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Ni bien atravesaron la puerta de la casa del ex capitán del club de baloncesto, la música fuerte atacó sus tímpanos obligándolos a cerrar por un segundo sus ojos debido a las luces de colores que colgaban del techo. La casa era enorme y estaba colmada de adolescentes, al parecer la noticia de la fiesta despedida de año había llegado a oídos de todo el Aoba Johsai.

El anfitrión los recibió alegre y con las energías bastante altas, además del olor a alcohol que emanaba su simple presencia. Y sus manos no estaban vacías, junto a otro muchacho, los vasos llenos rebalsaban por los bordes al compás de sus torpes pasos. Natsu agarró el primero que pudo mientras que los otros dos a su lado atraparon uno también a la fuerza.

Los enfiestados se unieron a la bizarra pista de baile y el trío de nuevos estudiantes de tercero avanzaron por un costado en busca de un lugar cómodo para simplemente estar.

Natsu dejó de jugar con el vaso en sus manos y lo bebió completo de un solo sorbo dándole un hermoso golpe seco a sus sentidos. Oikawa e Iwaizumi la miraron perplejos, ellos apenas bebían alcohol, aún eran menores para hacerlo, pero ella lo hizo como si se tratase de un vaso de agua.

No dieron tiempo a decir una sola palabra que una chica apareció bailando de la nada con una botella en su mano, llenando el vaso vacío de la azabache. Aparentemente no pretendían dejar a nadie sobrio esa noche.

— Oigan ¡sus vasos aún están llenos! —gruñó señalando con el vodka al dúo de amigos.

Estos se miraron entre y dieron el golpe de gracia llenando de orgullo a la extraña ebria. Natsu rió por lo bajo y volvió a noquear sus sentidos en otro fondo blanco. Mientras los otros dos intentaban recuperar el neutro sabor en sus bocas, volvieron a ver con preocupación como la muchacha aniquilaba otro vaso sin pestañear, sin tambalear y sin ninguna mueca. Pues eso les estaba dando una clara señal de que su compañera padecía de una costumbre.

Natsu avanzó entre la gente y a la primer persona que encontró con otra botella en la mano, le habló.

— Llénalo.

Ordenó y el muchacho, tras un eufórico grito alentador por la actitud de la chica, lo llenó sin vacilar.

Cuando el vaso voló directo a su boca, la mano de Iwaizumi la detuvo quitándoselo.

— Creo que ya es suficiente.

La cara que le obsequió ella fue una totalmente furiosa y decepcionada.

— Disculpa, pero vine aquí a olvidar y pasarla bien. Yo sabré cuando será suficiente.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora