Operación: Niñera

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Media hora más tarde, Pierce había anunciado a través de su megáfono que la carrera comenzaría en tan sólo minutos. Aquella noticia no había hecho más que aumentar mis nervios.

Me dirigí a mi auto y abrí la puerta trasera del mismo, comenzando a sacar todos los carteles y vallas que con Shirley habíamos hecho en apoyo a mi chico.

— ¿______...? —Escuché que dijeron detrás de mí.

— ¿Nash? —Me volteé. El chico de ojos azules me sonrió nervioso—. Se supone que deberías estar en la pista. ¿Qué sucede?

—Bueno... Quería decirte algo —suspiró, acercándose lentamente hacia mí—. Y es muy importante para mí hacértelo saber antes de que acabe la noche.

Asentí, dejando lo que tenía en mis manos nuevamente en el auto.

—Está bien. Suéltalo —sonreí.

Nash se acercó y me tomó por la cintura.

—Pues... Sucede que hoy en el parque quería... quería hacerte una proposición —comenzó, agregando: —Bueno, en realidad, quería pedirte algo.

Acaricié su cabello y besé sus labios suavemente.

—No tienes por qué estar nervioso, Nashty —le hice saber.

—Es complicado no estarlo, ¿sabes? —Sonrió—. Vale, trataré de no ir con rodeos... ¿Quisieras tener una cita real conmigo?

Al él soltar aquellas palabras mi corazón dio un vuelco, e inmediatamente mi estómago se llenó con las dichosas mariposas a las que estaba ya acostumbrada a sentir cuando estaba con él; mi chico. Todo lo que abrumaba mis pensamientos en ese momento era que, aquella "cita real", podría cambiar las cosas entre nosotros. Para mi suerte sería a bien pues, probablemente, podríamos dar el siguiente paso en la extraña relación que ambos llevábamos.

—Nash... —comencé a decir. Sin embargo, su melodiosa voz me interrumpió.

—Oye, lamento tener que pedírtelo aquí, ¿vale? —Bajó la mirada, apretando el agarre que ejercía en mi cintura—. Hubiese deseado con todo mi ser haberlo hecho en un lugar un poco más especial, pero realmente necesitaba pedírtelo cuanto antes —hizo una pausa. Juntó nuestras frentes y cerró sus ojos—. Lamento no ser el mejor chico que hayas podido conocer. No soy como Shawn, jamás seré como él; no sé tocar la guitarra y tampoco sé cantar. No tengo ningún don especial pero, cuando se trata de virtudes, la más grande que poseo, es la de quererte.

Nash tragó saliva, pasando su lengua por sus labios y suspirando antes de continuar.

—Estoy seguro de que cualquier hombre podría ser más romántico que yo y aprovecharía eso en mi situación. Sin embargo, jamás hallarás a alguien que te quiera tanto como yo —negó con la cabeza—. Me gustas tanto que podría jurar que eres tú... Mi chica. Eres la única que ha logrado quitarme el aliento con tan sólo mirarte y, queriéndote, es la manera en que puedo ser quien soy.

Si bien antes había sentido mariposas en mi estómago, lo que ahora sentía era un zoológico completo.

Qué afortunada soy, pensé. Agradecía que aquél maravilloso chico haya aparecido en mi camino, que fuera él uno de los hijos de Elizabeth y que yo me haya animado a ir aquella mañana a la casa de los Grier para solicitar ser niñera de los niños.

Sin duda, había sido una de las mejores decisiones que haya tomado jamás.

—Oh, cariño —susurré—. No tienes que lamentar absolutamente nada, ¿estamos? Para mí tú eres una de las mejores personas del mundo y, esa opinión, pase lo que pase, nunca cambiará. No me importa el hecho de que no sepas tocar guitarra, mucho menos que no sepas cantar. Tú eres experto cuando se trata de enamorarme... Y también yo te quiero... muchísimo.

Nash recorrió mi rostro con sus ojos, cerrándolos segundos después y besando la punta de mi nariz con dulzura.

—Me haces feliz, nena —hizo una pausa—. Entonces..., resumiendo todo lo que acabas de decirme, ¿es eso un sí?

—Es un millón de veces "sí" —sonreí.

Su cabello se agitaba gracias al viento que nos arropaba aquella noche en el desierto, causando que las irremediables ganas de enredar mis dedos en él incrementaran más y más conforme el tiempo pasaba.

—Bien, ahora sólo falta que me desees suerte —murmuró él, acercando su boca a la mía.

—Suerte, cariño... Te estaré esperando —besé sus labios.

Cogió una bocanada de aire y separó sus manos de mi cuerpo. Esbozó una pequeña sonrisa y se giró para correr con destino a la pista, donde todos estaban esperándole.

No sabía por qué pero, en ese momento, mis nervios incrementaron considerablemente con respecto a tiempos anteriores. Odiaba que así fuera; odiaba tener que sentirme así. Sin embargo, no tenía otra opción más que la de esperar a que ocurriese un milagro.

Operación: Niñera [Nash Grier y tú]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora