más fuertes cada día, y su interior lo único que podía hacer era mitigarlas tomando esas sustancias.

Se condujo al baño, sacándose la ropa que usualmente usaba para dormir. No se atrevió a mirarse en el espejo, porque sabía lo horrendo que debía estar. Se introdujo a la ducha y dejó que el agua se arrastrara por su cuerpo, llevándose con ella las lágrimas y los prontos sollozos que salían débiles de su garganta. Quería salir de el encierro en su corazón. Disipar la amargura que sentía.

¿Cómo podía resignarse a la pérdida? ¿Cómo podría, si ya su vida no significaba nada? La seguridad que una vez tuvo se había desplomado en el mismo instante en que Yoon Gi cayó ante sus ojos.

Restregó su cara y cuerpo con sus manos, para luego salir del baño y colocarse ropa cómoda. Bajó a la cocina decidido a tomar algo caliente, pues empezaba a sentir frío. Se encontró allí con sus dos compañeros y mejores amigos, JiMin y Tae Hyung.

Los chicos hablaban del trabajo y algunas cosas triviales, mientras engullían un plato de fideos instantáneos, que suponía, fue preparado por el rubio más alto.

—¡Kookie!— saltó JiMin en su silla, con un cachete relleno. —Hyeong dice que mañana tenemos un trabajo. ¿Te vas encargar de la comunicación?— preguntó el rubio más pequeño con los ojos fijos en el pellirrojo, levantando los palillos para rellenar más sus ya inflados mofletes.

—No lo se.— respondió, sorbiendo su nariz y encubriéndose tras uno de los platos que estaba sobre la mesa servido.

—¡Vamos, Jungkookie! Deberías estar con nosotros como éramos antes. Los tres mosqueteros de Seok Jin.— indicó el mayor con una sonrisa de las tantas únicas en él, alzando sus palillos como si fuesen espadas. Sonrió ante tal acción. Notando en su corazón un dolor por estar lastimando a sus mejores amigos al separarse.

Les estaba haciendo daño y a si mismo sobremanera, y lo lamentaba. Era un tonto por creer que era fuerte siendo la persona más sensible en el mundo.

Sin poder evitarlo, dejó el plato sobre la mesa y apretó a Tae Hyung en un furtivo abrazo. Se sentía tan cansado. Y ahora entendía por qué. Se había aferrado a la soledad y no a sus amigos, llevándolos con él a su decaimiento y el colapso de sus emociones.

—No llores, Kookie. Mañana será un mejor día. Todo estará bien.— susurró el rubio, fundiéndolo en su cuerpo y brindando suaves caricias a su espalda.

Cuánto los había extrañado.

Los necesitaba.

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Perdón por la espera.
Les recompensaré al máximo él no haber publicado muy seguido.

Deal - Kim Nam JoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora