Capítulo 8

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_ ¡Mira qué hora es! _dijo Benji, emocionado_. Creo que estás cerca de ver algo que, estoy totalmente seguro, te fascinará.

Benji llevó casi corriendo a Yuki hacia un lugar en donde el Elba se hacía más ancho, y se lo veía poner el límite entre el cielo y la tierra con un horizonte de agua. A esa hora, el sol estaba bajando, y en unos pocos minutos, comenzaría a tocar el borde del río. A medida que bajaba, el sol se tornaba más rojo y menos naranja, dando sus tonos de fuego al cielo, y reflejándose en el espejo de cristal del río. Benji y Yuki se sentaron en la orilla, y comenzaron a disfrutar del maravilloso espectáculo que tenían enfrente. Sólo se oía un murmullo mezclado del agua, la brisa y las aves. Mientras esto remontaba a Benji al pasado, a su vez, hacía que Yuki soñara con el futuro.

''Como los anocheceres que veía en Japón cuando era niño.'' pensó Benji. ''Cada puesta de sol es diferente; cada una tiene sus distintos sabores a magia.''

''Benji tenía razón.'' pensó Yuki. ''No sé si en mi vida he visto algo más hermoso, pero seguro que este será uno de mis mejores recuerdos. Quiero seguir juntando estos tesoros, aunque no sepa si tengo otros en mi pasado.''

Yuki miró a Benji. En ese momento, Benji no parecía coincidir con la descripción que el doctor le había dado a Yuki antes de la mudanza a la casa de Benji. ''Es un gran muchacho;'' le había dicho el doctor, ''sólo tiene de malo que a veces es un poco gruñón y mandón, y si está enojado, puede parecer agresivo, o incluso serlo, si es que se está enfrentando contra un hombre. Pero, ¿por qué te digo todo esto? De seguro, el rescate y el hospedar a una niña como tú, harán efectos que ni el mejor remedio lograría. ''Parece que el doctor estaba en lo cierto.'' pensó Yuki. ''Benji en ningún momento se ha mostrado gruñón, ni mandón, y menos, agresivo. Al contrario, durante estos dos días en que lo vi, estuvo y está alegre, amable y atento. ¿Seré yo la causante de todo esto?''. Yuki dejó de mirar a Benji, y continuó contemplando la puesta de sol. Luego de algunos minutos, a Benji se le ocurrió observar de reojo a Yuki, para que no se diera cuenta. "¿Por qué me seguirá pareciendo que Yuki es otra persona? Yuki tiene el pelo negro; el de ella era castaño oscuro. Ella era italiana; Yuki dice que no recuerda bien el italiano, por lo tanto, italiana no es; Yuki bien podría ser francesa. Ella tenía fotos de nosotros, y yo hasta le había regalado unos dijes, antes de venir aquí, que representaban todas mis promesas: todas tenían que ver con que yo volvería a Japón cuando ambos tuviésemos más de 18 años; pero Yuki no tiene nada de eso. ¡Rayos! ¿Por qué motivo sigo comparando a Yuki con... bueno, con ella, si no hay forma de creer que Yuki pueda ser Diane?".

Benji intentó dejar de pensar en todo eso, ya que Yuki le había dicho que le estaba haciendo mal. Trató de concentrarse en el sol rojo que bajaba lentamente, pero aun así, le seguía dando vueltas al tema. Hasta que, al fin, pudo disfrutar la puesta de sol sin pensar en nada más que no fuera mirar el sol, el cielo, el río y su alrededor, y aprovechar al máximo esos momentos de paz y tranquilidad.

Cuando el sol estaba a pocos minutos de dar el último rayo de luz del día, Yuki recordó que tenía sed, así que se levantó para ir a buscar su botella de agua. Benji siguió mirando el sol como si estuviera hipnotizado. El haberse quedado mirando un buen rato mirando el sol había dejado a Yuki prácticamente ciega: para poder ver la parte interior de su mochila debía alumbrarla con la luz del sol. Al apuntar al horizonte iluminado con la abertura de la mochila, el sol se reflejó en uno de los objetos, encandilando a Yuki. Ni bien sintió la luz en sus ojos, los cerró inmediatamente, cerrando a la vez la mochila. Una vez que se recuperó del último y potente rayo que le había molestado en la vista, asomó a la mochila, y vio lo que lo había causado: ¡Su flor de plata! Se la puso detrás de su oreja derecha, y tomó el agua de la botella, dejándola por la mitad para volver lo más pronto posible a donde la esperaba Benji, y ver el último rayo de luz del día.

Yuki se acomodó a la izquierda de Benji. Él ni se movió. Se veía pensativo. "Ojalá no esté pensando otra vez en su compañera." se dijo Yuki a sí misma. En el fondo, iban creciendo los celos hacia aquella chica que retenía constantemente la atención y los pensamientos de Benji, aunque Yuki no era consciente de lo que crecía dentro suyo.

Benji estaba tan concentrado en el sol, el cieloy el río, que no había notado siquiera la ausencia momentánea de Yuki, muchomenos cuando regresó. El astro del día estaba casi oculto por completo: sólo seveía un pequeño trozo de la punta. Yuki recordó haber leído una leyenda en elhospital en la que con el último rayo de sol, se cumplía un deseo. Cuandofaltaban segundos para que anochezca del todo, y el cielo ya estaba en granparte oscuro, Yuki murmuró su deseo: "Quiero recuperar mi memoria y mi vida".    

El Brillo de Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora