Epílogo.

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Harry miró por la ventana hacia los cuneros, la mirada perdida y los ojos hinchados por las lágrimas y la falta de sueño de las últimas horas. Los cuneros estaban prácticamente vacíos, además del muy pequeño James, sólo había dos bebés más que habían nacido un día antes y que por cuestiones clínicas debían permanecer bajo vigilancia. No así James que aunque era pequeño, como todos los cachorros nacidos de Omegas, era un bebé sano y fuerte, sin ningún problema en absoluto, el cuerpo de su padre le había brindado todos los nutrientes mágicos y biológicos necesarios.

Harry creía que era un poco injusto.

Suspiró temblorosamente, sus ojos amenazando con volver a soltar algunas lágrimas. No sabía qué sentir por su cachorro en ese momento. Lo veía como su hijo, pero también como la razón de su separación con Draco, su precioso esposo al que amaba más que a su propia vida. Si algo le pasaba a Draco, Harry no creía ser capaz de seguir adelante, de poder ver a ese bebé sin recordarlo a cada maldito segundo.

No, no quería pensar en eso.

Una pesada pero reconfortante mano se posó sobre su hombro, Harry no volteó, simplemente miró en la ventana el reflejo de su padre alumbrado por las blancas luces de hospital. Sintió una presión en su brazo cuando su madre lo tomó cariñosamente. Ese simple gesto de apoyo le hizo querer derrumbarse y ponerse a llorar como un niño, pero ya había hecho eso por al menos una hora, hasta que Remus lo había convencido de que ver a su bebé le haría sentir mucho mejor.

No sabía sí esa afirmación había sido verdadera. Harry sólo podía sentir dolor.

Lily recargó su cabeza de cabellos rojizos sobre el hombro de su hijo y James apretó un poquito más su hombro, los tres mirando al bebé de cabecita de cabellos oscuros y desordenados, no tan oscuros como los de Harry, eran más bien castaños como los de su abuelo. Sus manitas apretadas en pequeños puños sobre su pecho y su labio inferior en un pucherito dormilón, completamente ajeno a la situación de tensión que sus padres estaban viviendo.

Unos pasos rompieron el silencio del pasillo. James y Lily miraron en dirección al ruido, Harry no, Harry estaba demasiado ocupado perdido en sus pensamientos. Narcissa y Lucius se acercaron en silencio y se detuvieron a la derecha de los Potter, mirando hacia la cuna de su nieto.

—Tal vez sería un buen momento para hablar del futuro de mi nieto —dijo Lucius con voz fría, como sí su hijo no estuviera en tratamiento intensivo, luchando entre la vida y la muerte.

—No creo que... —dijo James con aire preocupado.

—Por favor...—rogó Narcissa con voz apretada por el llanto.

Harry pudo ver por el reflejo de la ventana sus preciosos ojos azules, hinchados y atribulados.

—Sabemos —comenzó Lucius, cómo si no lo hubieran interrumpido. Su mirada perdida en la cuna de su nieto—, qué tal vez Draco no vuelva con nosotros —declaró haciendo que el corazón de Harry se estrujara dolorosamente—. Y aunque me pese aceptarlo, necesitamos decidir el futuro de su hijo. Como yo lo veo, Harry no está en condiciones de criarlo, así que Narcissa y yo estamos dispuestos a hacerlo, criarlo como si fuera nuestro.

—Creo que esa decisión es muy apresurada —intervino Lily—. Aún no sabemos sí Draco...

—¡Draco no va a morir! —declaró Harry encarando a los Malfoy—. Ustedes son sus padres ¿por qué están perdiendo la esperanza tan rápido? ¿Cómo pueden si quiera planear estas cosas en esta situación? ¿Tan poco valía Draco para ustedes?

Narcissa sollozó y el rostro de Lucius se endureció. El patriarca Malfoy se inclinó hacia adelante, un torbellino de furia, plantándose frente a Harry.

Nobody'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora