DUODÉCIMO

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—¿Puedo subir? —preguntó y quisiera negarme, para hacerlo creer menos importante, pero no puedo hacerlo.

—Sí —suelto sin pensarlo tanto, ¿qué más da? Como me dice Aroa, no todo gira entorno a ese lugar y mucho menos a las porquerías que nos metemos.

Es momento de probar algo diferente o mejor dicho, alguien diferente. La tentación y mi gula son inevitables, es algo que me caracteriza, claramente no lo cambiaría, pero tampoco es que me agrade del todo ser así.

Me bajo y él lo hace atrás de mí. Sólo escucho cuando suena la pequeña alarma indicando que acaba de pasar el seguro a las puertas. Y el sonar de sus pasos me persiguen.

—¿Cómo es que me dejaste subir? ¿No que las cosas se hacen cuando tú digas?

—Sí, por ese motivo es que  te dejaré, porque quiero —hago una pausa y sonrío con malicia aunque él no pueda verme —. Ah, y porque no quiero aburrirme, estando sola me sucede —respondo, ahora restando importancia.

—Puedo venir a divertirte todos los días que necesites —lo miré y alzó sus cejas.

Por más que quiera ocultarlo este tipo causa en mí algo muy diferente, y cuando lo digo es porque realmente es así y no soy de las que todas las personas le caen bien y todo es color de rosas, excepto mi cabello rosado.

—¿De verdad te divierto? —mientras subimos no deja de hablar, quiero voltearme y decirle que se calle, conmigo todo es al grano sin muchas vueltas al asunto.

—Sí, me divierto, es decir, hoy en el tocador me divertí —puse mi mano en mi boca para no reírme.

—¡Oh!, sí, sí —dijo de una manera tan sensual y provocativa—. Hay que terminar lo que empezamos en ese bar —volteo, mientras subimos las escaleras, él va detrás de mí y yo sólo sonrío.

Toma una de mis nalgas entre sus manos, la aprieta y no puedo evitar saltar en el lugar, frenándome en seco. Él llega hasta el escalón donde estoy y me acorrala en la pared, pegándose a mi cuerpo.

—¿Qué dices? —susurra cerca de mí y coloca una de sus manos en mi espalda descubierta.

Con fuerza aprieta mi piel y me toma por la cadera con su mano libre, sus labios se unen a los mismo con potencia inigualable, demostrando que tiene razón, claro que hay que terminar lo que sin duda comenzamos en el bar.

Su lengua pasa sin pedir permiso, porque no es necesario y allí comienza nuestro juego de seducción, y creo que él lleva la delantera en todo esto, porque siento como mis piernas se vuelven buena gelatina, reaccionado ante sus ácidos besos.

Me gusta su predisposición y la forma en la que quiere tomar las riendas; me aburre que siempre sea yo la que provoque y dé el primer paso, pero el fuego de este hombre no se compara con ninguno.

Así como su piel quema, estoy segura que la mía, también, porque puedo sentir como la sangre corre por mi cuerpo de una forma rápida, una que nunca había sentido, es como un tipo de adrenalina.

Mientras nos sumiamos en este momento, escuchamos una puerta cerrarse y él se separa de mí de un sólo golpe. Entonces, la señora Sung aparece en nuestro campo de visión mirándome de reojo, odio a esta vieja del demonio, sueño con el día que se vaya de este edificio o yo pueda irme por fin de aquí, pero necesito dinero, mucho.

—Casi nos pillan —me dice y sonríe. Me limito a encogerme de hombros, porque me da igual lo que diga o no.

Vieja estúpida.

Las personas aquí me han parecido muy agradables, para mí que soy una mierda de persona, me tratan increíble, aún siendo alguien tan apática.

TWO... THREE © | V, BTS. 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora