Segunda Parte: Capítulo 10 | Que sitio más deslumbrante.

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— ¡Por todos los malditos dioses difuntos! ¡Esto es en serio un verdadero paraíso! — exclamaba Naelani mientras caminaba a las afueras del palacio recorriendo los extensos jardines iluminados por un desconocido ovalo de luz en el horizonte y rodeado de fauna y flora que adornaban el colorido paisaje que desembocaban en un abismo.

— ¡Guau! ¿Esa esfera incandescente es capaz de iluminar todo esto? — decía cegado por los rayos que esta desprendía.

— ¡Un momento! ¡Que estamos sostenidos por la nada misma! — exclamó aún más sorprendido parándose al borde de la isla de tierra observando la profundidad llena de nubes blandas y claras.

— Hay agua por doquier, ríos y cascadas bañan este lugar y es asombroso como se desbordan y desaparecen en lo profundo — se decía admirando el frondoso bosque y quedándose absorto de la variedad en especies animales.

El paraíso de los dioses difuntos era aquel lugar donde el ex general se encontraba, como su nombre lo describía era el mismísimo paraíso, Naelani no se cansaba de ver lo asombroso de todo y sus notables diferencias con el reino Olvadias, el palacio donde se encontraba era perteneciente al dios Maracles y averiguando un poco más dedujo que el elemento agua era su insignia, al terminar de visitar los jardines notó que encima de él no había exactamente un «cielo» ya que suponía se encontraban inmersos en este, por último y luego de alucinar con arquitectura y diseño del lugar comprobó que definitivamente no estaba soñando ya que su brazo dolía por tantos pellizcos que había ejercido no creyendo nada de lo que veía.

Luego más allá del templo descubrió que en los alrededores del lugar estaba situada una extensa ciudad bastante poblada que destacaba por usar bastante el elemento agua, esto le hizo comprender que se trataban de aquellos llamados Afration de los que le había hablado Uarit y que además había leído en ese gran libro, perplejo y bastante confundido, comenzó a caminar por las calles rodeado de miradas incomodas y murmullos incesantes, con curiosidad y sin prestar atención a la gente siguió conociendo más el lugar, tratando de centrar su mente poco a poco cedió a finalmente creer en todo lo que había escuchado en aquella prisión, todo calzaba perfectamente, desde su apariencia física hasta sus costumbres.

Luego de recorrer varios lugares de la ciudad y aprender de adultos y chicos de un poco de esta nueva raza, al caer la tarde decidió volver al palacio, detallando a lo lejos descubrió que la enigmática esfera incandescente iba ocultándose lentamente para dar paso a la oscuridad y así descubrió dos palacios más en medio de sus respectivas islas y que posaban equilibrados en la lejanía, lo que trajo más dudas sobre lo complejo, mágico, misterioso y fantástico del lugar, entrando al complejo se encontró con muchas personas que lo saludaban al pasar, al llegar a la gran mesa se encontró con la misma mujer de hacía unas horas, acompañada de un grupo de soldados de brillante armadura muy diferentes a los demás.

— ¡Naelani! ¡Gran salvador estábamos esperando tu llegada! — exclamó la mujer saludándolo contenta.

— ¡Este lugar es enorme! Hay muchísima gente diferente a mi aquí, sus costumbres, sus tradiciones ¡Es una locura! — le contaba aun anonadado con lo que había visto.

— Me gusta ver que has podido interactuar con otras personas y conocer mucho más su esencia, me comentaron que estuviste aprendiendo mucho de ellos — le decía contenta.

— Al principio sentí algo de incomodidad ya que tenía cientos de miradas encima y las burlas no se hicieron esperar, era el raro del lugar sin embargo al tratar con ellos me he dado cuenta de que son personas muy nobles y amables — le relataba.

— Me alegra que hayas conocido un poco todo, ahora es momento de presentarte a mis compañeros — le indicaba mientras los hombres daban un paso al frente.

Tierra de Oscuridad. [Ouckranium #1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora