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No es su culpa.
Tampoco es culpa de ella.
Quizás yo fui quien la hizo sentir así, antes de conocerla.
Muy probable yo fui la intrusa en un romance que está floreciendo... por desgracia yo no sabía que era la intrusa, y por un vago momento me sentí especial.

Él no me espera.
No me mira.
Ni siquiera me sonríe.

Hoy lo vi esperándote,
mirándote, te sonreía.

En un acto cobarde salí huyendo, me sentí frustrada y decepcionada. No por él, ni por ella, sino por mí, por mi vulnerabilidad emocional.

Yo lo sabía, lo sé.
Mentalmente sé que he estado mal en pensarlo, en ilusionarme y creer que ahora todo sería diferente.
Pero emocionalmente me siento triste... con ganas de llamar su atención y de sentirlo un poco más conmigo.

Un poco más...

¿Ahora qué hago?
¿Cómo obligo a mi mente a dejar de retenerte?

Necesito herirlo, saber que fui yo quien se fue antes para poder sonreír victoriosa mientras se aleja mirando a alguien más, porque no tendría que importarme ya.

Es mi culpa.
Todo este embrollo sentimental y ridículo ha sido mi culpa.
Vergonzosamente he lidiado con sus actitudes de ignorarme pasándose frente a mí, como si de nuevo no existiera para él... es tan incómodo.
Era mejor cuando no tenía que lidiar con él y me limitaba a estar con los que sé querer.

Como con aquel sujeto de lunar enorme y grande sonrisa.
El que me pide la tarea, pero también me cuida.
De hecho él se molestó cuando aquel nene se interpuso entre él y yo... fue gracioso.
Ahora sé que sí le dolió.
Pues curiosamente desde aquella tarde no me deja sola, me tiene en la mira y tiene en la mira los pasos de aquella persona.

Lo lamento.
No sé querer.
Y tampoco sé dejarme querer.

Lamento mis risas.
Lamento mis miradas.
Lamento nunca corresponder.

Y lamento siempre sufrir.
Y lo peor de todo...
sufrir por cosas estúpidas.

Sí.
Todas esas personas que han entrado en mi mente son estúpidas.

Estúpido T.
Estúpido I.
Estúpida Y.
Todos tontos.
Todos geniales.

El tiempo lo curará.
Mi risa lo hará.

O quizás mi soledad...
mi bella y amada soledad.

Al límite de mis dolenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora