Capítulo 22

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Esa noche, Yuki durmió plácidamente en su tibio colchón. Su sueño no fue ideal, pero tampoco una pesadilla.

Soñó nuevamente que estaba al aire libre, en un parque que no era alemán, pero que conocía bien. Sabía la ubicación exacta de cada árbol, planta o piedra de ese lugar. Yuki corrió, feliz de sentir el vigor en sus piernas y el viento alborotando su pelo. De pronto, una voz la paró en seco; luego, se le unieron otras voces, todas llamándola por su nombre real. Entre esas voces, reconoció la de Benji, que la llamaba con voz dulce e irresistible. Había muchos tonos, tanto masculinos como femeninos, pero todos conocidos para ella, aunque ignoraba a quiénes pertenecían. Inmediatamente, Yuki retomó su carrera en dirección a las voces, reconociendo que provenían del otro lado de un río cercano. Pero al llegar al lugar, volvió a parar en seco: donde debía haber un río y un puente para cruzarlo, no había nada; ni siquiera era oscuridad, o un abismo, sencillamente, se sentía estar ciega al mirarlo, y sentía también como si la nada la consumiera, lentamente. Muy confundida, Yuki oyó cómo las voces le insistían en que se diera prisa para cruzar el río. Les replicó que no había puente ni río, y que no sabía cómo llegar donde ellos estaban. Entonces, la voz de Benji sonó con más fuerza que las demás:

_ ¡Sólo cruza! El puente sigue ahí, y el río jamás se ha ido. Cada segundo que pasa sin que estés aquí me duele como un siglo de espera, como un aguijón en el pecho. ¿Es que no quieres verme? ¡Confía en mí y cruza pronto y sin miedo! _las últimas palabras lograron que Yuki avanzara con paso firme y decidido hasta el borde de la nada. Empero, antes de dar el paso de fe, un fuerte brazo la detuvo, y una voz grave y masculina la despertó, haciéndola volver a la realidad.

_ ¡Fräulein! _la mano que la detuvo y la suave voz pertenecían a un hermoso alemán, cuyos ojos color mar se veían aterrados, mientras en su tono se oía una temblorosa nota de pavor. Sus largas pestañas vibraban sobre las mejillas de leche, ligeramente encendidas por la circunstancia, y el viento revolvía su cabello de sol que iluminaba la oscuridad de la nublada madrugada. Un poco aturdida por la repentina imagen, Yuki tardó en darse cuenta de dónde estaban.

_Discúlpeme... ¿Acaso pensaba arrojarse allí? _las palabras rompieron el segundo hechizo. Yuki miró a su alrededor, viendo una calle fría y vacía, un TT amarillo con las balizas parpadeando, y delante de ella, una cerca de chapa tan alta como su rodilla la separaba del borde de un puente, bajo el cual transitaba el escaso y perezoso grupo de conductores madrugadores, arrastrándose por más de diez metros debajo de los pies de Yuki. El vértigo se apoderó de su estómago, haciéndola temblar. El joven lo notó, y la acercó delicadamente al auto, para que ella pueda calmar su miedo. Apoyada contra una de las puertas, liberó su tensión llorando durante algunos minutos; él sólo la dejó hacer. Luego, se enjugó los ojos, y musitó:

_Danke.

_Keine ursache _respondió el joven. Unos segundos después, agregó_, pero, ¿por qué lo hizo?

Después de vacilar, Yuki susurró:

_Yo... no lo sé.

_ ¿Quiere que la lleve a un hospital? Puedo llevarla.

_No, gracias; ya me siento mejor, y debo volver a casa. ¿Sabe usted dónde vive Wakabayashi Genzo? _las palabras parecieron abofetear al alemán, que quedó boquiabierto y con los ojos reflejando incredulidad; más la ingenua mirada y la franca voz de ella le afirmaban que no bromeaba, por lo que contestó:

_S... sí, está cerca de aquí. ¿La llevo?

_Sí, si no es molestia. No sé qué hora es, ni cómo tomará el hecho de que no estoy si llegara a despertar.

Durante todo el camino, Yuki estuvo pensativa y callada, imaginando qué habría ocurrido si el chico alemán no hubiese estado allí a tiempo, y ella daba ese paso en el vacío ficticio, trastabillaba con la cerca verdadera, y...

Se le ocurrió preguntarle a su rubio guardián cómo logró saber que caería desde el puente.

_Casi te arrollo cuando cruzaste un semáforo en rojo. Estuve a dos dedos de bajar la ventanilla y lanzar una maldición, cuando reparé en que tenías los ojos cerrados. Te seguí, hasta que trepaste una colina de tierra que sostenía este puente, y te perdí de vista. Conducí hasta el puente a toda velocidad, y, en el punto más alto, te vi vacilando sobre si saltar o no. Bajé tan rápido como pude, mientras dabas unos pasos hacia el borde, y te aferré. El resto, ya lo sabes. Bien, llegamos _el chico frenó, y destrabó las puertas. Yuki bajó, dándole las gracias. Antes de que ella cerrara la puerta del Audi, él agregó_. ¿Cuál es tu nombre? ¿Por qué estás en casa de Wakabayashi?

_Mi nombre... no lo recuerdo, no al verdadero, pero Genzo me bautizó Yuki Wakabayashi; y soy su huésped y protegida _finalizó, cerrando la puerta. Genzo vio toda la escena por la ventana.








Agradezco mucho a las 42 personas que me soportan mis bugs mentales y bloqueos de escritor, y siguen esperando que saque un capítulo nuevo. Les tengo otro más preparado, pero aun no lo acabo. ¡Hasta el que sigue!

El Brillo de Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora