Al límite de mis dolencias

aburrido.

Me aburres.
Mi entorno me aburre.
La inestabilidad de mi alma me aburre.
Es fácil perder el hilo cuando viajo en mi mente.

Todo es tan aburrido. Tan sombrío.

Tus palabras inexpertas, inmaduras y mediocres me aburren.
Tu poesía que son un conjunto de palabras sin significado me aburren.
Tú me aburres.

Deja de insistir en querer entrar a este frío corazón.
Deja de creer que sabes lo que quiero.
Deja de actuar.

Tus ansias de que te quieran te hacen humillarte, ¿qué no lo ves?, hasta tu sombra ha de sentir lástima de ti.

Aburrida.
Tan, tan, tan aburrida.
Ni siquiera me interesa conocerte.
No me interesa que me conozcas.
No quiero contar tus lunares.
No quiero protegerte.
No quiero quererte.
No suelo querer cosas que me dan en bandeja de plata.

Y no es tu culpa.
Últimamente (y siempre) yo he sido la que no sabe qué es lo que quiere.
Nada me satisface, ando sin rumbo fumando caricias, envenando mi corazón de falsas esperanzas, riéndome de quien confía.

Ahora mismo podría sentir culpa.
Pero no siento nada.
No me disculpo por destruirte.
Pues es tu culpa por dejarte creer que una persona como yo podría fijarse en alguien como tú.

Las personas me buscan porque me ven interesante, me creen misteriosa, intrigante. Pero no va más allá de la realidad. Tan solo me cubro en el escudo de la ignorancia y escupo groserías ante miradas entusiasmadas.

Todos llegan creyendo que podrán dominarme. Y se van acomplejados y derrotados. Ridículos.

Tan solo es aburrimiento.
No me interesa quien lea esto.
Ni el mensaje que le capten.
Tan solo son palabras de una mente ignorante y claramente: aburrida.