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Su cuerpo se tambaleaba sobre sus talones, pegando y despegando delicadamente su espalda de la pequeña pared que dividía el territorio de la escuela con la calle. Sus manos atrapadas una con otra bajo su mochila colgada, contaba los segundos que pasaban al compás de sus movimientos.

Los últimos estudiantes abandonaban el establecimiento y ella para su sorpresa seguía a la espera de aquella persona que acababa de tocar su hombro sacándola de su trance.

— Ryotaro, me asustaste.

Llevó una de sus manos a su pecho recuperando el aliento. El muchacho de cabellos oscuros y ondulados sonrió divertido ante la situación.

— Exagerada.

— Claro que no. —esquivó su mirada bajo cierto sonrojo — Oye, ya que se cancelaron las actividades deportivas, vayamos a merendar juntos ¿Qué dices?

Le devolvió una ansiosa mirada sonriente, el muchacho cambió su expresión a una dubitativa y nerviosa.

— Me encantaría, cariño, pero había quedado en acompañar a mi madre a hacer unas compras y seguramente lleguemos tarde. Otro día te prometo que lo haremos ¿Si?

Natsu lo miró apenada, realmente deseaba pasar la tarde con su amado ya que hacía días que no habían podido congeniar una cita o simplemente modular más de diez oraciones, pues su relación se había vuelto muy distante sin que ella realmente lo notara las últimas semanas.

— De acuerdo, te veré mañana entonces, supongo...

Le sonrió ocultando sus verdaderos sentimientos.

— ¡Claro que si! —le alentó totalmente alegre— Somos estudiantes de la misma escuela, es muy difícil que no nos veamos...

« Sabes que no me refiero a eso...» pensó ella intentando no creer que la estaba tomando por estúpida y volvió a sonreírle.

— Bien, adiós.

Sacudió su mano al aire en un vaivén mientras el muchacho ya le daba la espalda. Lo observó por unos segundos más hasta que su silueta se perdió a la vuelta de la esquina, se giró sobre sus talones y partió hacia el otro lado.

Sus pasos se habían vuelto más pesados y al darse cuenta de aquello, sacudió su cabeza sacando las ridículas ideas que comenzaban a amenazarla y la elevó en alto. Se dedicó a mirar el vaso medio lleno, iba a poder aprovechar aquel tiempo para estudiar ya que ese día no tenía que ir a trabajar, o pensar en el partido contra Johzenji. Ya ni siquiera podía ordenar sus ideas.

Del otro lado del portón, Iwaizumi mantenía con la fuerza de sus manos la boca de un exasperado Oikawa tapada.

— ¿¡Está saliendo con ese idiota!? —escupió Tooru una vez que Hajime lo liberó y se aseguró de que la muchacha estuviera lejos.

— ¿Qué demonios te importa? Tan sólo déjala ser. —se hartó el moreno — Ustedes dos se viven matando ¿Por qué no puedes simplemente ignorarla?

— ¡Porque... —se detuvo como si un baldazo de agua le hubiera caído por la espalda y bajó la mirada, decidido a cambiar el hilo de sus impulsos— Conozco a ese tipo, es un mujeriego y tarado. ¡En especial mujeriego!

Iwaizumi revolcó los ojos para mirarlo firmemente serio.

— No te metas. —le advirtió. Sabía que Oikawa iba a escarbar la situación hasta quedarse sin uñas. El maldito era bien terco.

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Pasó una semana desde entonces y, para suerte de Himura, el profesor había conseguido re-agendar el partido pendiente para entonces. Ella miraría el primer tiempo desde el banco para observar mejor a sus tres nuevas ingresantes y entraría en el segundo porque simplemente no podía no jugar.

Sonó el pitazo del árbitro y el encuentro comenzó en una de las canchas descubiertas del Seijoh, acompañado de gritos y alientos de muchos estudiantes que nunca se perdían esos encuentros deportivos. La azabache apenas pestañeaba, sus pupilas rojizas perseguían el balón como si de hacerlo pudiera desaparecerlo. Varías jugadas y tácticas que se habían probado estaban funcionando, aquello le daba satisfacción, pero no la relajaba por completo, cualquier error podría comenzar a mover el marcador en su contra.

El Johzenji era un equipo potencia, su defensa era increíble, pero sus ataques demasiados desordenados, tenía que aprovechar aquello, pero aparentemente su juego estilo "callejero" se estaba contagiando a sus principiantes, negándoles pensar profesionalmente. Natsu chasqueó su lengua cuando el pitazo marcando el final del primer tiempo sin anotaciones finalizó. Sabía que no debía estresarse, era un simple partido de práctica, pero su lado competidor le recriminaba.

— Bien jugado, muchachas. —observó a las de primero — Pero necesito que no pierdan el hilo de concentración y conexión que tenían en el minuto cero. El Johzenji tiene un estilo de juego que lleva a sus contrincantes a simplemente ir detrás del balón y perder marcaciones. Tengan mucho cuidado con eso ¿bien?

Las tres asintieron totalmente absortas en las palabras que acababa de soltar su capitana. Sonrió orgullosa por eso y aplaudió.

— ¡Vamos a mover esos números! —el equipo entero gritó un súper " Si! " y se pusieron de pie dispuestas a comerse la cancha.

Realizó un par de cambios, pero las de primero seguían ahí. Y el segundo tiempo comenzó. Habrán pasado veinte minutos que la muchacha comenzó a sentir su cuerpo muy pesado, cada vez le costaba más hacer un pique hasta el balón o mismo dar saltos para recibir algún que otro pase largo. Su cabeza le hizo replantarse si realmente había sido de buena suerte que el partido se jugase justo el día después de que trabajara doble turno y estudiara toda la noche para un examen de literatura que tuvo unas horas antes del partido, además de tener desde ayer tan solo un ramen instantáneo en su estomago.

El balón se batallaba al otro lado del campo, ésta vez ella no fue tras él, sino que se quedó estática en su lugar, apoyando el peso de su cuerpo sobre sus rodillas, encorvando su espalda hacia delante mientras respiraba sumamente agitada., preocupando a los espectadores, principalmente a Iwaizumi y Oikawa perdidos entre la gente.

Natsu no era de cansarse rápido. Ella solía tener una resistencia de hasta tres partidos en un mismo día, pero aquello empezó a fallar cuando se comenzó a llenar de responsabilidades.

— Que detengan el partido. —murmuró Torū viendo que algo no estaba bien.

— Esto no es voleibol, no existen los pedidos de tiempo fuera, al menos que se lesione un jugador. — Iwaizumi estaba igual de frustrado que su amigo al ver que ella retomó el juego ni bien el balón le pasó cerca— Es una tonta.

Sus pulmones se cerraban, pero sus piernas no se detenían. Su boca abierta de par en par no era suficiente para la cantidad de aire que desesperadamente intentaba intercambiar.

A su suerte, una de sus compañeras de segundo año, alguien que podría considerarse como vice capitán de su equipo, lanzó el balón afuera al propósito y apuntando con su dedo hacia el otro lado, le gritó.

— ¡Vete a la banca ahora mismo!

Entre aquellas palabras imperativas habían sentimientos preocupados por su compañera. Había notado las condiciones en las que ella estaba jugando y entendió que no podía seguir así. Natsu tragó saliva con pesadez y sonrió.

— Estoy bien... tonta. —No, no lo estaba, apenas podía hablar y respirar a la vez— Sólo...

Dio un paso adelante y su cuerpo fue atraído por la fuerza de gravedad directo al suelo.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora