14. Inesperado

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En el capítulo anterior...

Amaia estaba caminando hacia el comedor cuando notó que alguien la agarraba del brazo y la metía en el baño.

-¿Qué haces? –preguntó alterada, al ver que se trataba de Miriam.

-No. –dijo la otra enfadada. –Qué haces tú.

-Yo ir a cenar. –levantó una ceja. -¿Y tú?

-Te vi antes, en la lavandería. – a Amaia se le aceleró el pulso. –Con Hernández.

Amaia apartó la mirada rápidamente, sintiéndose más avergonzada que nunca.

-¿No vas a decir nada? –presionó Miriam.

-¿Qué quieres que diga?

-Pues no sé, que me expliques por qué coño lo hiciste.

-Porque me dio la gana, no tengo que darte explicaciones de nada. –contestó tajante.

-Te advertí sobre él, y aún así tú vas y... –resopló. –Es que no lo entiendo, no tienes ni idea de donde te estás metiendo, Amaia.

-Bueno, pues es mi problema, no el tuyo.

-Ese tío es muy peligroso, joder. –dijo Miriam frustrada. –Es que no lo entiendo.

Se creó un silencio tenso durante un momento, hasta que Amaia volvió a hablar.

-Me da medicinas a cambio. –confesó Amaia.

-¿Qué?

-Que me da medicinas a cambio de... ya sabes.

-¿Medicinas? –preguntó confundida. –No entiendo nada.

-Es lo que he venido a hacer aquí, Miriam. Robar medicinas, porque en nuestro hospital no quedan.

-Pero... –Miriam estaba intentando entender todo aquello. –Pero tiene que haber otra forma.

-Pues si la encuentras me lo dices, porque yo no he sido capaz.

-Tiene que haberla Amaia, no puedes seguir haciendo eso.

-Haré lo que me de la gana y lo que sea necesario para ayudar a mis amigos. –su mirada se volvió más seria. –Tú no eres nadie para darme órdenes.

-No te estoy dando órdenes, simplemente-

-No. Cállate. –la cortó. –Cállate porque no tienes ni idea. Si no hubiera conseguido medicinas el otro día para que Raoul las llevara, ahora probablemente Alfred estaría muerto.

-Entiendo que ayudes a tus amigos, pero te estás poniendo en peligro.

-Me da igual. ¿Es que no lo entiendes? Ellos son lo único que tengo. Son mi familia. Y haré lo que haga falta por ellos.

-No son lo único que tienes. –dijo Miriam, cogiendo su mano. –Me tienes a mí.

-¿A ti? –soltó su mano. –Si me conoces de hace una semana.

-Eso da igual, Amaia, yo estoy aquí para todo lo que necesites.

-Tú no puedes darme lo que necesito.

Miriam bajó la mirada, luchando por retener las lágrimas que querían derramarse por su rostro.

-Me preocupo por ti.

Until We Meet AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora