Prólogo

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La gente a veces dice que los sueños son el reflejo de las emociones. Quizá era cierto, porque él nunca dejaba de soñar con esas personas. Había sido tan feliz en el pasado junto a ellos y no se lamentaba, aunque muchas veces le dolía.

Solo podía recordarlos por las fotos que su abuela siempre le mostraba, pues cada día que transcurría se iba olvidando en su memoria las caras conocidas que ya no estaban. El único recuerdo permanente eran los besos y los abrazos que sintió sobre su piel muchas veces.

No maldecía a Dios por su pasado, como mucha gente haría. No por la pérdida de esas personas que tanto amó. Más bien, agradecía haberlos conocido, haber sido su alegría, haber vivido ese poco tiempo a su lado y que ellos lo dejaran en manos de la mujer más amorosa y amable del mundo. La que lo había visto crecer y ser el joven que era ahora.

Él nunca tuvo tropezones en la vida. Siempre fue el mejor de la clase, el más astuto en la escuela, el más alto, educado y conservador. Un sin fin de adjetivos que podrían indicar lo excelente que era. A parte de que sin causa, las chicas gustaban de su seriedad.

Ahora tenía éxito.
Pero su debilidad siempre había sido, con el paso del tiempo, el haberse aferrado a esos dos chicos en especial; que no llevaban la misma vida que él. Con ellos había conocido el lado oscuro del mundo y más doloroso, porque aunque nunca lo había vivido por su propia carne, ellos lo vivían por él y lo conocía.

Muchas veces había querido estar en lugar de ellos. Principalmente cuando aparecían delante suyo con un semblante decaído. Hacia lo que estuviese en su mano para que este cambiara.

El los admiraba demasiado. Eran personas tan valientes que no podía creer que alguna vez existieran en el mundo. Las personas más estupendas que jamás llegó a conocer.

Apretó su puño cuando sintió que salía de su sueño y una aguja era enterrada en su brazo. Sus ojos se abrieron de golpe y su cuerpo se incorporó con una respiración agitada. Cuando sintió la luz molestarle en los ojos, los volvió a cerrar para tratar de adaptarlos a los rayos que provenían de la bombilla.

Observó su entorno con rapidez, percatándose de que ya no estaba en aquel lugar con el cuerpo adolorido y las heridas ardientes.

La habitación era espaciosa, pintada en colores fríos y claros. Una mujer examinaba el suero y con una sonrisa salió de aquel espacio en el que se impregnaba un olor fuerte a medicamentos. Esta salió, y un hombre unos años mayor que el, de hombros anchos y cabello castaño, cruzó la puerta cerrándola tras él con delicadeza.

Se volvió a Nam Joon y este lo miraba confundido. No recordaba cómo había llegado a ese lugar y la necesidad de recostarse al sentir un repentino mareo lo atacó. El castaño emitió unos pasos hasta él, y con ojos pasivos, se posó sobre su altura al lado de la camilla.

-¿Cómo te sientes?- expresó el hombre, mirándolo detenidamente.

-¿Qué es este lugar? ¿Cómo llegue aquí?- pregunto de pronto el menor, evadiendo las palabras del otro.

-Estás en un lugar de cuidado especial. Podríamos llamarlo hospital, pero no es específicamente eso.- expresó, acomodándose en el asiento cómodo. -Te encontramos tirado en casa de Min Yeong Hwan. Estabas bastante herido. Al parecer tú eres a quien Yoon Gi pretendía salvar de manos de su padre.

Nam Joon empezó a recordar todo lo que había sucedido. El siendo herido por ese hombre vil y despiadado de aquella manera, su desmayo por la pérdida de sangre, el tratar de liberarse de las ataduras... Bajó la vista con dolor ante todas las sensaciones que empezaban a despertar en su interior. ¿Donde estaba su amigo? ¿Porque no estaba allí como la otra vez?

-¿Dónde está él?- preguntó temeroso.

Seok Jin se quedó viendo al moreno unos instantes, meditando. No podía alterarlo en esos momentos, pero también el decirle era igual de arriesgado, así que se dispuso a retirarse.

-Es mejor que te recuperes ahora. Hablaremos todo lo que quieras cuando estés bien.- expresó, viendo que este mostraba una mirada triste, creyendo lo peor.

Nam Joon asintió levemente, dejando que el pensamiento de que posiblemente Yoon Gi estaba bien le invadiera y tratara de no amedrentarlo, pero era imposible. La idea de perder a uno de sus mejores amigos pujaba en su cabeza tan dolorosamente... Suspiró, viendo cómo aquel hombre de semblante calmado se iba.

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Creo que ya suponen qué pasa aquí, ¿verdad?

Espero esta historia les sea de mucho agrado.

Dedicó enteramente esta historia a Dejavu_korean porque se que ella ama a Nam de la misma manera que muchas lectoras. Espero lo disfruten.

Deal - Kim Nam JoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora