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Día dos.

Bien, solo quedaban seis menos.

Ah, lo que daría por que la genética no existiese... Después de todo, mi madre era exactamente igual de irregular y le duraba tanto la regla como a mi.

Verga, verga y más verga.

Y como buena ciudadana, había ido a trabajar aunque los dolores menstruales me estuviesen matando lentamente.

¿Qué mierda se cocía allí dentro que dolía tanto?

Como quiera que fuese, fui a la cafetería a trabajar.

Y mi mejor amiga me esperó en la puerta, como siempre que compartíamos horarios.

Después, al terminar, nos comprábamos un chocolate caliente, o un té frío dependiendo de la época del año, y charlaríamos hasta que JiYong, el dueño, cerrase.

Pero ese día. Oh, ese día. Sentía que se me iba a salir algo, del dolor. Siempre era así.

Y de nuevo, maldije a la genética.
A lo largo de mi turno, hablé poco con Nala, mi mejor amiga, y atendimos a más de cien personas.

Benditos sean los lunes y la gente que desayuna en cafeterías a pesar de tener una tostadora y una cafetera en casa.

En los descansos, Nala y yo aprovechábamos y calificábamos la música que sonaba por la radio.

Últimamente echaban mucho a blackpink, nuestro grupo favorito, por lo que cantabamos a todo pulmón haciendo reír a los clientes.

Andrés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora