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—Dos cafés con leche, uno con hielo y sacarina y otro azúcar moreno. Dos batidos de vainilla y otro de chocolate, y un granizado de leche merengada.

—Lo tengo— Duyeon asintió y yo me puse a limpiar la barra, que algún subnormal había ensuciado tirando cocacola y dibujando con el líquido. Algún niño pequeño, seguramente.

—¡Jihye! La mesa seis ha pedido la cuenta— Me avisó Chayul. Yo asentí y fui al ordenador a sacar la cuenta.

Puse el ticket en un platillo de metal y lo llevé a la mesa seis, donde una pareja que anteriormente había estado comiendose la boca estaba sentada.

Luego corrí a la cocina a por los cafés de la mesa ocho, y los coloqué delante de los dos adultos.

Moví los tres batidos de vainilla y chocolate antes de echarlos en los vasos con hielo y en un vaso un poco más grande puse el granizado. No sabía para qué coño decía el pedido si después terminaba haciéndolo yo todo.

Lo llevé a la mesa y recogí de paso la propina de la mesa seis.

Dos personas más entraron, sentándose en la mesa tres.

Puse los ojos en blanco.

Según mi jefe yo debía tener las mesas más recurridas por tener buena imagen. ¿Y eso por qué? Porque a él le salía de los huevos. Así de claro.

Nala llegó para su turno, y me metí en la cocina para evitarla.

Desde hacía dos semanas intentaba hablarme, pero yo me rehusaba. No después de que me mintiese.

Porque sí, después de cuatro días peleadas intenté hacer las paces, pero ella solo me dijo que realmente no eran novias.

Eh... ¿Hola? ¿Alguna neurona viva por ahí?

Ya ni siquiera recordaba que yo estaba perfectamente presente.

Me daba rabia de tan solo recordarlo.

Y no me importaba quedar totalmente sola. Al fin y al cabo, mejor sola que mal acompañada ¿Verdad?

Andrés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora