Capítulo 2: "Proteger con la vida".

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-¡Rin-san! ¡Qué alegría verte! ¿Cómo estás?

-¿Qué quieres, Yataro?

-Vaya... siempre fuiste muy odiosa.

-No me reclutaron para hacer amigos –decía mirando fijamente a su intruso.

-¿Siempre serás así, tan cascarrabias? –da un paso hacia delante.

-No te muevas –lanza un cuchillo hacia los pies de Yataro– lárgate.

-Dame al niño y me largo en paz y sin lastimarte –sonríe.

-No te llevarás a mi hijo. Primero muero antes de entregártelo –desenvaina su espada.

-Eso puedo arreglarlo. Pero no seas tonta, ya he matado mujeres antes, apártate y te perdonaré la vida –la mira.

-No dejaré que pongas tus manos en Kimi –lanza un cuchillo y lo corta en la mejilla derecha.

-Eso no te lo perdonare, perra –ataca con mucha fuerza lanzando puñaladas consecutivas con su cuchillo.

-No tocarás a mi niño –esquiva.

Yataro atacaba y la madre, que solo pensaba en proteger a su amado hijo se movía de un lado a otro esquivando sus ataques. La batalla no era nada agradable de ver. Los árboles estaban agrietados en donde los golpes habían impactado. El ruido logró despertar al niño que, al no encontrar a su madre a su lado y oyendo los ruidos de afuera, salió a buscar a su madre.

-¡El niño! –gritó uno de los asesinos que venían con él.

-¡Kimi, corre!

-¡No te dejaré! –Grita Yataro lanzando un golpe al niño.

-¡No! –se interpone al golpe recibiéndolo en el vientre.

Los guantes que Yataro utilizaba eran la muestra de su oscuro y vacío corazón. Tenían los nudillos cubiertos de espinas que usaba para desfigurar los rostros de sus víctimas.

-¿Mamá? –decía temblando.

-Hijo, corre...

-Ya no es necesario que lo haga –mira al niño y lo toma de la camisa levantándolo.

-Mamá... -llora.

-¿Tanto problema por ese mocoso llorón?

-Lo sé, es una molestia. Pero pagarán bien así que no me importa.

-Tu... lastimaste a mi mamá... tu... morirás –sus ojos se tornan morados y patea a Yataro en la cara y este lo suelta.

-¡Ah! ¡Mocoso maldi—! –mira a Kimitachi y se sorprende. ¿Qué demonios le pasa?

El niño estaba cegado por la ira y el miedo, por consecuencia dejaba ver lo que lo hacía tan especial: sus ojos. Con las manos abiertas y presionados los músculos de las mismas, una especie de energía espiritual empezó a tomar forma en sus uñas, transformándolas en garras de energía.

-¡Los mataré! –grita perdiendo el control y cortando la yugular de los acompañantes de Yataro.

- (maldito enano. Mató a todos como si nada. Así que por esto lo buscan).

-¡Kimi, estoy bien, huye!

-¡Mamá! –ataca a Yataro y de un zarpazo le arranca el ojo izquierdo.

-¡Ah! ¡Mi ojo, mi ojo, mi ojo! –huye desangrándose.

Por Amor al OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora