Until We Meet Again

18. This love

ANTES DE LEER! 

Hola, i'm back :) 

En la última escena del capítulo intercalo la canción que he puesto aquí, que en parte la relaciono con la historia. Cada final de época va a tener una canción, lo digo para que lo sepáis. 

Y nada, ya podéis leer! 

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En el capítulo anterior...

Nerea caminaba con miedo por las calles de la ciudad, intentando encontrar la dirección exacta que Alfred le había indicado. Sabía que era muy arriesgado ir sola, pero no aguantaba más. No sabía nada de Aitana desde hacía semanas, y estaba muy preocupada. Y no es que se hubieran ido de luna de miel después de la boda, porque había gente que había visto al marido, hasta Alfred le había dicho que lo había llevado a un par de sitios. Pero nadie la había visto a ella.

Había dejado el centro de la ciudad atrás desde hacía rato, y por fin se acercaba a las casas más alejadas. Las de los ricos. Le daban miedo aquellas calles porque estaban muy oscuras y no había nadie. Se abrazó contra su cuerpo al sentir una ráfaga de aire frío, y siguió caminando hasta llegar a la casa.

Era grande, pero no tanto como se la había imaginado. Estaban todas las luces apagadas, excepto una, que probablemente era de la sala de estar. Tomó aire y picó a la puerta. A principio no contestó nadie, pero ella insistió, picando más fuerte hasta que se abrió la puerta. Un hombre alto y moreno la miró serio.

–H-hola. –dijo ella, un poco asustada, pues el hombre imponía.

–¿Qué quieres? –dijo él. –No voy a darte dinero ni comida.

–No, yo solo... vine a ver a Aitana.

El hombre frunció el ceño, extrañado.

–No son horas, Aitana está durmiendo. ¿Tú quien eres?

–Soy una amiga suya del mercado, hace tiempo que no la veo y-

–Aitana ya no se junta con chusma como tú. Vete a tu casa, si es que tienes.

Y dicho esto cerró la puerta en su cara.

Nerea se quedó perpleja, todavía intentando asimilar lo que había pasado. Aquel hombre le daba muy mala espina, y era muy raro que Aitana estuviera ya durmiendo y que además no la quisiera ver más. Seguro que era él quien le prohibía ir al mercado. Tal vez hasta le prohibía salir en general, ya que nadie la había visto. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar que su amiga llevaba un mes encerrada en casa con ese monstruo. Tenía que hacer algo, no podía quedarse de brazos cruzados ante aquella situación.

Rodeó la casa para ver si había más entradas, pero solo encontró otra puerta cerrada con llave. Volvió a dar otra vuelta y se fijó en las ventanas.

No, es una locura, pensó.

¿Pero qué otra forma había de entrar?

Se giró y miró a su alrededor para ver si había algo, pero no encontró ni una mísera rama. Se mordió el labio, nerviosa.

Tomó aire y cerró los ojos. Se concentró bien en lo que quería hacer, y no tardó mucho en oír la explosión de cristales del ventanal. Cuando abrió los ojos, estaban todos rotos. Sonrió para sí misma y después, con cuidado de no cortarse, entró en la casa.

Nada más pisar el suelo notó como un empujón la llevaba directa a la pared, donde chochó de espaldas y cayó al suelo.

–¿No te dije que te fueras?