Capítulo 10

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Esa noche, Yuki por fin tuvo un sueño, en lugar de la oscuridad que solía gobernar su mente cuando dormía.

Se vio a sí misma en un lugar donde había tantos árboles como en un bosque. La mayoría de ellos tenían una bonita copa rosada, como la alfombra que hacían en el suelo las cosas que caían de esos árboles. Yuki creyó que la parte rosada de los árboles eran las hojas. De repente, oyó la voz de Benji, que la llamaba desde un rincón del "bosque"; la había llamado con un nombre que probablemente había sido el verdadero de su vida original. Yuki respondió con un "¡Voy!" gritado, y corrió hacia el lugar de donde venía la voz de Benji. Él la estaba esperando sentado en el pasto. Yuki se sentó a su izquierda. El sol naranja caía delante de ellos. Luego de algunos minutos, ambos se arrimaron el uno al otro, y Yuki apoyó su mano derecha en el hombro derecho de Benji, mientras él le rodeaba la cintura con su mano izquierda. Permanecieron así, abrazados y en silencio, hasta que el sol se hizo rojo. Pero el sol, en vez de desaparecer en el horizonte, comenzó a hacerse más y más grande, llenando el cielo. Benji y Yuki seguían inmóviles. El astro comenzó a desbordar el horizonte, llenando todo lo que los rodeaba. En pocos minutos, todo se volvió rojo y envuelto en llamas, y poco a poco, el fuego se acercaba a ellos. Al fin, el fuego los alcanzó, pero ellos seguían inmóviles. Yuki contempló, horrorizada, como ambos eran encendidos, y cómo el rostro de Benji no expresaba ni dolor, ni tristeza, ni nada. Sólo miraba a Yuki con sus ojos oscuros, tranquilo y sereno, mientras el fuego envolvía todo su ser, lo que asustaba más a Yuki, quien había intentado moverse, sin éxito, al sentir que el fuerte calor invadía su cuerpo. La desesperación, el terror y la angustia comenzaron a crecer en su pecho, hasta que, finalmente, Yuki se despertó gritando. Cuando abrió los ojos, notó que su rostro y la almohada estaban mojados por las lágrimas que aún le caían; y su cuerpo estaba bañado en sudor y envuelto firmemente por el enriedo que se le había hecho con las sábanas, que era lo que le impedía moverse.

Apenas sí había tenido tiempo para ver su estado, cuando Benji entró en la habitación, alterado y de prisa. El grito de Yuki lo había despertado y puesto inquieto.

_ ¿Estás bien? ¿Qué ocurrió? _Benji intentó no llenarla de preguntas, mientras la ayudaba a desenredar las sábanas de su cuerpo. Yuki le contó cada detalle del sueño (exceptuando la parte del abrazo), y mientras hablaba, sentía cómo su cuerpo se estabilizaba. Al terminar su relato, preguntó a Benji:

_ ¿Qué hora es? _Benji tomó el reloj pulsera que reposaba en el bolso de Yuki, y respondió:

_Las cuatro y veinticinco de la madrugada.

_Perdón por despertarte_ Yuki se sentó al borde de la cama, mirando a Benji, que estaba parado con las sábanas en la mano.

_No fue tu culpa _respondió Benji, mientras tendía nuevamente las sábanas en la cama_. Te asustaste y gritaste, lo que es una reacción normal. Eso fue todo. Yo solo vine a asegurarme de que no te hayas caído por la ventana _Benji guiñó un ojo_. Duerme tranquila. Y si me necesitas, no dudes en despertarme_ dicho esto, Benji se dirigió a la puerta, y ambos se despidieron:

_Que duermas bien.    

El Brillo de Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora