El sol se ocultaba tras el horizonte de las inmensas masas de agua de mar que eran contempladas por Akure. Sus lágrimas, en un arrebato de ira, fueron a unirse a las aguas. En sus brazos reposaba en cuerpo sin vida de su hijo, Kyosuke. Kaoru lloraba sin cesar sujeta a la espalda de él mientras él mismo se convertía en una cascada muda de lágrimas.
Entre lágrimas Kaoru besó la frente del niño y Akure, con un dolor que sólo había sentido una vez, al morir su hermana, colocó su anillo, con un caracter en japonés que significaba "muerte". Arena cubrió el cuerpo completo del joven y, por primera vez delante de Kaoru, Akure encendió fuego en su propio cuerpo. Con su mano derecha encendida, y sus lágrimas corriendo empezó a quemar la arena, fundiéndola y transformándola en cristal. Con la arena cristalizada Akure cortó las orillas para darle forma de ataúd.
-Buen viaje, hijo mío. Que la luz de aquellos que rigen el mundo de los muertos te dé su guía –decía Akure entre llanto silencioso e ira reprimida-. Kaoru –decía abrazándola para consolarla-, vámonos.
Akure deslizó el ataúd en el mar con lentitud, mirando como su felicidad se hundía junto con su amado hijo. En el recelo de sus lágrimas y la evasiva llama que le quemaba el alma, ambos desaparecían entre las sombras de un árbol, para luego aparecer en la puerta de la aldea, a la sombra del gran arco de hierro.
-vamos a casa, Kay -decía mirando a los ojos a su gran amiga-.
-Tenemos que ir a reportar la baja... y... y... -rompía a llorar en el pecho de él-.
-No puedes presentarte en este estado, ve a casa. Yo lo haré –decía fingiendo a la perfección una voz pasiva y calmada-. Neko vendrá por... -se ve un automóvil a gran velocidad en dirección a ellos, que se detiene en derrape a unos pocos cm de las piernas de Akure, del cual sale Neko, que había venido por Kaoru-... oh, ya está aquí.
-¡Akure! ¡Hermano! ¿Cómo están? ¿Qué ocurrió?
-Neko, amigo mío, lleva a Kaoru, a casa.
-¿A dónde vas así? ¡Estas ensangrentado! ¿Por qué estás tan calmado, Akure?
-Llévala, por favor –Akure camina hacia la sede de la Academia aun ensangrentado y con su habitual tranquilidad-.
-Akure... -murmura Neko, mirando como su amigo se aleja poco a poco- ¿Cómo puede estar tan calmado después de lo que pasó?
-¿Calmado –replica Kaoru enojada y llorando-? ¡No está calmado, para nada! Está... destrozado...
-Pero su rostro era el mismo...
-Mas no lo era su... su... corazón, Neko. Akure está herido. Por muy fuerte que sea, él ha muerto dentro de sí mismo... está llorando, pero sus lágrimas no se ven... porque, de verse, serían tan negras como sus ojos y tan ardientes como el dolor que sale de su alma.
Akure prosiguió su camino hasta aquel edifico de cristales reforzados y armazón de hormigón y acero, hecha para resistir incluso terremotos de magnitud 8.5. Un manto de Chakra negro lo recubrió y en un segundo, su piel quemaba al tacto cual mar de llamas. El umbral de la entrada de derritió al ser cruzado por aquel hombre y sus compañeros, horrorizados, se apartaban de su camino para no perecer ante sus llamas. En la puerta de la oficina central Akure despertó aquello que dormía escondido en su ser, sus cazadores. De su espalda baja, una cola, larga como cola de lagarto, y oscura como la noche, se formó, sus ojos se volvieron completamente rojos y en su antebrazo derecho, se marcó como una quemadura un tatuaje de Chakra, con la forma de una cadena que formaba un infinito. La puerta se desprendió de sus bisagras al mínimo contacto de Akure con ella, había bastado tocar la manija para que esta última estallase y desapareciera envuelta en cenizas. Akure se precipitó dentro, en silencio, aterradora su silueta y escabrosa su mirada. Los allí presentes, aparte de Kanemo se hallaban desconcertados y temerosos de lo que podía pasar pues era bien conocida la capacidad destructiva de Akure.
-Los que no tengan ganas de morir, retírense –decía con gran tranquilidad y seriedad, mirando fijamente a Kanemo-.
-Esto es malo... -murmuraban todos sin poder moverse por el miedo-.
-¿y bien –interrogaba Akure-? Si no se van, no me hago responsable por sus muertes.
Akure destajó en una fracción de segundo la mesa redonda donde todos se hallaban sentados. Los presentes huyeron de la sala despavoridos mientras Kanemo permanecía sentado en su silla, retando con la mirada a aquel padre dolorido, a aquella alma herida.
-Luces como un perro apaleado, Akure –dice con confianza-.
-Te dije... que no enviaras a mi hijo al campo... y no me hiciste caso...
--Sí, yo mando aquí, así que lo que digo se hace. ¿A qué se debe tu visita? ¿Acaso...? No me digas... el mocoso cabrón murió, ¿cierto? Vaya pedazo de...
Akure no permitió que continuase hablando aquel anciano que tanto le había hecho para odiarlo a muerte. Su cola, se hallaba ensangrentada y atravesando el abdomen de aquel viejo despreciable. En un segundo, Kanemo se vio atravesado por segunda instancia en la pierna derecha por la garra de su pupilo. De un zarpazo su pierna se desprendió de su cuerpo y Akure, lleno de odio le prendió fuego al anciano herido, para luego salir de la sala en silencio, como si nada, y perderse entre los corredores.
Los aspersores se encendieron y todos acudieron a la sala donde habían oído gritos. Kanemo, tendido en un charco de su propia sangre, perdía el aliento de vida de a poco. El equipo médico de emergencia lo llevó al piso medico lo antes posible. A pesar de las heridas, Kanemo no corría peligro de morir más que por haber perdido sangre, ya que sus heridas fueron cauterizadas adrede por aquel que las infringió.
Akure se hallaba en silencio en sus aposentos, oculto tras la tenue cortina negra que cubría la tina. Sus manos aun sangraban por la presión que sus puños ejercían al estar cerrados. Al llevar la mirada hasta sus brazos, pudo notar la herida que estaba presente en su antebrazo derecho. Aun sangrante y caliente por el fuego que la hizo. Un infinito, trazado en forma de cadena era lo que se dibujaba en su antebrazo que ahora se perdía dentro del agua. Aquella noche, Akure no concilió el sueño, ni tampoco pudo hacerlo en las noches siguientes.
En las lejanías del Bosque de la muerte, se encontraba el equipo aun magullado que se enfrentó a Akure.
-¡Maldito, Hoshitake! –Gritaba el segundo al mando del equipo-
-Es cierto, no puedo creer que la Srta. Nina haya tenido que intervenir. Ese hombre es un verdadero monstruo.
-A demás, estamos heridos todos excepto la Capitana. Y aún así, incluso ella tiene algunos magullones por su enfrentamiento con él. Ahora que lo pienso, ¿Donde está la Capitana?
-Encima de ti, en el árbol.
Nina Hamada, una luchadora clasificada como Rango S y miembro de Escorpiones Negros, la sección especial de la Aldea de Las Sombras, encargada del rastreo y exterminio de criminales que escapaban de la Aldea. Días antes de su enfrentamiento con Akure, le había visto en un riachuelo. Envuelto en sus ropas más oscuras, él la encontró a la orilla del riachuelo y, aunque era inevitable que su sombría figura no la preocupase al punto de que ésta no bajase su guardia, hablaron por momentos. Antes de irse, Akure le entregó una rosa negra.
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Por Amor al Odio
RandomLa historia de un joven muchacho que desde su nacimiento fue bendecido por algo que él, al crecer odiaría mas que nada. Odiando lo que era él se aventuró en el camino al poder,perdiendo todo, encontrando algo que nunca pensó que existiría...