Capítulo ocho: Errores.

17.2K 1.6K 1.4K
                                    

Draco levantó la vista del montón de pergaminos sobre su escritorio cuando el sonido familiar de las alas de una lechuza se hizo presente. Conocía al ave por supuesto, Malfoy Manor rara vez dejaba abiertas sus protecciones para lechuzas desconocidas.

Draco miró al ave mensajera posarse sobre uno de los libreros mientras él volvía a su trabajo, a la revisión del estado actual de sus inversiones y sus empresas. No parecía que hubiera nada extraño, estaba ganando mucho dinero y todo parecía en su lugar, tal vez, Draco pensó, después de todo podría abrir un par de tiendas de pociones más en Escocia.

La lechuza visitante ululó intentado llamar su atención, pero el heredero Malfoy no se molestó en levantar la mirada. El ave, enojada, ululó con más fuerza.

—Estoy ocupado, por si no te has dado cuenta —le dijo con indiferencia al animal—. Si no te parece, puedes regresar con Blaise y volver más tarde.

La lechuza bajó del estante en que se había acomodado, pisando fuerte los papeles en los que Draco estaba trabajando. Con su pico, mordió el dedo del rubio y ululó una vez más, exigiendo que se le atendiera de inmediato. Draco gimió y maldijo por lo bajo, mirando su magullado dedo con el ceño fruncido y tomó la carta de la pata de la lechuza que triunfante, salió volando por donde había llegado.

Draco dejó la carta a un lado y continuó con su trabajo. No necesitaba abrirla para saber lo que decía, Blaise había mandado al menos una de esas por día y Draco ya estaba cansado de su drama de amante. No había carta en que no le exigiera que se vieran una vez más, ya fuese para cumplir con las citas que los Malfoy habían impuesto o para encontrarse a escondidas y tener relaciones sexuales. Draco hubiera aceptado fácilmente, como siempre lo había hecho, pero extrañamente, desde que había tenido su primera cita con Harry, el Omega ya no sentía tanta necesidad de satisfacer sus instintos de esa forma, aunque si seguía encontrándose con Alfas como Viktor.

La puerta de su despacho sonó, detrás de ella, un elfo doméstico que le anunció que la cena comenzaría pronto y que sus padres lo esperaban. Draco, le respondió de manera cortante y lo despidió sin tacto alguno mientras terminaba de cerrar las cuentas del mes de sus empresas.

Miró la carta sobre la mesa.

Encogiéndose de hombros decidió que podía abrirla y leerla antes de marcharse a cenar. Estaba curioso sobre los nuevos fundamentos que Blaise usaría para convencerlo de que él era, definitivamente, el mejor Alfa que podría encontrar nunca. Ya había gastado la mayoría de las razones y Draco quería ver hasta dónde podía llegar su creatividad, que debía ser muchísima si seguía siendo tan Slytherin como en el colegio.

Tomó el sobre, lo rompió sin nada de cuidado y sacó del interior una carta perfectamente doblada y perfumada con las feromonas del Alfa. Un juego realmente sucio, pensó Draco, aunque debía admitir que olían realmente bien.

La carta decía:

«Estoy desesperado, no sé qué más hacer para que entiendas que no puedo vivir sin ti, Draco. He hecho de todo para intentar convencerte de que soy tu mejor opción, que ningún Alfa va a amarte y desearte tanto como yo, que puedo hacerte feliz si tan sólo te decidieras y me eligieras.

¿Qué más podrías desear de mí? Soy un Alfa de clase alta, sangrepura, millonario y además somos altamente compatibles. He cumplido todos tus caprichos, incluyendo dejarte conservar esa libertad de la que tanto presumes; sé de tus aventuras con todos esos otros Alfas y Betas y si me mantuve en silencio fue únicamente por que creí que comprenderías que, sin importar con quién estuvieras, al final yo soy el único que te comprende.

¿Qué ha sucedido? ¿Qué ha pasado que no has regresado a mi lado? ¿Hice algo mal? Te ruego que me lo expliques porque por más que le doy vueltas no encuentro la respuesta.

Nobody'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora