Capítulo 20

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El entrenamiento continuó como acostumbraba; la única variación fueron los comentarios de Yuki al entrenador, sobre el posicionamiento o la destreza de los jugadores, o sobre alguna jugada. El entrenador, al oírla, sólo asentía. Ambas mentes estaban perfectamente sincronizadas; ella veía lo mismo que él, y comprendía las tácticas que ponían en práctica, sugiriendo alguna de vez en cuando, y conversando al respecto con él, quien quedó maravillado con las ocurrencias de Yuki. Al finalizar el entrenamiento, llamó a Benji.

_Tu huésped debe de ser una entrenadora de algún club femenino, por lo que estuve hablando con ella.

_ Pero, ¿dónde puede haber algún equipo de fútbol femenino, entrenador?

_Genzo, que tú no conozcas ningún equipo no significa que no haya. De hecho, el Hamburgo tiene su versión femenina _Benji lo oía boquiabierto_. Podrías preguntarle si quiere ser parte del equipo. Tienen los mismos horarios que ustedes, y podría hacer que la becaran. Sólo restaría que ella decida. Yo hablaría con la entrenadora.

_Creo que esa idea le agradará en extremo. Se lo comunicaré ni bien salgamos del campo.

El frío atravesaba la bufanda de Yuki, lastimándole levemente la nariz semicongelada. Buscando calor, se pegó instintivamente al brazo derecho de Benji. Él no la pasaba mejor: sentía a diferencia de no tener su campera favorita. Aun así, no se quejó. Ambos continuaron caminando pegados al otro, Yuki un poco rezagada, protegiéndose detrás de Benji. El viento helado los mantuvo callados en todo lo que duró el camino.

Al llegar nuevamente a la atmósfera cálida del aire acondicionado, Benji comenzó a estornudar como poseído, sin poder contenerse. Sus ojos se rasgaron aún más de lo común, y su nariz comenzó a tornarse roja; Yuki no necesitó saber medicina para ver el resfrío que había tomado Benji. De inmediato, puso una caja de pañuelos a su alcance, y preparó un té descongestivo. Por desgracia, los cuidados sólo lograron amainar el resfrío; Yuki no logró eliminarlo del todo.

Ambos continuaron con la rutina a pesar de todo, aunque Benji llevaba la caja de pañuelos a donde quiera que iba. Yuki, al acabar sus pocos quehaceres, se sentó ante el piano, y comenzó a tocar suavemente. De inmediato, Benji arrimó otra silla al instrumento, y cerró los ojos. Ambos se rindieron al confortante canto de las cuerdas vibrantes, dejando que las notas los eleven, los hundan, los golpeen, o los acaricien; Genzo se deleitaba en olvidarlo todo, incluso a sí mismo, por algunos minutos breves pero eternos; Yuki se complacía en la entrega de él, y en que ya no existía más que ellos cuatro: Genzo, Yuki, el piano, y la música, y la tetera...

Todo se desvaneció de golpe. La música huyó. Elmundo volvió a invadirlo todo otra vez, dejando a Benji en una vertiginosacaída sin aire hacia la realidad. La pequeña utopía de Yuki se desvaneció juntocon el vapor de la tetera. Luego de murmurar una maldición en japonés (que Yukientendió a la perfección), el portero se levantó y fue a la cocina a apagar elfuego.

El Brillo de Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora