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Siempre le amó desde el primer instante en que él se le había confesado. El sentimiento era tan ferviente y vehemente, tal cual huracán en tiempos de escasez, como si la sequía dejase de existir para dejar paso a la abundancia y los buenos alimentos de un pueblo que lo exigió por años.

Las notas del piano de su madre parecían tan vacías, recordando cuando de pequeña, adoraba escucharla tocar todo el día. Antes de la comida. Después de la comida. Incluso en la cena estaba tocando mientras ella danzaba al ritmo de las teclas que eran presionadas con suma suavidad y un poder lírico hegemónico.

Encontró un trabajo en una escuela cercana como maestra de danza y dibujo, sus dos áreas de especialidad, aunque muchos de los niños fuesen un desastre en alguna de las dos. La danza era su parte favorita, ver a los pequeños en sus mallas, saltando de un lado a otro con estilo y delicadeza; por otro lado, dibujo solía ser su pesadilla, pues los chiquillos terminaban bañados en distintos colores, imagen de semejanza a un arcoíris, lo cual le causaba una enorme gracia, sin embargo, terminaban por no cumplir la tarea principal que se les había encargado.

Evitaba las noticias y los canales deportivos. Sabía que vería una mata rizada en cualquiera de ellos y deseaba evitar que su memoria se viera más dañada, igual que sus sentimientos, al verle lucir tan guapo como solía hacerlo. No había sabido nada de él desde la última vez que partió de casa, dejándole entre gritos y un plato roto, igual que su jarrón favorito, el cual terminó lanzando contra la puerta cuando Styles azotó la misma.

Los fragmentos del objeto eran tan similares a los de su corazón y he aquí por qué: ese jarrón había sido roto antes, una simple caída que le destrozó en algunos pedazos simples de recoger y volver a unir para la castaña. Ahora, con esta segunda ruptura, el adorno era imposible de pegar, pues los trozos más pequeños se encogieron aún más y muchos otros se habían perdido en las baldosas de la casa. Extrañaba las flores que solía poner ahí y los brazos de Harry. Sí. Extrañaba sus brazos.

Si él no volvió a buscarle, es porque ambos son conscientes del daño mutuo que se hacían, de la toxicidad que compartían y de los mil secretos que para entonces ya no se contaban. La confianza estaba rota y el amor ardiendo sin control, quemándoles hasta la vena, haciéndoles sentir una confusión de un sentimiento perdido, amargo, y a pesar de todo, dulce pero sencillo.

Vuelve a decirle a Margot que pinte un par de manzanas y la niña obedece.

—Sí, Miss Rosewood.

Ella sonríe a duras penas, moviendo su pincel a la par que hacían los niños con la intención de aprender.

Era tan tóxico pero tan bueno.

Ballet & Flowers [h.s. -Short fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora