El pincel trazó una larga y fina línea que delineó el filo de la ventana, el marco que se encontraba escondido tras persianas de madera que en este momento se encontraban abiertas para brindarle el paisaje exterior a su curiosa y creativa mirada. Los orbes pardos viajaban del lienzo hacia la realidad que era captada en una colorida imagen 2D, como a ella le encantaba lucirlas dentro de todo el estudio que poseía distintas plasmaciones con escenarios variados, todos obra de sus delicadas y níveas manos.
El moño mañanero sobre su cabeza con unos cuantos mechones desordenados y la liga rosada luchando por sostener la larga cabellera en aquel típico peinado por parte de la chica. A su diestra, sobre la pequeña mesa donde solía colocar la paleta de colores, descansaba su taza blanca rellena de café con crema de vainilla, la favorita de ella; el humeante líquido que alimentaba su necesidad de energía por las mañanas y la mantenía activa además de concentrada en sus obras.
Una mata despeinada de rizos se asoma por el umbral del estudio y no puede evitar que una sonrisa bobalicona se apodere de sus gruesos labios al ver la delgada figura de la castaña debajo de ese suéter amarillo holgado que, si su memoria no fallaba, le pertenecía, aunque realmente nunca le tuvo demasiado afecto. Mantiene su silueta recargada sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados encima del pecho sin intención alguna de dejar de observar la obra de arte de la cual él estaba enamorado. No hacía falta que su autor fuese Van Gogh o Picasso, él sólo quería seguir admirando la espalda de Noah ensimismada en su propia dimensión, esa donde los colores tenían un significado y evaluaban la vida, aquella donde no sólo pintaba colores sino que éstos contenían palabras y expresaban sentimientos que algunos no eran capaces de distinguir ni analizando en su mayor profundidad.
Harry era uno de esos ignorantes.
Su mentalidad era distinta a la de su chica, por el simple hecho de que el arte para él podía parecer aburrida pero para Noah era la base de todas las expresiones que tenemos como humanos, y Styles podía aburrirse en su clase de arte en la secundaria pero escuchar a la de cabello chocolate hablar durante horas acerca de su pasión por las distintas bellas artes y derivados que no recuerda pero aquellos encantadores labios lograron captar su atención al cien por ciento.
Ella no ignoraba el hecho de que su chico era ligeramente desinteresado de aquello por lo cual se sentía apasionada, pero eso sólo alimentaba sus ánimos por platicarle acerca del arte y sus bellezas, lo que se expandía y lo que podía ser breve, los sentimientos sobre lienzo y mármol, en acuarelas y a grafito, todo aquello por lo cual el hombre transmitía sus más profundos pensamientos y aquellas palabras que no es capaz de pronunciar a lo largo de un agotador día de trabajo, al final, cuando abandona su viejo veliz sobre el antiguo sillón maltrecho, magullado por sus hijos, cuando sus pies reptan sobre la alfombra de la sala y lo único que añora es correr a su computador y escribir cuánto odiaba la vida y la manera en que anhelaba tener un mejor mañana por el cual se estaba trabajando.
Ese era el tipo de expresión que el arte regalaba.
—Estás cambiando el color de esas flores. —Señala las que se encontraban en la esquina izquierda del jardín del vecino, las que tantas veces Noah había insistido en copiar.
—Es porque no me gusta del todo ese color. —Desde hacía unos minutos que era consciente de la presencia del más alto, el cual se acerca a paso sigiloso para no irrumpir en la concentración de Noah.
—Pero siempre dijiste que querías unas iguales. —Suelta una risilla, guardando las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones de pijama, esos con el logo de su equipo plasmado múltiples veces y su torso desnudo, luciendo todos los tatuajes que había plasmado sobre su anatomía.
—Prefiero las de color rosa. —Arruga la nariz con desaprobación al color chillón de las lilis amarillas del vecino, era unas flores encantadoras pero sus tonalidades iban dirigidas más hacia lo pastel.
Styles sonríe enternecido y se acerca un poco más para inclinarse y besar la coronilla de su chica, rodeando su delgada complexión con sus fornidos y tintados brazos. Adoraba la manera en que encajaban perfectamente como dos piezas de puzzle; adoraba que ella fuera tan pequeña; adoraba que podía apretarla a su gusto y disposición; pero sobre todo, adoraba que fuese tan suya, tan propia.
Se dispuso a comprar una casa con un jardín inmenso, donde su niña plantara cuantas flores y césped se le viniera en gana, decorara los metros cuadrados con pequeñas figurillas de cerámica y colocara su pequeño espacio para tomar café o el desayuno en el exterior —evitándolo cuando se encontraban en temperaturas gélidas— , todo esto después de haber sido testigo del primer ataque de ansiedad de la muchacha en su sexto mes de relación, la manera en que las lágrimas corrían por aquellas dulces mejillas las cuales llenó de besos en un intento de disipar el hormigueante sentimiento que había provocado su crisis.
Noah podía ser una mujer espléndida, elementar y no se diga hermosa, pero los fantasmas de su interior arrasaban con la pureza de aquella mente tan interesante y filosofal, con pensamientos profundos que Harry no entendía en la mayor parte de las ocasiones, pero igual que el arte, adoraba ser testigo de ello diariamente. Aprieta sus manos sobre el agarre que mantenía en su cintura y apoya la barbilla sobre su cabeza, intentando apreciar el punto de la musa de su chica.
La razón de la primera crisis de ansiedad que presenció fue el simple hecho de tener una excesiva presión de trabajo, que a una persona común y corriente podría causarle estrés y mal humor pero a Noah la quebrantó hasta el punto del llanto y el hormigueo en las extremidades de su cuerpo, la respiración se le cortaba y la taquicardia pronto comenzó a galopar al son de su pobre y ajetreado corazón; en primera instancia no tuvo idea de qué hacer, pues jamás había visto algo similar, apenas y logró calmarla con el fuerte abrazo en que la envolvió y las instrucciones que la joven le daba entre hipidos sonoros que lograban arrebatar escalofríos en el más alto.
Tiempo después, Harry se obligó a sí mismo a aprender junto a Noah la manera de lidiar con los ataques de ansiedad que poseía constantemente por las presiones de la danza y, en ese entonces, de la oficina en donde laboraba. Con el paso del tiempo y el reforzamiento de la relación, las crisis disminuyeron considerablemente al punto de casi no suceder, a más de que se tratara de un caso mayor, sobre todo por el hecho de que Noah había renunciado por petición del Styles, quien pidió que encontrara un trabajo más tranquilo y que su preocupación monetaria se vería sustentada por la de él, que bien los billetes ya le sobraban con Packers.
Tomó un trabajo temporal en la floristería cercana, después como maestra de pintura en una escuela primaria y por último, ahora se dedica al ballet completamente y entrega su alma en el escenario, siendo ligeramente consentida monetariamente por su madre, quien apoyaba la relación con el jugador en tanto éste tratara bien a su retoño y no se le ocurriese colocar siquiera el pétalo de una rosa sobre su fina y nívea piel.
Si tan sólo supiera cuán enamorado estaba el rizado de la pequeña Noah.
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Ballet & Flowers [h.s. -Short fic]
أدب الهواةHarry Styles es un destacable jugador de Green Bay, novio de la artística bailarina de ballet: Noah Rosewood. Su larga relación se había mantenido estable, hasta el punto en que los obstáculos comienzan a crecer entre ambos y las dudas se vuelven in...