Capítulo Uno, "La cosecha"

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     Kim TaeHyung era solo un niño cuando notó que el mundo a su alrededor había cambiado. Desde niño se vio rodeado de desesperación, peleas y un horrible sentimiento de miedo que le acompañaría toda su niñez. Recuerda sangre, murallas, y soldados entre las calles mientras sus padres intentaban protegerle, abrazándole con fuerza durante las noches. En realidad, ese es el único recuerdo claro que tiene de ellos.

Sabe que solo tenía 5 años para el momento en el que se dio inicio a lo que reconocía como el espectáculo más cruel, una celebración que la pintaban como un evento para sentir orgullo y para representar a tu distrito con la cabeza en alto. "Los Juegos del Hambre", así fueron llamados, y servían bien para mantener a la nación asustada, sobre todos a los jóvenes expuestos a ser elegidos. Una mujer y un hombre por distrito, deberían ir a enfrentarse unos a otros hasta la muerte, para dejar al final un vencedor. Solo uno de los 24 que entraban a la arena.

No había pasado tanto desde que empezaron a llevarse a cabo, lo que de cierta manera mantenía la esperanza de muchos para que desaparecieran o el Capitolio decidiese no celebrarlos, pero otra gran parte sabía que eso no pasaría, no pronto. TaeHyung formaba parte de los que habían perdido la esperanza, después de todo, él sabía bien de la frialdad del Capitolio. No se tocarían el corazón por su nación, mucho menos por su pobre distrito. El más pobre, el 12.

Era un distrito débil, lleno de gente pobre y necesitada de un milagro, al que solo azotaban con desgracias cada vez mayores. TaeHyung vivía en una casa desgastada, con un montón de gente que estaban igual que él, solos. Uno pensaría que se tratarían como una familia, tratando de llenar ese horrendo vacío que les acompañaba siempre, pero no, TaeHyung realmente estaba solo. Su nombre no era pronunciado por nadie, si se lo sabía era porque aún quedaba grabada una voz llamándole con cariño por él, pero no sabía de quien era. Todas las mañanas se lo repetía, para jamás olvidarlo, aferrándose a él como lo único que le pertenecía totalmente.

Su vida era difícil, como la de cualquier persona en esa casa, y debía mendigar o robar para conseguir algo que comer, sin mencionar que se mantenía aseado y con ropa de su talla al trabajar para las familias mejor posicionadas del distrito, que eran casi nulas. Su distrito moría, lo que un día fue una comunidad alegre (llegó a oír de un anciano una vez) se perdía entre los golpes que les asestaba su Líder.

TaeHyung despertó como cualquier mañana, en el suelo. Esa noche hizo mucho frío, por lo que había renunciado a usar su abrigo como almohada y durmió un poco más cubierto. Adolorido se sentó, mirando a su alrededor. Varias personas seguían dormidas en el suelo, y otras, ya se habían marchado para comenzar su día. Miró sus manos sucias, un poco lastimadas por los trabajos que hizo el día anterior. Se pasó todo el día cargando costales, pero al menos le prometieron facilitarle un baño dejándole una tina con agua y jabón, y un cambio nuevo de ropa, si lograba trasladar todos los costales de carbón al mercado para su venta. Se lo había ganado, y le pidieron que fuera temprano ese día para bañarse, así que eso le motivó a ponerse de pie.

El sol aún no había salido por completo, pero TaeHyung corrió por las calles de tierra hasta llegar a la sencilla casa, pero en mucho mejor estado que en la que él se quedaba. Sonrió, acercándose a la puerta para tocar, y pocos minutos después, se abrió —Buenos días. —saludó, y la mujer, ama de casa, asintió dando un paso al frente.

Por allá está —señaló directamente hacia detrás de su casa—, hazlo rápido, ¿Sí? La ropa está al lado de la tina.

El castaño le sonrió con sinceridad —Gracias —la mujer cerró la puerta luego de escucharle. TaeHyung fue hasta el lugar señalado, y ahí encontró todo lo que la mujer le ofreció. Agradecido por la privacidad, se desnudó y entró a la tina, usando un pequeño cuenco para mojarse los cabellos y el rostro. El jabón fue tallando su piel, enjabonando y llevándose las manchas de tierra y carbón. El agua estaba tibia, lo cual era un regalo, todo parecía un regalo para él—. Me llamó Kim TaeHyung —empezó a decir, pasando la barra por su cuello y parte alta de la espalda—, tengo 17 años, nací el 30 de Diciembre. — Su madre le hacía decir su nombre, edad y fecha de nacimiento todos los días al despertar, nunca comprendió por qué hasta que creció. Tenía que aferrarse a eso, a lo único que le quedaba. Talló sus manos, su cuello, rostro y cabellos, para cuando ya se sentía más limpió, salió para secarse y después comenzar a vestirse. El pantalón le quedó tal vez un poco más grande de lo que debía, pero jamás se quejaría. Vestido, vació la tina derramando al agua sobre la tierra, y se retiró sin volver a agradecer. Caminó de regresó a "su hogar", abrazando sus ropas sucias.

HOSEOK Y TAEHYUNG - VHOPE (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora