1. La chica del bus

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Junio de 2018

Miriam estaba nerviosa. Era el primer día de prácticas, y aunque le hacía ilusión empezar y conocer a los niños con los que pasaría cinco semanas, también le daba un poco de miedo. Había hecho el curso de monitora hacía ya dos años, pero no había podido hacer las prácticas antes porque había estado estudiando y trabajando, y no tenía tiempo. A ella siempre le habían gustado los niños, y era buena con ellos. Pero ahora, hacía tiempo que no trataba con ellos, y ya prácticamente ni se acordaba de los conceptos que había aprendido en el curso. Tenía un poco de miedo de cagarla.

Había conocido al resto de monitores (la mayoría en prácticas como ella porque el colegio era listo y pasaba de pagar más) el viernes anterior, cuando el coordinador les había enseñado el colegio y lo habían estado decorando. Le habían parecido todos muy majos, y se les veía con ganas de empezar. Esperaba que de verdad fuera así y entre todos formaran un buen equipo.

Se subió al bus, el cual cogía delante de su casa y la dejaba solo a una calle del colegio. Eso sí, era media hora de trayecto. Se sentó en su sitio, el del final a la izquierda que está de espaldas, en el que siempre se sentaba en cualquier bus si estaba libre. Se puso los auriculares e intentó relajarse mientras escuchaba música.

Unas cuatro paradas después, subió una chica que se quedó de pie, apoyada en la pared de enfrente a ella. Era una chica guapísima, con el pelo castaño y largo, los ojos marrones y una cara de dormida que a Miriam le pareció adorable. Cruzaron miradas un par de veces, cosa que hizo que a Miriam se le revolviera el estómago de nervios. Pero no sabía si la otra chica la miraba porque también le parecía guapa o porque se sentía observada. Intentó no mirarla más para no incomodarla, pero cuando llegó su parada, la chica también se preparó para bajar. Miriam se puso de pie a su lado, delante de la puerta, esperando a que el bus parase. Le dieron unas ganas irrefrenables de darle la mano a la chica, pero se contuvo antes de hacer más el ridículo.

¿Qué coño te pasa?

Cuando se abrieron las puertas del bus, ambas bajaron. Miriam empezó a caminar hacia el semáforo para cruzar la calle, pero la otra chica se quedó sentada en un pequeño muro, sacando el teléfono para llamar a alguien. Miriam se giró al cruzar y vio que la chica la estaba mirando, pero después giró la esquina y la perdió de vista. Llevaba una sonrisa en el rostro hasta que cayó en la cuenta de que probablemente no la volvería a ver en la vida y se quedaría en otro de tantos crushes pasajeros

Llegó a la puerta del colegio y tomó aire antes de picar al timbre. Eran las 8:45, llegaba bien. El viernes les habían dicho que llegaran a esa hora porque como era el primer día, quizá les tenían que explicar cosas. Picó al timbre, y cuando entró vio que solo había tres personas.

Vaya, suerte que todo el mundo iba a ser puntual.

Se sentó a su lado en el banco del patio y los saludó, aunque no recordaba sus nombres.

-Buenos días. -dijo el chico moreno de su derecha. -¿Preparada?

-Supongo. -contestó ella. -Tú vas a mi grupo con pequeños, ¿verdad?

-Sí. -sonrió él. -Te llamabas...

-Miriam.

-Miriam, sí. Yo Alfred.

-Vale. Es que con tanto nombre es un lío.

-Ya verás para aprendernos los de los niños. -rio el moreno.

-¡Buenos días! -dijo otro chico, bajando por las escaleras. -Traigo las listas.

Era Ricky. De ese nombre sí que se acordaba porque era uno de los monitores referentes, igual que Thalía, que era la referente de pequeños, por lo tanto, la que la iba a evaluar.

Until We Meet AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora