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Corrió por el pasillo, con las manos sosteniendo el aza de su mochila. Estaba retrasado y no quería escuchar la reprimenda del maestro, aún más quedar fuera de la clase por inegligencia. Su abuela estaría furiosa si escuchaba que su nieto había perdido clases por quedarse dormido después de pasar la noche en la computadora.

Llegó al aula en fracciones de segundos y escuchó la voz de la maestra. Se asomó por la ventana más cercana y cuando esta se volteó a la pizarra, intentó escabullirse por la puerta, pero fue descubierto. Sus ojos se salieron de sus órbitas al ver la cara de disgusto de la mayor. Esta se acercó y solo extendió su mano derecha con un dedo índice recto en dirección la salida.

Él adolescente, cabizbajo, suplicó a la profesora que lo dejara estar, que no pasaría de nuevo, pero esta hacía caso omiso a su petición. El menor, rendido, salió del aula y caminó en los pasillos, para bajar las escaleras y dirigirse a algún lugar del recinto en donde no se dieran cuenta de su error y lo detuvieran en la dirección.

El sonido de un piano siendo ejecutado con destreza lo detuvo en medio del segundo piso. Corrió rápidamente al notar unas maestras que se acercaban y cruzó la puerta más cercana. Allí la melodía era más intensa. Se volvió, notando entonces a un muchacho de cabello negro, que le caía descuidado sobre los ojos.

Parecía estar en su propio mundo, porque no detuvo él moviendo de sus largos dedos sobre el teclado. La melodía era suave, delicada y apacible, una nota de tristeza desprendía de ella hasta colarse en el pecho del menor. Unos pasos más y ya estaba frente a la base de madera del gran piano. Reposó su mano sobre ella y se dejó llevar por su sentido del oído.

Nunca antes había escuchado algo tan triste y bello a la vez. Eran las tonadas perfectas para una canción que él pudiese componer. Se enfocó un poco más en el pálido chico. Se notaba que era unos años mayor que él. ¿Dónde aprendió a tocar de esa manera?

—Es perfecta.—dijo sonriente. El mayor se detuvo y alzó los ojos al chico delante de él. Se apartó del instrumento rápidamente, para en seguida tomar su mochila y querer salir del salón. —Lo siento— indicó Nam Joon con una venia, percatándose de que había hablado en voz alta y asustado al ser cabello oscuro. —No quería interrumpirle, Hyeong. Pero es que me atrajo mucho su música.

—¿Cómo sabes que soy mayor?— preguntó el pelinegro, abortando la idea de salir de allí y quedándose sentado en el banquillo.

—Solo lo supongo. Perdón, Soy Kim Nam Joon.—dijo encogiéndose de hombros y haciendo otra inclinación más extendida. El mayor lo analizó con sus gatunos ojos, pasando la lengua por sus labios.

—Min Yoon Gi. ¿Porqué estás lejos de tu clase?— interrogó.

—No llegué a tiempo.— murmuró el menor avergonzado. Yoon Gi asintió, dándole poca importancia a sus palabras. Seguro no querría volver a casa por temor a que le peleasen. Colocó sus manos nuevamente sobre las teclas. El moreno se acercó, quedando al lado del banquillo. —¿Conoce clásicos de Beethoven?

—Algunos.— dijo, ejecutando La escala de Re.

—¿Esa canción es suya?—continuó indagando el menor.

—Mi madre me la enseño.— contestó el mayor, que se arrastró un poco en el asiento para darle espacio al castaño.—¿Sabes tocar?

—Solo un poco. Me gusta componer canciones. Aunque a veces la gente dice que no voy a llegar a ningún lado con eso.— expresó el chico. Yoon Gi lo observó.

—No creas eso. La gente solo dice lo que piensa, pero la única respuesta que tendrás si llegarás o no es cuando hagas ese sueño realidad.

Nam Joon escuchó atento esas palabras, guardándolas en lo más profundo de su mente. Estaba de acuerdo. Los dos jóvenes se quedaron allí hablando una poco más sobre sus deseos de ser grandes en el mundo. Eran extraños, dos extraños con un sueño y muchos deseos de triunfar. El destino estaba planeando muchas cosas para ellos que ni llegarían a imaginarse. Porque ellos, con una simple conversación habían dado comienzo a una amistad que perduraría.

***

Se levantó y condujo al baño para ver cómo estaba. Su rostro se veía apagado por el enojo y el llanto de la noche anterior. Apartó la mirada cuando sus ojos encontraron la marca que le recorría desde la mejilla hasta el mentón. Una de las tantas que jamás podría borrar aunque lo quisiera, pues eran la prueba de que nunca se imaginó viviría tanto en poco tiempo. Ellas eran el reflejo de su elección; De seguir allí al lado de esos dos chicos sin pedir nada a cambio, a pesar de tener un camino tan turbio y oscuro.

¿Porqué Ho Seok insistía en que se apartara? ¿No veía que él quería estar allí con ellos? ¿No veía que tenía miedo a que alguno muriera? Ya pasó demasiado como para tener la misma incertidumbre y desasosiego. No entendía cómo sus amigos pudieron aguantar el vivir así. Él no lo toleraría un minuto más viendo gente morir a su alrededor. Perdiendo a las personas que amaba...

El único remedio a todo aquello sería convenciéndolos de irse lejos con él. Tenía que hacerlo. ¿Pero cómo? Ahora más que nada las cosas estaban complicadas. Yoon Gi no tenía conocimiento de él mismo y Ho Seok, solo llevaba en la mente la idea de protegerlo.

¿Qué podía hacer?

Ya limpio, salió de la habitación y bajó las escaleras. Con aquellas cuestiones vagando en su cabeza. Aún seguía enojado con Ho Seok y no le dirigiría la palabra hasta que se convenciera de que lo que pensaba hacer era una locura. Entendía que su vida estaba en riesgo, pero ¿y que? Ya lo estuvo muchas veces en el pasado. El destino de sus amigos, el recuperarlos valía más. Un millón de veces más, y no podía rendirse ahora que podía intentar algo para alejarlos de allí.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Seok Jin, sacando un cuenco de uno de los estantes de la cocina. Nam Joon no respondió. Solo dirigió su mirada a la puerta de la cocina. —El no amaneció aquí.— contestó la pregunta silenciosa.

—Supongo que no cambio de parecer.

—Trata de confiar en el, Nam Joon. Ho Seok conoce mucho. Él ha podido hacer cosas con los Clanes que ni yo mismo he logrado. Es muy inteligente. El sabe lo que está haciendo.

—Lo se.— contestó recibiendo el cuenco con cereales. —Pero tengo miedo.— admitió.

—No lo dudo. Has pasado por muchas cosas, que no esperabas enfrentarán en tu vida, pero debes tener fe.

El más alto asintió. Revolviendo en su mente los recuerdos con sus dos amigos. Ellos siempre habían confiado en él. Le habían brindado parte de su corazón y de su vida tan profundamente...

¿Podría él hacer lo mismo en aquellas circunstancias, sabiendo que era capaz de terminar mal? ¿Que era posible perderlos a ambos en el proceso?

La vida estaba dándole muchos golpes bajos y no sabía ahora cómo enfrentarlo.

Escuchó el correteo de los tres mejores, que aparecían en la cocina para acabar con la caja de cereal sin remordimiento.

—Hyeong, ¿no hay más misiones en estos días?— preguntó, Tae Hyung llevando un puñado a la boca.

—No por ahora. Las cosas están normales.— contesto el mayor masticando un bocado. Nam Joon lo miró con los ojos como platos. ¿Es que no pensaba decirle a los chicos lo que ocurría?

—Eso quiere decir que estamos de vacaciones.— soltó JiMin con los brazos hacia arriba, eufórico. Y saltó sobre JungKook, que le dio un empujón luego.

—No seas tonto, JiMin. Sabes que eso entre nosotros no existe.— dijo El pelirrojo con un poco de nerviosismo. Sacó el bote de jugo en la nevera para servirse.

—Pero entonces, ¿cómo le llamarías a eso si no son vacaciones?— cuestionó con brazos cruzados el rubio.

—Descanso.— dijo el menor con una risita que le demostró al pequeño que se estaba burlando de él. Trataba de calmar la tensión allí. Porque Seok Jin no paraba de dirigirle la mira. JiMin le golpeó la nuca con sus pequeños dedos. —¡Oye!

—Eso es por tu falta de respeto.— dijo el rubio con una mueca.

—La edad contigo no cuenta. Eres más pequeño, debería ser tu Hyeong.— se mofó el pelirrojo, sacándole la lengua.

—¡¿Quieres una paliza?!- gritó sofocado, con los mofletes abultados y los labios fruncidos. JungKook se rio ante la escena y los demás solo se quedaban viendo lo tierno que parecía el pequeño rubio molesto; Olvidando que por debajo se ocultaban los planes del Clan por mantener a JiMin a salvo.

Seok Jin se incorporó del asiento, simulando que estaba dispuesto a reprender a los menores. Se rió suavemente, sintiendo la mirada de Nam Joon enfocada en su rostro pasivo y a simple vista suave al tacto.

El moreno sonrió, regocijado en la calidez del momento y guardando en su mente el preguntarle al castaño más tarde la razón de ocultarle todo aquello a JiMin. Este encontró sus ojos y le dedicó una dulce sonrisa asintiendo.

Nam Joon comprendió que estaban pensando en lo mismo. Su cara lo decía todo.

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Un hermoso capítulo con mucho amor porque si!

Deal - Kim Nam JoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora