Capítulo catorce: Calma.

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Harry encendió el motor de automóvil antes de darse un vistazo rápido en el espejo retrovisor. Se aseguró de que su ropa no estuviera chueca ni arrugada, que el cuello de su camisa estuviera bien doblado y acomodado, que sus gafas estuvieran enderezadas y que su cabello siguiera siendo un nido de pájaros, pero un nido relativamente ordenado. Tenía una cita, una cita importante con Draco y Harry quería lucir lo mejor posible, incluso había dejado que Hermione le colocará algo de loción encima y él detestaba esas cosas, le hacían sentir mareado.

Arrancó en dirección al norte, consultando la hora en el reloj de bolsillo que sus padres le habían regalado al cumplir la mayoría de edad; el reloj que había pertenecido a su padre y antes de eso, a su abuelo, el mismo que Harry heredaría a su hijo o hija cuando naciera, si es que llegaba a tener uno, Harry ya no pensaba mucho en eso, no después de todo por lo que Draco había tenido que pasar.

En la radio se podía escuchar The Scientist de Coldplay, su último éxito aparentemente. Harry se la sabía a medias así que simplemente la tarareaba; era muy fan de la música muggle gracias a su madre y a Sirius que incluso tocaba un par de instrumentos y le había enseñado a tocar un poco de guitarra, aunque Harry nunca había sido realmente bueno.

El paisaje cambiaba a ritmo lento, al mismo ritmo que la melodía de la radio, después de todo, no se podía manejar a gran velocidad en una ciudad como Londres y de todas formas Harry no tenía prisa, estaba a tiempo para recoger a Draco del consultorio.

Desde el día en que había sido internado y diagnosticado, el medimago a cargo de él prácticamente le había impuesto asistir a terapia con una doctora nacida de muggles con un consultorio particular, especializada en traumas como el que Draco padecía y por el que asistía a sesiones tres veces a la semana aun después de que se le había desintoxicado de la poción que había ayudado a sugestionarlo.

La poción había sido exactamente el tipo de compuesto que el medimago había supuesto, un brebaje creado en la edad media para despertar los instintos Omegas de un individuo y que generalmente creaba físicamente la idea de un embarazo, de esta manera era más fácil domar a un Omega y hacerlo sentir atado al Alfa, padre del supuesto cachorro. Además, esta poción facilitaba el lavado de cerebro pues junto con el encantamiento Obliviate ayudaba con la eliminación de recuerdos no convenientes y debilitaba la mente del sujeto para la implantación de nuevas ideas. Un salvajismo propio de la edad media que no debía dejarse resurgir.

Y aunque el «tratamiento» había sido muy efectivo con Draco, por el tiempo que había estado sometido, lograron sacarlo de él a tiempo y comenzar una etapa de reversión del proceso. Los aurores suponían que era por eso que Draco había estado aún en aquella casa, y no con Viktor en algún país lejano sin que se volviera a saber de él, porque de haber concluido el proceso, hubiera sido imposible que Draco volviera a ser el mismo. Hubiera sido por la eternidad el Omega perfecto para Viktor Krum, obediente, sumiso y amoroso. Una mentira.

Harry dio vuelta en la esquina sólo para detenerse un par de calles más adelante, frente a una florería donde adquirió un enorme ramo de narcisos blancos para su Omega. En comparación con el primer ramo de flores que le había regalado, este era elegante y ordenado y Harry esperaba que le gustara muchísimo, aunque el que había armado con Teddy había sido más colorido.

Dejando el ramo de flores cuidadosamente en los asientos traseros, Harry volvió a emprender marcha hacia el consultorio donde había prometido recoger a Draco para después hacer algunas compras de último momento para la fiesta de fin de año que se llevaría a cabo en Grimmauld Place y que era, de hecho, la primera vez que los Malfoy se unirían a una celebración con los Potter y todos sus amigos y seres queridos.

Harry no sabía que era lo que había hecho para merecer la aceptación de, principalmente, Lucius Malfoy, pero sabía que debía haber sido algo muy, muy bueno, si había aceptado su invitación a la primera y sin oponer resistencia. Sería una fiesta grande, llena de música y comida a la que asistirían los Black-Lupin, los Weasley-Granger, los Longbottom, los Lovegood y los Malfoy. Era un día especial porque, aunque habían pasado algunos meses desde que Draco había comenzado su recuperación, era la primera vez que convivían con sus familias y Harry se sentía un poco nervioso.

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