Capítulo veintiuno: Luz.

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Se abrió paso entre la multitud, los susurros violentos de la gente aturdiéndolo, un eco estruendoso que retumbaba en su cabeza, volviéndolo incapaz de reconocer cualquiera de las palabras que estuvieran siendo dichas. La gente se aglomeraba alrededor de la escena principal y le miraban. Harry no deseaba saber lo que esas miradas le decían, sólo deseaba que se detuvieran, porque entre más se adentraba en ese mar de gente que le observaba, se convencía a cada paso de que algo terriblemente malo estaba sucediendo.

Todo sucedía como en cámara lenta. La gente a su alrededor, sus labios moviéndose sin emitir sonidos, los niños asustados y confundidos y el sol terminaba de caer por el horizonte dejándolo todo en penumbras. Harry apenas era consciente de su propio cuerpo, de sus sentidos. Sus manos adormecidas y un zumbido molesto que había comenzado como un pequeño, y apenas imperceptible, pitido destrozándole los tímpanos.

Fue entonces que lo escuchó.

El pitido en sus oídos se intensificó y Harry apresuró el paso mientras se transformaba en un fuerte llanto que él reconoció de inmediato. El silencio se transformó en ruido, palabras; en oraciones que Harry entendía a medias, demasiado concentrado en llegar al núcleo de todo el alboroto. Conmoción, confusión, rumores dichos al viento que Harry hubiera preferido que permanecieran mudos.

—...secuestro... —había dicho una mujer.

—...vi nada... —dijo otra.

Un par de niños pequeños lloraban.

—...embarazado...

—Pobre Omega.

Las rodillas de Harry temblaban y su corazón latía rápidamente. Deseaba desesperadamente que todos guardaran silencio, que todo volviera al mutismo original de su conmoción. No podía soportarlo, entre más piezas de la escena eran reveladas, era obvio que no encontraría nada bueno al final de la multitud y no podía soportarlo. Sólo podía pensar en los peores escenarios posibles, mutilaciones, heridas, muerte.

Harry sintió un fuerte dolor en el cuerpo, un dolor que él sabía que no le pertenecía, el dolor que podía sentir gracias a su vínculo. Su Draco estaba sufriendo.

El llanto cobraba fuerza conforme más cerca estaba Harry, dentro de su cabeza una vocecita le dijo que al menos Teddy estaba a salvo, lo que era un alivio parcial. Aún tenía que empujar a unas cuantas personas más para descubrir si Draco estaba bien.

—¿Teddy? —preguntó Harry cuando divisó la pequeña cabecita de cabellos azules de su ahijado. Era un azul apagado y triste.

El enrojecido rostro del pequeño estaba empapado de lágrimas, mientras una mujer con rostro bondadoso y afligido intentaba tranquilizarlo en vano. El corazón de Harry se paralizó al no encontrar rastro de Draco, pero se obligó a sí mismo a ir junto a Teddy e intentar tranquilizarlo. Lo tomó entre sus brazos y el niño se enterró en su pecho, empapando su camiseta con sus lágrimas que, en vez de parar, se incrementaron.

—¡Harry! —decía entre llantos mientras su padrino acariciaba su espalda.

—¿Qué fue lo que sucedió? —le preguntó a la mujer quién no parecía capaz de encontrar una respuesta sin alterarse.

—Oh, señor Potter —dijo ella estrujando sus regordetas manos entre ellas—. Lo siento mucho, en realidad no sé qué fue lo que pasó.

—¡Fue un secuestro! —exclamó alguien entre la multitud, una mujer con su marido y dos niños—. ¡Yo lo escuché gritar!

Harry se obligó a mantener la calma y preguntar:

—¿Alguien vio al culpable?

—Probablemente era alguien con una capa de invisibilidad o un encantamiento desilusionador —declaró un joven que aparentemente acompañaba a sus hermanos pequeños a pedir dulces—. No pudimos ver a nadie, sólo lo escuchamos gritar y desaparecer.

Nobody'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora