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Su largo cabello azabache danzaba detrás de su espalda al compás del viento. El roce de las hojas de tonos amarillentos y rojizos le daban el sonido perfecto. Sonido que fue opacado por la llegada del tren a su lado volviendo al viento más salvaje aún.

El andén no contaba con mucha gente, pues por suerte ese día dejó pasar la hora pico para entrar a media mañana a clase. Como delegada -obligada- de su salón tuvo que ir por unos materiales que su profesor necesitaba que vieran antes del examen de la siguiente clase.

La campana de receso comenzaba a sonar mientras atravesaba la puerta de su instituto: Aoba Johsai. Con sus brazos totalmente ocupados por las frías conservadoras de plástico que vaya uno a saber que tenían, se dirigió a la sala de profesores en busca de la llave del laboratorio para librarse de ellas y poder aprovechar el receso para comer algo.

— Te veo muy complicada ¿Estás segura que podrás con todo sola?

Habló su profesor de educación física con cierta preocupación. La muchacha le sonrió.

— No hay problema, sólo tengo que subir dos pisos.

Esa ironía sí que se podía oler de lejos. El hombre dejó caer sus párpados con efecto cansino tras un suspiro.

— Oikawa... —llamó sorprendiéndola de mala manera, a ella y a quien hablaba con otro profesor a sus espaldas, dando un respingo— Ayuda a Himura-san a llevar los materiales de biología hasta el laboratorio, por favor.

El nombrado se dio vuelta y clavó sus pupilas caoba sobre las suyas con sorna, maldiciendo internamente. Ella lo veía igual.

Se acercó a ellos con pereza, tomó las llaves que colgaban de la mano extendida del profesor y tomó un par de conservadoras de la pila que la muchacha llevaba encima, dejando ver un poco más la totalidad de su rostro; con suerte podía ver por donde caminaba con ellas.

Sus ojos se alinearon durante aquella acción volviendo la situación más lenta para sus pensamientos. Era una mirada muy poco amistosa a pesar de que en sus bocas una sonrisa estaba plasmada, pues debían llevarse bien frente a los profesores o estarían en problemas.

El silencio entre los pasillos era insoportable. Si bien ambos intentaban ignorarlo, la tensión era presencia tajante.

Algunos estudiantes, que habían optado quedarse por allí en vez de ir al patio o a la cafetería, los veían pasar bajo total sorpresa y con algo de temor. Los susurros comenzaban a ser más altos que sus propios pensamientos por lo que inconscientemente aceleraron el paso hasta la escalera.

El piso donde estaba ubicado el laboratorio estaba vacío, pues allí sólo estaban los salones de informática y el gran laboratorio.

Oikawa apoyó sin previo aviso las conservadoras que llevaba sobre ella tomándola desprevenida, causando que las cosas estuvieran apunto de caerse.

— ¿Tan idiota eres?

Se ofuscó la muchacha por tal acción. Él sólo la ignoró sin dejar de sonreír y metió las llaves en la cerradura abriéndole el paso.

Himura liberó finalmente sus brazos dejando las cosas sobre la primer mesa que se topó, permitiendo que un agotador suspiro se escapara de sus labios. Inmediatamente se dio vuelta para encarar hacia la puerta y alejarse lo más rápido posible del muchacho pero cuando su mano se aferró al picaporte, ésta estaba trabada. Fruncio el ceño con confusión intentando abrirla con mas intensidad, pero no había manera.

— De nada...

Canturreo el muchacho a sus espaldas, ella lo miró arqueando una ceja. Se encontraba sentado sobre una de las mesas jugueteando con las llaves con un gran aire de burla.

La muchacha colocó sus manos sobre sus caderas intentando controlar la ira que comenzaba a emanar de pies a cabeza.

— Cierto, le daré las gracias al profesor por haberte pedido que me ayudes. -canturreo con el mismo sarcasmo que el muchacho- Ahora abre la maldita puerta.

El tono de su voz se oscureció al punto de causarle escalofríos a cualquiera que estuviera allí, a cualquiera menos a él.

— Que cruel eres, Hime-chan. Vamos, esto es divertido.

La azabache no podía creer como se atrevía a molestarla así. ¿Dónde estaba lo divertido en dejar a dos personas que se odian a muerte en un laboratorio lleno de cosas extrañas y materiales peligrosos? Bueno, tal vez si podía ser divertido... No, demasiado sanguinario.

— ¿Me estás tomando el pelo? —susurró fatigada— Primero: es Himura-san, no Hime-chan. Y segundo: ¿Acaso quieres que haya un homicidio aquí?

Una sonrisa escapó inconscientemente de su boca al preguntar aquello, contagiándolo. Se puso de pie y se acercó a ella a pasos agigantados, atrapó sus muñecas colocándolas a ambos lados de su cabeza y en un parpadeo la tenía atrapada contra la puerta.

Himura se quedó petrificada ante aquella acción, pues él había pegado su frente contra la de ella dejando así que sus narices quedaran una al lado de la otra y sus bocas separadas por solo un centímetro. Sus respiraciones chocaban entre sí, sus pupilas risueñas comenzaba a devorarse las carmesí congeladas.

— ¿Qué estás...?

Su voz apenas podía salir de su garganta. El calor que comenzó a sentir su cuerpo la tenía noqueada y con la mente en blanco hasta que su dignidad la hizo reaccionar.

— No te soltaré hasta que me agradezcas como se debe, Natsu-san.

Su susurro tan sensual, típico de un tipo que tiene a todas las chicas del instituto a sus pies, pues ella no era una de esas. No era de esas que estaban locas por el capitán del club de voleibol y estudiante de la clase 6 de tercer año.

— No vuelvas a llamarme por mi nombre, no tienes la confianza para hacerlo. -su mirada se volvió firme al igual que su voz- Y estás loco si crees que voy a agradecerte. Ni bien suene la campana éste lugar estará lleno de estudiantes ¿Que vas a hacer entonces?

La dominancia desafiante pasó a estar del lado de la muchacha, pero Oikawa no parecía tener intenciones de dar un paso atrás.

— Cuando eso pase diré que vine a preguntarle algo a Iwa-chan.

Natsu dejó ir una pequeña carcajada.

— Sabes que Iwaizumi va a patearte el trasero ni bien te vea aquí molestándome ¿cierto?

El muchacho fruncio levemente el ceño por aquella contradicción.

— Detesto que se hayan hecho tan compañeros, pero faltan diez minutos hasta que termine el receso. Me pregunto que tanto podrás aguantar esta distancia sin besarme...

¿A qué estaba jugando? ¿Qué es lo que quería conseguir fastidiándola de ese modo? Pues eso, fastidiarla. Aparentemente su nueva actividad favorita despues del voleibol era esa, ponerle los nervios de punta porque sabía que no importara lo que hiciera, él lo conseguiría.

— Querido, Oikawa. —espetó con una dulce voz, demasiado sarcástica— Por sí no lo sabías estoy en pareja con alguien más y lo respeto, así que sí deseas conquistarme como a todas las taradas de éste lugar... —ronroneó comenzando a acortar la distancia que separaba sus bocas— ¡vas a tener que tirarte bajo un tren primero!

Su grito fue callado por dos toques en la puerta a su espalda. Ambos se sorprendieron, pues la campana no había sonado aún.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora